La dificultad de brillar alejado de los focos mediáticos

En una sociedad en la que la publicidad, el marketing y el impacto en los medios de masas y redes sociales parecen ser los principales factores para que un producto logre el éxito deseado tras su lanzamiento, son muchas las películas que tienen que remar contra viento y marea para llegar a las salas.

Venciendo la tempestad solo algunas consiguen el ansiado y sufrido objetivo, a veces utopía, de llegar a las salas. Allí, ahora tienen la oportunidad de ser vistas por un amplio público que al echar un vistazo a la cartelera puede decantarse por entrar a una sala u otra dependiendo de diversas circunstancias.

Pero es aquí cuando la calidad en muchas ocasiones no impera sobre lo comercial. Al pensar en esto, ocupan la mente una serie de películas que en su camino previo al estreno en las salas han gozado de múltiples halagos por parte de la crítica. Algunas de ellas incluso han pasado por importantes festivales en los que han arrasado con numerosos premios y reconocimientos. Se da la circunstancia de que suelen contar con un presupuesto humilde y han sido dirigidas por cineastas alejados de los focos y las largas trayectorias en el ámbito de la dirección de largometrajes.

Películas como A cambio de nada, Requisitos para ser una persona normal, B, la película o la recién estrenada en las salas Techo y Comida. Todas ellas producciones españolas de una calidad incontestable, resueltas de forma brillante y en las que sus respectivos equipos han puesto toda su pasión y empeño en aprovechar los recursos para hacer de pequeñas piezas un puzzle sólido y complejo. Cintas que de haber contado con mayores apoyos, pasarían del millón de euros de recaudación sin muchos problemas.

Haciendo un repaso a estos ejemplos, hay alguno que recientemente ha iniciado su andadura por los cines. Nos encontramos con Techo y comida. Largometraje dirigido por Juan Miguel Del Castillo que narra sin adornos ni florituras una situación tan dura como el desahucio que están a punto de vivir una madre y su hijo. Con matrícula de honor para Natalia de Molina en una de las interpretaciones más naturales y a la vez desgarradoras que ha dado nuestro cine en años, este filme merece todo el apoyo y reconocimiento por parte del público en las salas. Esta no es una historia de película. Esta es la situación que puede estar viviendo un vecino o un familiar. Porque así está contada, de una manera en la que sus personajes llegan al alma de quién la ve desde la butaca. Seis días después de su estreno, su equipo incluso ya ha tenido que pedir apoyos por redes para evitar que la cinta sea fulminada de la mayoría de los cines en los que está presente por falta de espectadores. Triste realidad de muchas películas brillantes alejadas de los focos mediáticos.

Daniel Guzmán en A cambio de nada cuenta una historia muy bien hilvanada y que desprende sensaciones que atrapan al espectador en cada secuencia. Es complicado que alguien no se sienta identificado con alguno de los temas que se abordan a lo largo de su guion. La amistad queda fielmente reflejada en todas sus facetas. Desde el cariño y la fidelidad de dos amigos, hasta la bondad entre personas que se conocen por casualidades de un destino que les acaba uniendo. Alrededor de 560000 euros en siete semanas en las salas fueron las cifras conseguidas por esta película que, sin duda, hubiese llegado a cotas más altas si el público hubiese recibido mayor efecto del 'boca a oreja'.

Leticia Dolera, establece en Requisitos para ser una persona normal una comedia fresca, armónica, con un reparto que encandila y en la que las cineasta y su equipo logran crear un mundo propio que dota de alma y una personalidad abrumadora a una producción que se mantuvo 15 semanas en las salas pero no logró llegar finalmente al medio millón de euros.

Por último, cabe hacer mención de B. Largometraje dirigido por David Ilundáin y que al igual que Techo y comida, se hace más que necesaria en los tiempos que corren. Cine social del que abre los ojos y que además cuenta con interpretaciones brutales como la de Pedro Casablanc en el papel de Bárcenas o Manolo Solo haciendo de Juez. Tras su estreno en los cines y cinco semanas en cartelera, la película apenas pudo recaudar 53000 euros.

Sus tráilers no han ocupado constantemente los espacios publicitarios de las principales cadenas privadas de televisión, sus pósters no han forrado las paradas de metro y autobuses urbanos de las grandes ciudades españolas durante las semanas previas a su estreno y sus intérpretes no han sido protagonistas de las portadas de revistas y diarios. La falta de presupuesto para llevar a cabo campañas de promoción más intensas posteriormente han hecho mella en el número de espectadores que, ajenos a lo que estas producciones contenían, han optado por adentrarse en la insípida comercialidad que a veces ofrecen las superproducciones que gastan cifras muy elevadas en publicidad.

Es este quizás este el mayor de los problemas con los que se encuentra el cine español que, al margen de las producciones de Telecinco Cinema y AtresMedia, sigue teniendo difícil hacerse hueco en un campo de batalla tan complicado y que al final siempre tiene los mismos heridos.

Solo en las manos de un espectador crítico y atrevido que se adentre en una sala dejando atrás los prejuicios y la creencia absurda de que solo lo que se ve en las grandes cabeceras es digno de grandes oportunidades, se podrá premiar con buenas recaudaciones y más semanas de proyección a diversos trabajos llenos de alma y calidad cinematográfica. De esos que erizan la piel y hacen abandonar la sala con los sentimientos alborotados. Para muchas de estas producciones llegar a los cines en estos tiempos ya es un triunfo, pero en nuestras manos está que estas obras sean reconocidas como se merecen y lleguen al público que deberían de llegar. Porque al fin y al cabo, los sentimientos que levantan en los espectadores que apuestan por ellas, no los puede crear el dinero.

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