El panorama político internacional se está viendo sacudido en los últimos tiempos. Los buenos resultados que empiezan a cosechar determinados grupos políticos de extrema derecha, el nombramiento oficial de Donald Trump como candidato republicano a conseguir la presidencia de los Estados Unidos, o el asesinato de la Diputada Laborista Jo Cox dejan una nefasta idea: la intolerancia, lejos de reducirse cada año más, empieza a ser preocupante.
El mundo sigue siendo un lugar donde unos pocos pisotean a otros pocos. Con la llegada de la modernidad a muchos países, se entendía que esas prácticas dañinas con según qué grupos contrarios a las ideologías propias tenían que verse reducidas. Lejos de poder entender ciertas cuestiones culturales que imponen un determinado modelo de sociedad, como puede ser la discriminación al género femenino en países musulmanes; son modelos que, al fin y al cabo, se sujetan en un fundamento que, aunque inconsistente para el mundo occidental, nada tiene que ver con la fobia porque sí.
Precisamente esa fobia porque sí hace que las personas se crean con la potestad de arrebatarle la vida a otra por el mero hecho de ser o pensar diferente. Es algo que se ha venido recrudeciendo en los últimos tiempos, pero que está presente en nuestra ciudadanía desde el principio de los tiempos. La desigualdad de género fue la primera forma de opresión que tuvo el mundo y que, hoy en día, sigue muy vigente. Actualmente, otras fobias como la LGTBfobia se han convertido en inevitables problemas de orden público. Ya no es cuestión de discriminación entre ricos y pobres, se trata de discriminación entre personas que, simplemente, actúan o se sienten de una manera distinta a lo considerado “normal”.
Donald Trump es un ejemplo de fanatismo racial
El racismo que demuestra Donald Trump en sus discursos, que se están haciendo muy populares en EEUU, no hace sino incrementar una respuesta de odio hacia lo culturalmente distinto. Trump aboga por una especie de “pureza de sangre norteamericana” en la que ninguna persona que no haya nacido y vivido en el país no va a tener derecho a vivir el “sueño americano”. Los mexicanos (y la comunidad latina en general) han sido vapuleados indiscriminadamente por la demagogia del candidato republicano a la presidencia de la nación; y tras la oleada de atentados terroristas islámicos en todo el planeta, los musulmanes también se han convertido en la diana de sus dardos envenenados.
Y todo esto llega desde la persona de una autoridad como es el magnate neoyorquino que, además, aspira a gobernar la primera potencia económica y militar del mundo. Su forma de pensar, que se traduce en declaraciones racistas y xenófobas, puede llevar al país a una vorágine de rencor hacia la diversidad que, en otros momentos de nuestra historia reciente, han desembocado en mortíferos conflictos internacionales.
A esto se le añade la masacre perpetuada el pasado fin de semana en Orlando, en donde casi medio centenar de jóvenes murieron por el mero hecho de su orientación sexual y su identidad como personas. La comunidad LGTB advierte de los índices de discriminación que siguen existiendo en países como España hacia gais, lesbianas, transexuales y bisexuales. En una comunidad internacional que va por el IPhone 7, por el Windows 10, y que aspira a convertir sus ciudades del futuro en inteligentes, las personas se siguen comportando con actitudes del medievo.
El asesinato de Jo Cox, otro ejemplo de intolerancia
Precisamente, este jueves se ha sufrido otro golpe, contundente y doloroso, al corazón de la tolerancia. La diputada laborista británica Jo Cox fue asesinada, a plena luz del día, por un sujeto que la apuñaló y tiroteó en la vía pública. Cox se había mostrado partícipe de que Reino Unido se mantuviera dentro de la Unión Europea en el referéndum que tendrá lugar en el país la próxima semana.
Brendan Cox: "El odio no tiene un credo, raza o religión; es venenoso"
Tras la muerte de la política, su marido, Brendan Cox, emitió un comunicado en el que instaba a la sociedad a “luchar contra el odio que mató” a su mujer. Asimismo, afirmó: “El odio no tiene un credo, raza o religión; es venenoso”. Aunque todavía no se ha confirmado el motivo del asesinato de la diputada, todo parece indicar que ha sido precisamente por este hecho. Esto es así porque testigos del suceso han afirmado que el hombre que mató a Cox habría gritado antes de efectuar el disparo “Gran Bretaña primero”, pero la Policía no ha confirmado este extremo y pide “cautela” con las especulaciones.
De comprobarse este móvil, Jo Cox habría muerto por defender una postura contraria a la de una persona que prefiere sesgar una vida antes que aceptar que el mundo es diverso y tiene pluralidad de opiniones: sería un nuevo acto de intolerancia. Y, pese a quien le pese, la intolerancia no es el camino.