Alejandro Amenábar: Psicología cinematográfica evolutiva
Foto: casaamerica.es

Alejandro Amenábar ha vuelto. Tras seis años de anónimato, después de estrenar su quinto largometraje, Ágora, el director hispano-chileno ha regresado con un filme de tintes policíacos, psicológicos y sinuosos. Hablamos de Regresión, cinta protagonizada por Emma Watson y Ethan Hawke, en la que, como acostumbra en todos sus filmes, nada es lo que parece. Además de formar su éxito entorno a un conjunto profesional completo (director, productor, guionista y compositor), el director se ha caracterizado por dotar a sus guiones de un juego mental detallista y desarrollado, en el que el espectador profundiza de manera sorprendente. Desde sus inicios, ha sido tildado de brillante y excepcional en la totalidad de sus películas, enalteciéndole como uno de los cineastas más rutilantes del cine hispano. El 2 de octubre, con el estreno de Regresión, buscará otro hueco por el que llegar a la alfombra roja, como ya hizo con su estremecedora Mar Adentro. Su afán por esclarecer los recovecos mentales, los debates morales en un monólogo interior o los altibajos psico-sociales de una polis corrompida por su evolución sobre el conocimiento, queda plasmado a lo largo de su filmografía.

Cartel de 'Regresión', con Emma Watson. Foto: taringa.net

Nacido en Chile, pero de nacionalización española, Amenábar siempre ha sido una figura inquieta y de dotes nihilistas. Un detalle que marca sus inicios en el mundo cinematográfico es que no terminó sus estudios audiovisuales, dada la cantidad de teoría que inculcaban, en la Universidad, sobre una profesión que se debe conocer desde lo práctico. A pesar de que su decisión, en un primer momento, pusiera la tensión en su entorno, a día de hoy, no podemos contrariar que fue la mejor de su carrera. Siete años después de su incursión en el mundo universitario, y tras dirigir cortometrajes de calidad cuestionable, dada su inexperiencia, (Himenóptero, Luna, La Cabeza), llegó el inicio de un talento especial para urdir tramas psicopáticas, donde el desarrollo interno de sus personajes es uno de los pilares en los que basa sus cimientos. Tesis, su excepcional ópera prima, aterrizó a mediados de los noventa, como una savia nueva a lo que se estaba postulando en el momento. Una historia ágil y tortuosa, basada en la propia tesis de una alumna de la Facultad de Ciencias de la Información, y la obsesión enfermiza de su compañero. El guión, la estructura y la dirección (a pesar de ciertos errores, propios de la inexperiencia en largometrajes), le ensalzaron desde su estreno. Tan aclamada fue la cinta que le terminó por engalanar con 7 premios Goya. El incipiente éxito que se avecinaba entorno a este magnate del talento cinematográfico, provocó un gran foco sobre sus movimientos.

En 1997, y bajo la producción de José Luís Cuerda, quien ya se encargaría de su predecesora, llegó Abre Los Ojos, en lo que sería uno de los mejores filmes del cine español. Protagonizada por Eduardo Noriega, la película ahondaba en los intrínsecos matices de la mentalidad psicológica, así como en un mestizaje entre lo real y lo fantástico, hasta el punto de, al igual que su protagonista, no conocer en qué fase de la transformación kafkiana nos encontramos. Brillantez sin (casi) errores que, nuevamente, le pusieron en el escalón más alto del cine español. De hecho, su techo se expandió hasta Hollywood, de la mano de Tom Cruise, quien compró los derechos de adaptación y protagonizó la misma, bajo el nombre Vanilla Sky (2001). Sin embargo, no consiguió alzarse con ningún premio, honor que se llevó La Niña de tus Ojos, de forma merecida, puesto que fue presentado, como pasó con Tesis, desde una perspectiva diferente a lo ya observado. Su savia no se había secado, simplemente se encontraba en un estadio de regeneración que pronto vería la luz, desde la oscuridad más trémula, en Los Otros.

Cuatro años pasaron, desde que su mejor pieza, hasta esa fecha, se viera relegada a la segunda posición en la ceremonia de premios más prestigiosa de España, hasta que decidió lanzar otro fragmento de sus magníficas ideas. Los Otros nos introdujo en un mundo fantasmagórico, en el que la apreciación inicial queda reducida a cenizas con su clímax final, gracias al cual se debió su gran recibimiento entre la crítica. Una vez más, Amenábar nos deleitaba con una atmósfera oscura, de la mano de una inconmensurable Nicole Kidman, en la que los juegos mentales nos desvelaban detalles de su esencia, pero no nos dejaban ver la luz con total libertad. Habilidad narrativa, dirección impecable y guión con tintes shyamalanescos, pero desde la perspectiva Amenábar, añadiendo ingredientes que fabricaron una pieza un escalón por encima. Esta vez, además de volver a alcanzar la cumbre del celuloide, sí consiguió ver recompensado, con 8 premios Goya y una nominación a los Globos de Oro, su esfuerzo mental.

El cineasta siempre había mantenido su poso de suspense y tramas psicológicas, hasta que, en 2004, presentó una pieza pensada y dirigida desde el alma. Mar Adentro es, hasta el momento, su mejor película, en la que excava sobre la miseria humana, la moralidad legítima y el factor decisional sobre la figura personal, retratando temas tan telúricos como la eutanasia, el derecho a una muerte digna y el amor profesado hacia un enfermo que sólo quiere morir a su manera. Ayudado por la interpretación de un Javier Bardem pletórico, Amenábar habia dado resultado a una obra de categoría superior a sus predecesoras, en su cronología filmográfica. Retirando su obstinación por el mundo oculto de los pensamientos y las intrigas espirituales, moldeó su talento hacia una versión mejorada. Además de arrasar en los premios Goya (14 premios), alcanzó lo que todo cinesta sueña en sus ciernes; el Oscar. Concretamente, al de mejor película de habla no inglesa, premio que también le consagró en los Globos de Oro, Critics Choice Awards, Independent Spirit Awards, así como en el Festival de cine de Venecia, donde causó un estremecimiento inhóspito en la crítica.

Como el campeón que decide retirarse en lo más alto de su carrera, Amenábar esperó cinco años hasta que volviera a ponerse al mando de un nuevo proyecto. Con la lección aprendida, gracias al cambio de idea en Mar Adentro, Ágora llegó como una historia poco convencional, dentro de un mundo pasado, donde la sociedad empezaba a forma su particular sede de enseñanza. Y en esto basa su trama, en enseñar al espectador, desde la enseñanza de su protagonista, los dos mundos que, en la antigua Grecia, se disponían entorno a la evolución del hombre como ser cuestionable y que cuestiona lo que le rodea. Como ya lograse con Tesis, Los Otros y Mar Adentro, el director hispano-chileno triunfó en los premios Goya, aunque no de manera individual, sino con premios al trabajo del equipo (7, concretamente). No consiguió transmitir la fuerza y las intrigas palaciegas de las que se jactaba, en un primer momento, lo que convirtió a la cinta en la menos-buena de su filmografía.

Con Regresión vuelve a su origen psicopático, a las intrigas de legitimidad tortuosa y atmósfera oscura. Sin embargo, el valor añadido de un ingrediente alterno (El detective encarnado por Ethan Hawke), le proporciona una nueva salida ante la fastuosa trama que posee el guión. A lo largo de su carrera, no ha dado pasos en falso, sopesando cada idea, en busca de transmitir sentimientos o análisis nuevos, con un respeto admirable hacia el espectador, mostrando sus cartas pero guardándose el as que, en ocasiones, le ha hecho quedar por encima de sus homólogos. Evolución, perseverancia y ciertas gotas de un talento especial, han hecho de Amenábar un director con sello propio, del que se reconoce un estilo delicado y sumamente perfeccionista.

El 2 de octubre podremos apreciar la nueva pieza, protagonizada por Emma Watson y Ethan Hawke. Primeramente, abrirá el 63º festival de cine de San Sebastián, en la categoría fuera de concurso. Les dejamos con el tráiler.

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