Es sabido que lo que guía a los partidos es la búsqueda del poder político. De hecho, es lo que les diferencia fundamentalmente del resto de organizaciones. Por esa razón, a menudo, los pactos poselectorales se convierten en una auténtica jungla, en la que partidos hambrientos buscan desesperadamente un poco de poder que llevarse a la boca. Ahora bien, siempre intentando que ese poder no se les indigeste y les impida en el futuro volver a por más. En este sentido, uno de los movimientos más destacados de los últimos días es la doble jugada de Ciudadanos, ya que esta formación ha sido indispensable en la formación de los gobiernos de Andalucía y de la Comunidad de Madrid.
Entonces, ¿qué lecturas pueden hacerse de estos pactos? En primer lugar, resulta llamativo, a la par que curioso, que el apoyo de Ciudadanos haya permitido la continuidad de los mismos partidos que gobiernan en Andalucía y en la Comunidad de Madrid. En Andalucía, el PSOE gobierna desde, ni más ni menos, 1978. Mientras que, el PP gobierna Madrid desde 1995. Ese largo período no es un problema per se, aunque sí puede tener que ver con que los gobiernos de estas comunidades hayan estado relacionados con casos de corrupción. Asimismo, tampoco conviene pasar por alto las conocidas sospechas de que el PSOE en Andalucía ha tejido una verdadera red clientelar.
Por razones como las citadas anteriormente, se hacía interesante que en estas dos comunidades hubiera, ya no un cambio, pero sí al menos una sustitución de los partidos que gobiernan ahí. ¿Por qué?, ¿al fin y al cabo no han obtenido el respaldo de la mayoría de los ciudadanos? Sí, evidentemente, pero también hay otra gran mayoría, considerando incluso la abstención, que han entendido más válida cualquier otra opción. Quizá, la polémica no gire en torno a la legitimidad, que de acuerdo con los principios de este régimen no hay nada objetable, sino más bien se trata de una cuestión de higiene política. Sencillamente, es bueno que el poder cambie, aunque sea de vez en cuando, un poco de manos. Puesto que, las consecuencias de la concentración de poder, sostenida en el tiempo, son conocidas por la ciudadanía.
No obstante, Ciudadanos entra en juego y decide que la mejor opción para esas comunidades es que continúen los mismos que gobernaban hasta entonces, ya que entienden que sus condiciones bastarán para renovar los fundamentos de un poder que se ha ejercido ininterrumpidamente 37 años en Andalucía y 20 en Madrid. Sin embargo, es posible que unos pequeños matices no sean suficientes para enderezar una dinámica tan fuertemente consolidada. Además, hay que destacar que Ciudadanos ha rebajado algunos de sus requisitos estrella tanto en Madrid como en Andalucía. En Madrid ha aceptado prestar su apoyo, a pesar de que el PP de esa comunidad no vaya a celebrar primarias. Mientras tanto, en Andalucía se ha suavizado la contundencia inicial que se mostraba contra los cargos políticos imputados por corrupción.
De esta manera, ¿qué implicaciones pueden tener estos cambios de última hora? Pues si estas medidas iban destinadas, en un principio, a “regenerar la democracia”, parece lógico deducir que si éstas se rebajan, las pretensiones de regeneración también lo hagan. Así pues, aunque la irrupción de Ciudadanos y Podemos había contribuido a situar la corrupción en un lugar destacado de la agencia mediática, con esto se está dando un paso atrás. ¿Qué puede explicar este tipo de comportamientos de los partidos? Quizá sirva para ello aquella fábula de la rana y el escorpión, en la que la rana ayudó al escorpión a cruzar el río, a cambio de que éste no le hiciera ningún mal. A pesar de ello, a mitad de camino, y aun sabiendo el fatal desenlace que aguardaría a ambos, el escorpión picó a la rana. Llegado ese momento, éste solo pudo disculparse diciendo que lo sentía, pero que era su naturaleza. Tal vez, como cuenta la fábula, sea esa la propia naturaleza de los partidos.