Pocos directores en España ofrecen productos tan arriesgados y novedosos como Nacho Vigalondo. En Los Cronocrímenes (2007) presentó ante el espectador una interesante paradoja temporal en la que un hombre intenta huir de un misterioso personaje con la cara vendada, para llegar a un laboratorio donde encuentra una máquina que le permitirá volver atrás en el tiempo; cuatro años después llegaba Extraterrestre, su segunda película, con una mayor carga cómica, en la que dos desconocidos despiertan en una casa que les es completamente ajena, pero no pueden salir porque hay OVNI sobrevolando la ciudad.
En esa misma línea de lo novedoso y arriesgado se encuentra su tercer largometraje, el primero rodado en inglés, Open Windows, en el que vemos a Nick (Elijah Wood), un chico que ha ganado un concurso para conocer a Jill Goddard (Sasha Grey), su actriz favorita. Pero cuando la cita entre ambos es suspendida entra en escena Chord, una hacker que le ofrece a Nick la posibilidad de espiar a su ídolo en la más estricta intimidad.
De esta forma, Vigalondo vuelve a llevar a la pantalla grande el voyeurismo que ya explotó Hitchock con La venta indiscreta (1954) o Peter Weir en El show de Truman (1998), pero potenciado con las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, un peligro del que ya advirtieron series como Black Mirror.
Pero estos elementos ya de sobra conocidos, se mezclan a la perfección en la mente del director cántabro para ofrecer una película diferente y excitante, dentro de ese estilo tan característico de Vigalondo que, por algún motivo, no termina de gustar en España, a pesar de arrasar en el extranjero.
Rodada en tiempo real, Open Windows nos mete de lleno en la piel de una fan que de pronto se ve envuelto en una situación que le supera, pero que a la vez le atrae y al igual que ocurría en la cinta de Hitchcock, pronto Nick cambiará su papel de pasivo observador por uno más activo, puesto que la vida de su querida Jill corre peligro.
Precisamente el hecho de estar rodada en tiempo real es uno de los factores que llevan al espectador a sumergirse de lleno en la historia. Desde los primeros minutos nos encontramos en la pantalla del ordenador de Nick, y de ahí no saldremos hasta el desenlace de la trama.
Vigalondo vuelve a llevar a la pantalla grande el voyeurismo que ya explotó Hitchock con La venta indiscreta
Lo que en otras películas serían cambios de planos o fundidos a negro, aquí se sustituyen por apariciones de ventanas en el PC y movimientos de la cámara para captar esa ventana. Se crea así un ritmo muy rápido que nos obliga a no perdernos detalle, a la vez que nos transmite la sensación de asfixia y nerviosismo de Nick, al verse obligado a cumplir las órdenes de alguien que, sin saber cómo, se ha adueñado de su ordenador.
Aunque esto también supuso un gran problema para el equipo técnico. Los 100 minutos que dura Open Windows son solo una parte de las siete horas totales de metraje, además hay que tener en cuenta que cada ventana suponía una grabación independiente, pero a su vez coordinada con el resto, y hay momentos en los que la pantalla llega a tener más de cuatro de estas. Todos estos factores obligaron a que la posproducción se prolongase durante un año y retardase el estreno de la película.
Mención aparte merece el guion, escrito también por Nacho Vigalondo y que escapa a cualquier intento del espectador por descubrir el final. Además, como ya ocurrió en Los cronocrímenes, durante la trama encontramos pequeños detalles que nos dan pistas sobre el desenlace pero que, obviamente, son muy difíciles de relacionar durante el transcurso de la película. Por otro lado, la cinta parece refrescarse periodicamente, pues cada cierto tiempo encontramos un nuevo elemento que hace avanzar un poco más esa relación entre voyeurismo y tecnología, como sería el pinchazo a la webcam o las incámaras ping-pong.
Sasha Grey, como anillo al dedo
Uno de los factores más controvertidos a la vez que atrayentes de Open Windows fue la aparición en ella de Sasha Grey. Muchos todavía la veían como una actriz de cine para adultos, y creían que su papel en la película de Vigalondo sería el mismo de siempre, sin embargo la californiana ha demostrado que su talento va más allá del cine pornográfico, algo que ya demostró en The girlfriend experience (Steven Soderbergh, 2009).
No obstante, el papel de Jill Goddard parece estar pensando para Sasha Grey, aunque Vigalondo ha admitido en varias ocasiones que no es así, sino que creó al personaje y luego buscó a la intérprete. El erotismo que despierta la actriz entre el público masculino, es el mismo que despierta su personaje en Nick (y por extensión también en los espectadores), llegando a fusionarse ambos en el momento culmen de la cinta, cuando Jill se desnuda para su acosador.