La secuela El amanecer del Planeta de los Simios llegará a nuestros cines el 18 de julio y Gary Oldman, a sus 56 años de edad, ha aprovechado la promoción para cargar contra todo lo imaginable en su más reciente entrevista publicada por Playboy. El inglés no ha dejado títere con cabeza, lanzando críticas a diestro y siniestro en cada una de las preguntas que se le iban planteando.
Ya al comienzo del artículo, Oldman apunta que está descontento con el desarrollo de su carrera, confesando que no le gustó Sid y Nancy (la película que le dio la fama en 1986), especialmente porque no interpretó a Sid tan bien como debiera. Sus más exitosos proyectos, como son la saga Harry Potter, la trilogía Batman de Christopher Nolan o El quinto elemento con considerados para él simples "trabajos": «He aprendido a lo largo de los años que la gente se molesta cuando te dicen cuál es su película favorita y tu contestas "¿En serio? ¿Te gustó ese pedazo de mierda?", que es el tipo de respuesta que daría Sean Penn. Así que ahora le digo a la gente "Gracias, es genial" y sigo con lo mío.»
Los fragmentos de la entrevista en los que el actor habla sobre sus series de televisión favoritas, los filmes esenciales que trata de inculcarles a sus hijos o sus positivas experiencias a la hora de trabajar con directores como Alfonso Cuarón o Francis Ford Coppola quedan eclipsados por directas críticas políticas y sociales: al preguntarle si tiene una visión optimista del futuro, responde que «nuestro mundo se ha ido al infierno.» Como ejemplo, propone la forma de educar a sus hijos que algunos padres tienen hoy en día, a través de horarios y exagerada supervisión: «Los niños creen de verdad que son el centro del jodido universo. Pero entonces salen al mundo real y piensan "Mierda, quizás no todo gire en torno a mí" y todo eso desemboca en narcicismo, depresión y ansiedad.»
"No es que pasara en el bar todas las noches o que bebiera en el set. Siempre me tomo en serio mi trabajo [...] y me choca cuando otros no lo hacen."
Playboy también consigue que Oldman se moje en cuestiones de groupies e incluso que comparta su opinión acerca de la legalización de la marihuana («No lo apoyo [...] Para mí, el problema está en las carreteras [...] Lo que más me preocupa es que los niños acaben debajo de las ruedas de los coches.») En este sentido, afirma que el secreto de la sobriedad está en "querer parar" y comenta las muertes de compañeros como Heath Ledger o Philip Seymour Hoffman, achacadas al consumo excesivo de drogas. «Incluso cuando estás trabajando con ellos, nunca llegas a saber cómo son realmente en su propia casa. [...] Lo que finalmente ocurre es que se ponen la bebida o las drogas por encima de todo lo demás.»
La parte que más ha llamado la atención de los medios y del público ha sido la referida a los altercados que ha protagonizado Mel Gibson durante los últimos años, quien tuvo problemas por utilizar lenguaje racista en situaciones de tensión. En relación con ello, Oldman ha concluído que «todos somos unos malditos hipócritas» y que «lo políticamente correcto es una mierda.» Declara que siente que nadie es capaz de aceptar una broma y que las personas que se vieron ofendidas por aquellas palabras probablemente también ofendan a otras de la misma forma. Playboy le pregunta su opinión acerca del Papa y, tras contestar «¡que le den al Papa!», el inglés bromea sobre la brutal honestidad que está mostrando en la entrevista y sobre cómo deberían descartar la mitad porque le va a hacer sonar como un "fanático".
"Cada vez más, las personas en esta cultura son capaces de esconderse tras la comedia y la sátira para decir cosas que normalmente no podrían decir."
El actor, cansado de dobles raseros, termina hablando de política y echando pestes de Hollywood. Condena que a él no se le esté permitido insultar públicamente a una figura política, pero que algunos poderosos puedan faltarle al respeto a personas de su mismo oficio.
Los valores ambiguos que, según él, definen nuestra cultura llegan también a Hollywood: «en los Oscars, si no votabas por Doce años de esclavitud, eras racista.»
Por último, confiesa que para llegar lejos en la industria no es suficiente limitarse a ser actor, sino que también hay que trabajarse el ser una celebrity, hacerse campaña a uno mismo y que, si hubiera profundizado más en ese aspecto, quizás ahora tendría un Oscar en sus manos.
Gary Oldman es consciente de sus dotes para la interpretación y sabe que su carrera ha resultado fructífera gracias a que se ha mantenido centrado y a que ha tenido buena suerte. Dice que le encanta su trabajo y que ojalá eso fuera suficiente, pero en Hollywood los personajes públicos como él son sometidos a análisis tanto dentro como fuera de los rodajes.
Es debido a su veteranía, su larga experiencia y su fama internacional que el londinense puede permitirse hacer estas declaraciones y parecer, para la mayoría de los espectadores, una persona honesta y con los pies en la Tierra que ve más allá de la imagen de perfección y equilibrio que Hollywood trata de vendernos.