Crítica de 'Star Wars: El despertar de la fuerza': Los viejos jedi nunca mueren

Los primeros aplausos suena en una sala abarrotada cuando las letras galácticas comienzan a bajar, todos sonríen, alguno aplaude, las pulsaciones se aceleran en los jedi disfrazados, el padre abraza al hijo y al nieto: es Star Wars.

Los soldados imperiales más fuertes, las naves más rápidas, los sables más luminosos, el lado oscuro más oscuro, los rebeldes más rebeldes y el Halcón Milenario más cochambroso. La historia ya la hemos visto antes: bien contra el mal. Pocas veces el cine nos regala reencuentros generacionales tan vibrantes que con Star Wars, todo un acto de fe cinematográfica a la espera de encontrar en la nueva de Abrams algo de grandeza que no tuvieron las tres más recientes.

De eso se trata, de recuperar la esencia del más revolucionario George Lucas, del que puso Hollywood patas arribas con el sonido del sable láser, el que nos hizo soñar con destruir estaciones espaciales desde niños y el que siendo adultos nos hace volver al cine con la misma esencia. Abrams lo consigue, luce a máquina engrasada esta Guerra de las Galaxias que recuerda a la IV entrega más que a ninguna otra.

Las pasiones se desatan con cada guiño, cada mención a la antigua estirpe de películas hace encoger el corazón de los nuevos fans que llevan desde los 80  esperando algo como esto. La película continúa entre droides circulares y persecuciones portentosas, la fuerza hace presencia en forma de grandiosidad técnica. Las nuevas épocas sirven al director para adaptar con las técnicas que antes no se tenían a una historia de las que ya no se hacen. Poco vemos en El Despertar de la Fuerza de las farragosas expliciaciones de segunda trilogía: ni los midicloriano, ni personajes sonrojantes, ni bodas propias de un culebrón. Abrams juega a asegurar, saca brillo, sí, pero no cambia la esencia de las galaxias.

Los nuevos rebeldes aparecen, sin duda un acierto el ponerlos tan jóvenes. La premisa es acertada: mimoso ex soldado imperial y luchadora depositaria de un poder mayor. A la debutante, Daisy Ridley, se la ve como una nueva Liea, más auténtica, de nuestro tiempo, provocativa y sin duda se hace con la película enseguida, veremos si consigue hacerse con la saga. Mención aparte merece Harrison Ford que nos regala un Han Solo en versión rockero añejo (algunos entenderán el spoiler) de la más provocativa vieja escuela. La socarronería no desaparece, cada una de sus muecas nos recuerdan a sus aventuras con Chewy en el viejo Halcón Milenario.

Mundos increíbles aparecen de nuevo en la secuela, ni el viejo George Lucas lo habría filmado mejor. La cinta no pierde el tiempo en explicarnos el engranaje socio-polítco de la República, ni las rebeliones oscuras que promueven esta "Primera Orden" de tintes totalitarios, no interesa. Interesan las bases explotando, las armas más oscuras, las estrellas más grandes, las persecuciones más veloces, los soldados más listos, los jedis más desaparecidos y los robots más circulares.

Quedan aún dos aventuras para descubrir y disfrutar con los secretos de la fuerza. Los más fans derretirán sus sesos buscando explicación a lo que no lo tiene. La grandeza de esta nueva saga galáctica es que sólo le pide al espectador que se siente, deje al lado oscuro bien lejos y disfrute viendo al Halcón Milenario surcando las estrellas.

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