No son la trama, los personajes o el suspense los aspectos más destacables de Oculus, segundo contacto con el género de terror por parte de Mike Flanagan desde la galardonada Absentia (2011). Lo importante en este largometraje es la forma en que el director de Massachusetts ha tratado de innovar en un género que lleva años sin aportarnos nada significativamente nuevo.
Es una pena que, quizá debido a razones de márketing, se englobara bajo la etiqueta de terror y se recurriese a los espíritus y posesiones de turno. Si Flanagan se hubiera decantado por un terror psicológico, sin duda su obra habría calado mucho más hondo. Contaba con actores completamente capaces (muy buenas interpretaciones de los dos niños, destacando la tangible química con su versión adulta, a pesar de ser físicamente imposible) y una fresca mentalidad que bien podría haber explotado más a fondo, dada la originalidad del juego presente/pasado que supone, sin duda, el punto fuerte de la película.
De manera que sustos, sí; sangre, un poco; pero la etiqueta queda como una barrera que impide ir más allá. Con todo, merece la pena si uno ignora esos juicios previos impuestos por la industria, también conocidos con el nombre de "géneros".
Título: Oculus: El espejo del mal
Año: 2013
Director: Mike Flanagan
Reparto: Karen Gillan, Brenton Thwaites, Kate Sackhoff, Rory Cochrane, Annalise Basso, Garrett Ryan
Puntuación: 7 de 10
Palmarés: segundo premio del público en 'Midnight Madness', sección del Festival de Cine de Toronto
Tráiler: