Cuando Gloria Gaynor lanzó en 1975 la canción "I will survive" no pensó que serviría para que un director de talla mundial configurase una de sus mejores películas: The Martian.
Ridley Scott es un superviviente del séptimo arte, vilipendiado por muchos ha sobrevivido durante años las absurdas comparaciones con otros gigantes del celuloide. El director de Blade Runner realiza aquí su mejor obra en años, en demasiados años, mejor no decir cuántos y como no debía ser con un filme de ciencia ficción.
Este "Robinson Crusoe espacial" camina por las arenas marcianas como si de una isla desierta se tratase con el ingenio humano como única arma disponible. Si el bueno el Robinson tenía que apañárselas para buscar cocos y construir una cabaña, Matt Damon tiene una misión algo más difícil: volver a la Tierra.
Los acontecimientos se dividen entre lo terrestre y lo marciano: la lucha oscura de la burocracia contra la vida en el gigante rojo de un Matt Damon cómodo en su posición de naufrago. Los astronautas han cambiado, si antes Sigourney Weaver palidecía ante los envites del misterio sideral ahora Jessica Chastain se siente inmensa en el papel de mandamás galactico.
Marte es la consumación de años de blockbuster espaciales, Hollywood ha visto en la inmensidad del universo la oportunidad perfecta de hacer del polvo dinero. Ya se han visto todo tipo de aventuras cósmicas a cada cual más inverosímil e incluso algunas con tintes metafísicos. Nada de filosofía se encontrará en Marte todo queda a merced de la ciencia y del entendimiento humano, una bonachona premisa que esconde un mensaje demasiado tierno como para describir los entresijos de la carrera espacial. La grandilocuencia técnica esconde un déficit de profundidad en lo que a la soledad humana se refiere.
Las agencias espaciales salen demasiado bien paradas en una cinta sobre el espacio, lo que podría haber sido una desdeñosa crítica a la NASA se queda en Matt Damon bailando música disco. Con los años Scott ha perdido el toque asfixiante y demoledor de Blade Runner o Alien para pasar a una dosis palomitera de los viajes espaciales. Los replicantes han dejado paso a los frikis de laboratorio, lo que antes era oscuro y sucio ahora lleva gafas de pasta y se jacta de hacer bromas con Iron Man.
Scott lo ha conseguido, viaja rumbo hacia el planeta de los premios y la cuenta atrás ya ha comenzado. Veremos si tiene suficiente gasolina.