Este sábado quedarán constituidos los ayuntamientos a lo largo de todo el territorio nacional. Será la primera legislatura tras la aparición en escena de Podemos y Ciudadanos, lo que ha acabado por dinamitar el bipartidismo. Se acabó gobernar en solitario, ya que ninguna Comunidad Autónoma estará gobernada con mayoría absoluta. Además, los dos nuevos partidos se han negado a formar gobiernos en coalición. Esto obligará a los recién nombrados presidentes a buscar el consenso con el resto de formaciones en todas y cada una de las decisiones a tomar. Como dijo Albert Rivera en una ocasión, se acabó lo de rojos y azules.
El golpe más duro se lo ha llevado el Partido Popular. El partido dirigido por Mª Dolores de Cospedal ha perdido cerca de dos millones y medio de votos y más de 3.000 concejales. Una fuga de apoyo que le llevará a salir de la mayoría de gobiernos a pesar de mantenerse como lista más votada. El primer gran tropiezo fue en Andalucía, una plaza históricamente socialista. Aun así, los populares habían logrado la mayoría mínima en las anteriores elecciones. Esta ventaja se esfumó el pasado 22 de marzo, cuando el PSOE le superó por una amplia diferencia. Pero ese resultado es un pequeño borrón en comparación con el resto del país.
Una de las grandes derrotas se dio en la Comunidad Valenciana. El PP, lista más votada tanto a nivel regional como en la ciudad, fue desbancado por una coalición de izquierdas. En el ayuntamiento de Valencia, Rita Barberá dejará el bastón de mando tras 24 años. En su lugar, Joan Ribó, candidato de Compromís, es alcalde con el voto favorable de socialistas y Valencia en Comú, la formación apoyada por Podemos. Mismo escenario para Alberto Fabra, que será sustituido por Ximo Puig, candidato del PSOE, con el apoyo de Compromís y Podemos. Será la primera vez, desde la fundación del Partido Popular, que el partido conservador no gobernará la Generalitat Valenciana.
Otro de sus grandes feudos, la Comunidad de Madrid, seguirá en poder popular gracias al apoyo de Ciudadanos. El partido de Albert Rivera votará a favor de Cristina Cifuentes siempre que esta firme una serie de acuerdos. No pasará así en el ayuntamiento, donde Manuela Carmena generó grandes expectativas desde el principio. Su llamada “candidatura ciudadana” no logró ganar las elecciones, pero la negativa de toda la oposición a pactar con Esperanza Aguirre dejó todas las posibilidades a Ahora Madrid. Finalmente, Antonio Miguel Carmona, el candidato socialista, mandó a la oposición al Partido Popular después de casi dos décadas.
A la secretaria general de los populares, Mª Dolores de Cospedal, también le crecen los enanos. En previsión de lo que podía pasar, la presidenta de Castilla La Mancha redujo el número de diputados en el Parlamento regional. Esta medida favorecía claramente a los dos grandes partidos, pues ahora se necesitan más votos para obtener un parlamentario. Lo que Cospedal no se imaginaba era que su única formación afín, Ciudadanos, quedara sin representación debido, precisamente, a esta norma. Ahora, con solo tres partidos representados, el pacto entre PSOE y Podemos está cada vez más cerca.
Misma situación se ha dado en Extremadura, donde socialistas y podemitas están a punto de alcanzar un acuerdo de la forma más peculiar posible: retransmiten sus reuniones en directo. Una forma de acercar la política a los ciudadanos, pero que ha suscitado cierta polémica. Aun así, todo apunta a que Monago no será el próximo presidente de la región. También han perdidos ayuntamientos tan importantes como el de La Coruña, que pasará a manos de Marea Atlántica, y el de Palma de Mallorca, que estará regido por un tripartito de izquierdas. Todavía queda por saber cómo quedará constituido el gobierno de algunas comunidades, aunque todo apunta que el PP mantendrá la Región de Murcia, donde estuvo a un solo escaño de la mayoría absoluta, Castilla y León, La Rioja y Madrid. Todo ello a falta de las elecciones a la Xunta de Galicia y a la Generalitat de Cataluña.
Unas expectativas nada buenas de cara a las próximas elecciones generales de finales de noviembre. Y, sobre todo, un panorama que contrasta demasiado con el discurso triunfal que ofreció el Partido Popular una vez conocidos los resultados electorales. Una falta de autocrítica que no solo le ha llevado a perder poder ejecutivo y legislativo, sino también estabilidad interna. Una estabilidad que le había llevado a escudarse tras un solo hombre, Mariano Rajoy, pero que se ha ido resquebrajando lentamente. La primera en dar la nota fue Esperanza Aguirre, quien defendió el sistema de primarias. Aunque la bomba tiene otro nombre: Juan Vicente Herrera. El político burgalés fue el primero que reclamó autocrítica a su partido, tirando la primera ficha de un dominó que todavía no ha acabado.
Ahora, sabiendo que dejará de gobernar en territorios muy importantes, y con Madrid y Barcelona tomadas por candidaturas de unidad popular (resultados que se suelen extrapolar al gobierno central), Mariano Rajoy ha puesto la maquinaria en marcha. Lo único que se sabe es que el gallego será el candidato a la presidencia, lo demás es una absoluta incógnita. Mucho se ha hablado de la salida de José Ignacio Wert del ejecutivo, y no se sabe aún cuantas carteras más cambiarán de dueño. Quienes lo conocen, afirman que Rajoy no es un hombre muy amigo de los cambios bruscos, algo que reconoció él mismo a los medios de comunicación. Lo único que sí está claro es que hará todo lo posible por salvar los muebles y recuperar los votos que le concedieron la mayoría absoluta en 2011. Se podría decir que es prácticamente imposible, pero bien es sabido que en Génova 13 saben ver la realidad desde otra perspectiva.