Hace nueve años Robert Rodríguez decidió sacar a escena un cómic. El cómic trataba sobre unas historias truculentas ocurridas en el ambiente taciturno de una ciudad inventada: Basin City. Un hombre corpulento de cara desfigurada vagaba de garito en garito, babeando por las voluptuosas mujeres que bailaban para un público ensimismado con sus curvas de perdición. Lugar de reunión de matones, prostitutas y degenerados. Allí confluyen todos los elementos de una historia perfecta llevada al cine. Sin City.
Frank Miller es el autor de la pieza, Robert Rodríguez y Tarantino quienes hicieron posible su filmación y posterior descubrimiento a un amplio público desencantado con el mundo de la novela gráfica y encantado con el del séptimo arte. La sordidez de la trama y la actuación inconmensurable de artistas de la talla de Bruce Willis, Rosario Dawson o Clive Owen prendieron rápido en la parte más oscura de los amantes de la gran pantalla. El largometraje constaba de tres historias con un preludio y un postludio que nada tienen que ver con el nudo, como simple aperitivo para abrir boca y un postre edulcorado con la sonrisa de un hombre vestido con el batín blanco de un médico que cierra lo que él mismo empezó 147 minutos antes, enfundado en un traje, adulando a una mujer con el destino marcado en el ático de un rascacielos.
El duro adiós, La gran masacre, Ese bastardo amarillo y El cliente siempre tiene la razón fueron los escritos y dibujos de Miller lanzados a la proyección cinematográfica. Ahora le toca a Una dama por la que matar. Según la crítica de Rotten Tomatoes e IMDb, la secuela de Sin City cae a los abismos de la mediocridad reinante en el género de ficción y novela negra. Con un 41% y con un 7,6/10 puntúan los usuarios de las páginas respectivamente citadas, mientras la de 2005 fue puntuada con un 78% y un 8,2/10. Una bajada considerable si se tiene en cuenta la anterior película; ya calificada como "de culto" y de estricto visionado por todo el espectador afín a la acción, al amor bien entendido, a la noche, a los tugurios más sombríos de la ciudad y a la soledad de un hombre preocupado por "la razón de su existencia", en palabras de Marv (Mickey Rourke).
Bruce Willis, Mickey Rourke, Rosario Dawson y una cambiada Jessica Alba vuelven a repetir nueve años después. A la garra de Hartigan, la fuerza y la nobleza de Marv, la sensualidad de "la dulce valquiria", - parafraseando a Dwight McCarthy (Clive Owen) -, y la inocencia de la muñequita rubia se les une la esencia de femme fatale de Ava Lord, interpretada por la siempre candente y pícara Eva Green y la galantería de su enemigo en la nueva película, Josh Brolin, que hace el papel de Dwight, un hombre con sed de venganza.
El tráiler, por Dimension Films
Las opiniones están repartidas. Los medios más respetados no se ponen de acuerdo y dejan en el aire una magnífica duda para que el espectador moldee su propia crítica de una historia totalmente nueva e independiente de la de 2005, únicamente con pequeños matices que para nada resultan determinantes. Jeanette Catsoulis, de The New York Times, la califica así: "El mejor antídoto para toda su lobreguez y su postureo es Eva Green como Ava, la dama del título, que es todo un regalo del cielo", en cambio, Justin Chang, de Variety, se muestra mucho más duro: "Es realmente raro que una película que cuenta con tal cantidad de pechos desnudos, golpes a la entrepierna y cabezas cortadas, te tenga mirando el reloj cada 10 minutos". Para terminar con el episodio de opiniones, a Robbie Collin, de Telegraph, parece haberle satisfecho, aunque tampoco da su brazo a torcer con las puntuaciones: "Sin City 2 está decidida a hacerte pasar tu mejor mal rato que hayas tenido en años", sentencia, dando una nota de 3 sobre 5 al filme de 102 minutos engendrado por Miller y Robert Rodríguez.
La prostitución, la sangre, las armas, la violencia y las lágrimas empezarán a iluminar las butacas de los cines a partir del 22 de agosto, fecha elegida para que en Estados Unidos salga de una vez por todas la muestra más ilustrativa de cine negro desde que en 2005, Hartigan, Becky, Marv, Nancy y compañía se tatuaran a fuego en las mentes de los más acérrimos seguidores del romanticismo cinematográfico.