Requiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000) es la tercera película del director estadounidense Darren Aronofsky, también director de éxitos de taquilla como Cisne Negro (Black Swan, 2010) o El Luchador (The Fighter, 2008). Dos años antes, en 1998, Aronofsky realizó el embrión visual de lo que sería una de sus obras más conocidas. Pi, fe en el Caos (π: Faith in Chaos, 1998) daba rienda suelta a estímulos visuales de duración muy corta acompañados de sonidos efectistas. Todo esto construía una atmósfera que marcaba el ritmo del filme.
Los hallazgos realizados en Pi le sirvieron a Aronofsky como base para su nueva película. Requiem por un sueño posee una base visual muy sólida. La mezcla de colores llamativos junto a imágenes distorsionadas, propias de la relación con las drogas, y filtros de degradados y de ruido visual forman parte de todo el universo visual de la película. Un uso muy inteligente de los encuadres ayuda a que esta sea una película digna de un estudio profundo de las imágenes, las relaciones de los personajes y las intenciones del director.
Como pequeña muestra, y sin peligro de spoiler, analizamos una secuencia inicial del filme. En escena aparecen dos personajes: Sara y Harry, madre e hijo. Harry tiene problemas de adicción a las drogas, cosa que hace que se lleve cosas de casa para luego venderlas y gastarse el dinero en su adicción. En esta escena Harry se lleva el televisor de casa de su madre y esta, atemorizada, se esconde en un armario. Aronofsky muestra la separación entre los dos personajes de una forma física sobre la misma pantalla dividiendo a ésta en dos. La tipología de los encuadres, planos muy cerrados, encierran a los personajes, los atrapan. El movimiento de la cámara, en los planos de Sara más estabilizado que los de Harry, reflejan la personalidad y el estado de ánimo de los personajes. La música va acorde con la escena, que va evolucionando hacia una intensidad baja, y acaba finalizando con el plano completo con el encuadre de Sara, aún escondida y a oscuras. Los encuadres centrados en el punto de vista de los personajes son abundantes ya que la historia trata de cómo ven el mundo y sus familiares y amigos.
En Requiem por un sueño Aronofsky lleva a cabo el cine en estado puro: la preparación de los planos con un objetivo muy claro, el uso de las líneas para representar los sentimientos de los personajes, los planos de detalle para dar vida a las sensaciones de los protagonistas y el uso intencionado de la luz y el color para dar forma a un atmósfera determinada.
Con este filme se demuestra que realizar películas técnicamente correctas, siguiendo las reglas cinematográficas, no va en contraposición con un cine comercial de blockbusters o éxitos de taquilla.