Su particular mirada del mundo, presente desde sus primeros trabajos, configura una cinematografía compuesta por relatos aparentemente disímiles pero con un común denominador: el cuerpo como termómetro de los miedos de la colectividad contemporánea.
La maternidad, por ejemplo, generalmente expuesta como reivindicación de lo femenino, es abordada por David Cronenberg en The Brood desde un punto de vista en el que el hijo se convierte en síntoma, o en The Fly, el resultado de un encuentro sexual marcado por lo grotesco.
Otro tópico característico de su cine es la unión entre lo orgánico y lo mecánico como prueba del terror hacia el contacto físico y por ende, a la enfermedad y la infección. Ante este temor, la tecnología se convierte en una herramienta que evita la incomodidad de dicho contacto, haciendo más evidente la deformidad de un cuerpo mitad máquina, mitad carne, sujeto a las lógicas de lo virtual, como se ilustra en Videodrome o eXistenZ.
En Maps to the Stars, estrenada en 2014, propone una fuerte crítica al "cuerpo social" de Hollywood, revelando lo que ha logrado en más de cincuenta años de carrera: crear una estética transgresora, cuestionar el statu quo y develar tabúes, todo esto valiéndose de esas mismas dinámicas que pretende señalar.
David Cronenberg es un director que hace parte del engranaje y por ello es el mejor exponente de su extensa obra, ya que consiguió insertarse en el sistema para representarlo y rebatirlo desde adentro, en su faceta más horrorosa y por ende, más real. Un autor que estará siempre dispuesto a recordarnos de qué estamos hechos. Y aunque ello no sea agradable, es indispensable. Larga vida al genio del horror corporal.