Cae a plomo la bruma de la noche, estalla la oscuridad en mil esquirlas por la inmensidad montañosa de los Cárpatos. Al marcar la medianoche en el reloj de una luna roja, el inframundo abre sus puertas y de ella surge una miríada de criaturas demoniacas que en el imperio nocturno gozan de pleno poder. Por el desfiladero del Borgo un carruaje sin conductor corta la helada y desafía a los abismos en dirección al castillo del mal. El relinchar de los caballos se confunde con los aullidos de los depredadores nocturnos, mientras la negra diligencia del miedo atraviesa los caminos escoltada por dos canes con sus ojos inyectados en sangre.
Los estrangulantes brazos del bosque apresan un camino en el que las ramas de los arboles parecen gárgolas dispuestas a echar a volar. Al fondo y entre lianas de terror se eleva una depresión rocosa coronada por las almenas de un castillo que se eleva infinito hacia una inmortalidad fantasmal. Es el castillo del Conde Drácula, la morada de los no muertos en la que el húngaro Bela Lugosi, el 'Drácula' de Tod Browning, reinó como Príncipe de las tinieblas hasta la irrupción en el mundo de las sombras del cine de un tremendo actor inglés que dotó al personaje de unas connotaciones hasta entonces no conocidas.
Christopher Lee, el vampiro seductor
De esta forma el oscuro carruaje de los no muertos se detuvo justo frente a la carrera cinematográfica de Christopher Lee, un imponente actor británico con más pinta de galán que de vampiro, que no dudó en ocultarse del sol y dormir cada día en el ataúd más célebre de la historia del cine y la literatura. Y cada noche, en cada película de la Hammer, Lee levantaba la tapa con ansias de sangre para seducir y morder el cuello a chicas con pinta de vampiresas que caían rendidas al vuelo nocturno de una capa negra. Porque Lee cambió el concepto, besaba y mordía a la vez, le dio un toque quizás más elegante al terror, más teatral, e incluso más humorístico.
Encarnó al vampiro en los clásicos Drácula: Príncipe de la tiniebla (1966) y El poder de la sangre de Drácula (1969), entre otras grandes producciones de Hollywood. Acostumbrados a lo siniestro y misterioso de Lugosi, la interpretación del actor británico, sus imponentes 1,96 m. de estatura marcaron definitivamente el devenir de una saga de terror que hoy día lleva un poco de la esencia de todos los condes que la interpretaron. Y la esencia del terror de Lee fue la seducción diabólica, la de un actor nacido el 27 de mayo de 1922 en Londres, en el aristocrático barrio de Belgravia, en el seno de una familia de clase alta. De esta forma la aristocracia entró de lleno en el mundo de las sombras, y aunque comenzó su carrera en 1947, con La extraña cita, de Terence Young, y jamás paró de trabajar, su salto a la fama no le llegó has su vinculación a la productora Hammer, con la interpretación del Conde Drácula, al que dio inmortal vida en una veintena de ocasiones.
Curiosamente en su primera interpretación para la célebre productora no encarnó al príncipe de las sombras, sino que dio vida a Frankenstein, monstruo creado por Mary Shelley, junto a su inseparable Peter Cushing en La maldición de Frankenstein (1957). Un año más tarde rodó junto a otra leyenda del cine de terror como Boris Karloff en Corridors of Blood, preludio de la que sería la interpretación que marcó su carrera, pues en aquel año de 1958 protagonizó Drácula (Terence Fisher), la primera de las adaptaciones que la Hammer realizó sobre la novela de Bram Stoker. Las puertas del estrellato se abrieron de par en par para Christopher Lee, que a lo largo de su carrera intervino en más de 250 películas, un gran número de ellas con el director Terence Fisher, destacando La momia, El perro de los Baskerville, Medusa… Se le pudo ver en La vida privada de Sherlock Holmes (Billy Wilder, 1970), así como en la película de 007, El hombre de la pistola de oro (Guy Hamilton, 1974).Pero Christopher Lee quedó definitivamente encasillado en el cine de terror y lógicamente en su papel del Conde de la sangre.
Rodó incansablemente en el género de terror, también comedias y series de televisión, aunque siempre guardó un especial recuerdo para El hombre de mimbre (The wicker man), de 1973, la que consideraba su mejor película. Paulatinamente y con la caída del género fue relegado a papeles secundarios, pero su amistad con Tim Burton y la admiración que le profesaba George Lucas acabaron por recuperar el brillo de su imponente figura. Cuentan que Lucas llamó Doku al personaje de Conde que interpretó el británico en la mítica saga de Star Wars, por el inmenso recuerdo que guardaba de Lee y su capa negra. Igualmente Tim Burton no dudó en recurrir a su seductora, terrorífica e imponente presencia para títulos como Sleepy Hollow, Charlie y la fábrica de chocolate, La novia cadáver, Alicia en el país de las maravillas y Sombras tenebrosas.
Fue el impulso definitivo para la enorme secuoya oscura que se elevó en la historia del cine, al que vimos encarnar poderosamente a Saruman en El Señor de los Anillos, aquel que se dejó ver en La víctima perfecta (2011), La invención de Hugo, y Tren de noche a Lisboa, al que también escuchamos en Extraordinary tales (2015), de Raúl García, con la que el animador español ilustró a Edgar Allan Poe. Un inmenso bastión del terror que trabajó con los mejores y los peores, aquel que prestó su grave voz de ultratumba para dar rienda a su creatividad en el heavy metal sinfónico.
La historia de los viejos miedos
Quizás los más jóvenes jamás se han sentido inseguros sin un crucifijo bajo el cuello, puede que no hayan comprobado inquietos si en la cocina de sus casas hay una ristra colmada de ajos dispuesta para ahuyentar las malignas presencias de la inmortalidad. Es posible que nunca hayan experimentado el desasosiego de mirarse al espejo y no verse reflejado, seguramente nunca habrán recurrido a Peter Cushing, siempre dispuesto con estaca en mano a encontrar el misterioso traje de madera en el que duerme el no muerto. Si es así, es que no conocieron a Christopher Lee, la diabólica inmortalidad que acecha en el reino de la noche, siempre presta para entrar, colgada bocabajo junto al marco de la ventana. Pues en el reino de la sangre Sir Christopher Lee, nombrado caballero en 2009, en el reino del terror de psicoanálisis su figura, aquella que nos parecía haber heredado la inmortalidad de Vlad Tepes, que nos hacía dudar si había encontrado la pócima de la eternidad en las notas del metal que tanto le atraía. Ese mismo al que un día la muerte le sorprendió abriendo las cortinas, dejando entrar un rayo de sol que convirtió su recuerdo en miles de notas que se escribirán en su honor, y que segundos más tarde se reducirán a cenizas. Simplemente Christopher Lee, la seducción de la sangre…