Elecciones 2015: la marca Pablo Iglesias
Imagen: Juan Medina / Reuters

Si se hiciera una encuesta sobre cómo se imagina una persona a un científico, seguramente la descripción sería algo así: un hombre, de entre 50 y 60 años, con el pelo cano y desbaratado, con una bata blanca y un cuello de camisa sobresaliendo del jersey. El mismo proceso, con un empresario, daría el prototipo de hombre trajeado, muy engominado y de una arrogancia extrema. Y si pidieran describir a un estudiante, los esquemas no distarían mucho del chico o chica de sudadera y vaquero rasgado, con la mochila colgada de un hombro y la lata de refresco sujeta por la mano que deja libre el teléfono móvil. Pero, como siempre, habría un grupo de ciudadanos que se demarcaría de todos estos estereotipos machistas, opresores y desfasados. De hecho, los estereotipos también se podrían describir como una forma que tiene el marketing para clasificarnos como sociedad, y arrastrarnos sin más opción a un redil del que difícilmente se puede escapar. Todo esto para seguir consumiendo los mismos productos de siempre, con la misma frecuencia que siempre y siempre a mayor precio. Lo más curioso es que, sabiendo todo esto, las marcas no deberían tener tanto poder influenciador sobre las personas con un cierto nivel cultural. Y en teoría es así, ¿o no?

Si en esa misma encuesta se preguntara sobre el modelo de personaje comunista, dentro de un amplio abanico de posibilidades habría cierto consenso en algunos temas. El exterior sería el de un joven con su imagen algo descuidada y vestido con camisas que dan la sensación de rasgarse en cada giro. Por supuesto, el estereotipo de izquierdas es el del chico (o chica) de clase económica media-baja, pero con un alto nivel cultural. Sin excesos, porque el bolsillo no da para mucho, y siempre compartiendo los bienes entre los más allegados socialmente. Suele ser un luchador, que ha sacado unos estudios importantes compaginándolos con el trabajo que lo hizo posible. Y si no ha estudiado, por lo menos estará lo suficientemente leído como para citar de carrerilla a pensadores como Marx, Weber o Durkheim. Reflexionando todo esto, y recordando lo aprendido anteriormente sobre la importancia de los estereotipos en la publicidad, parece que los vendedores de productos lo han vuelto a hacer. La marca ‘Pablo Iglesias’ ha sido un gran éxito, y este domingo quedará reflejado cuando su partido entre con mucha fuerza en el Congreso de los Diputados.

Un perfil para encabezar un cambio

Esto no es una denuncia que pretenda denunciar una conspiración para que Podemos gobierne e implante una especie de ‘sistema bolivariano’, como otros muchos ya se han empeñado en hacer creer. Sin embargo, es evidente que presentar un líder socialista llamado Pablo Iglesias, portador de todas las características mencionadas anteriormente, es, de primeras, toda una llamada de atención. Tan natural, tan concienzudamente normal, que parece preparado con el mejor guión posible. Un profesor de Ciencias Políticas, con un sueldo interino de aproximadamente 900€ al mes y que decía comprar su ropa en una conocida cadena de supermercados, residente en Vallecas y propietario de un vehículo que comparte con otras personas, decide dar el salto a la política nacional. Además, un hombre de cultura. Capaz de memorizar cualquier frase dicha por un pensador político de izquierdas (incluso, a veces del otro bando), siempre que suene comercial y tenga gancho. Una cara conocida, ya que proviene de los debates de Intereconomía y los suyos propios, del programa La Tuerka. Y rodeado de un cerrado y selecto grupo de personas con intereses similares a los suyos; varias voces que suenan como una sola. De hecho, es un círculo tan cerrado que solo se ha abierto para obtener rédito electoral.

Pero todavía queda por responder a la pregunta del millón: ¿cómo de importante ha sido esta marca para Podemos? Cuestión que se respondió sola en las primeras elecciones a las que se enfrentó el nuevo partido. En la medida que se considere importante que la cara del líder carismático aparezca en las papeletas, así de decisivo ha sido Pablo Iglesias para la formación morada. Con este argumento también se puede llegar a la conclusión de que Iglesias era la cara conocida, y que su imagen (de nuevo, su marca) podía dar un impulso de votos. Pero ahora, en diciembre de 2015, cuando Errejón, Bescansa, Echenique y compañía son personajes reconocibles, no tiene ningún sentido que vuelva a ser Iglesias el logo de Podemos para ‘Los carteros del cambio’. Un sello al más puro estilo Estados Unidos, donde el partido queda a un lado para dar importancia a la imagen comercial del candidato. Además, volverá a ser Iglesias el cabeza de lista. Será uno de los pocos políticos españoles que haga el proceso inverso: abandonar el Parlamento Europeo (reconocido cementerio de elefantes) para comenzar su aventura en la política nacional. Sin duda, este proyecto cada vez se parece más a la Izquierda Unida de Julio Anguita que al mantenimiento perpetuo de los viejos partidos.

Es difícil saber cuanto aguantará Pablo Iglesias, un hombre que reconoce no estar hecho para el juego parlamentario, en un puesto dentro de la oposición. Parece casi una utopía que Podemos pueda gobernar; más allá de las encuestas, el resto de partidos están más cerca entre cualquiera de ellos que con la formación morada. A ellos en general, y a Pablo Iglesias en particular, les ha pasado factura el acoso y derribo al que ha sido sometido por ciertos sectores de la sociedad española. Eso sí, el líder de Podemos también ha cometido graves errores que le han acabado pasando factura. Temas como implicarse de manera personal en la campaña de Syriza para las elecciones griegas le llevó, incluso, a soportar una dura división interna cuando Alexis Tsipras tuvo que incumplir sistemáticamente su programa electoral para hacer frente a las exigencias del Eurogrupo. Aun así, parece que solo Pablo Echenique fue capaz de cuestionar el liderazgo de un hombre que, por momentos, recuerda a la derecha en su solidez al frente de una formación democrática. Sin que sirva de arma arrojadiza, no deja de ser curioso como Pablo Iglesias y Hugo Chávez coinciden en una base fundamental para mantenerse al frente: nadie ha sido capaz de calar en sus simpatizantes como ellos, llegando casi a santificar al líder olvidando que, en política, la crítica es un pilar fundamental.

VAVEL Logo