El siempre deseado regreso de Rosario constituye la ineludible espera del fan que creció con el amplísimo espectro racial de talento de la familia González Flores, para recibir su regalo; que suele coincidir con una dosis de torbellino de colores. En el caso de la niña del puro nervio especialmente, porque su finísimo hilo de voz y su amplísimo compás suele obsequiar al público con la fusión de todas las músicas que la marcaron en el líquido amniótico y artístico de los pucheros de genialidad que hirvieron en la casa de su infancia.
Por todo ello su regreso a lo grande con un nuevo single constituye el sereno preludio de luz al alumbramiento de un nuevo disco que seguro no defraudará a nadie. Porque Rosario vuelve con todos sus ‘habíos’ y muy especialmente con mucha luz, aquella que por condición natural habitualmente emana. Haciendo pop y enredando pentagramas por alegrías y bulerías, Rosario invita a su público a instalarse en la gloria. A escasos mundos oníricos del paraíso alumbra Gloria a Ti, en aquel mundo azul en el que canta y baila arropada por unos ojos negros que la miran. Los de la temperamental esencia de Rosarillo, los de una familia cuyo camino alumbra la rallica de Jerez.
Esta es sin duda la primera avanzadilla de un disco, que como suele suceder en el caso de Rosario, transmite poderosas vibraciones gracias a su desbordante personalidad y carisma, armas de su talento natural y su condición de artista desde la cuna. Rosario Flores muestra un claro momento de inspiración, armonía y serenidad en su carrera; y como siempre desprende energía positiva en cada uno de sus trabajos. Un tema de luz, de agua pura y cristalina, para tiempos oscuros, quizás para muchos demasiado sencillo y liviano, pero para la mayoría la resolución de la ecuación más compleja a través de la sencillez y las raíces de la estilizada mujer con piel de aceituna y bucles rizados del color de la noche, aquella que siempre entrega buenas energías a cada paso. Efectivamente gloria, pero Gloria a Ti Rosario.
