No es necesario un gran equipaje, solamente estar despierto, atento y con una mente abierta, pues lo más importante del viaje que estamos a punto de empezar es estar dispuestos a ver de todo y de muchas formas diferentes. Sí, nuestro destino, el cine independiente, es muy rico en estilos, historias y visiones. El 1939, la joven Dorothy viajó más allá del arco iris en El mago de Oz y ya nunca fue la misma, a partir de aquel momento lo veía todo de otra forma. Y, ahora, con VAVEL Indie, se pretende haceros viajar de la misma forma que la protagonista del musical dirigido por Fleming, con el fin de descubrir más a fondo un mundo lleno de formas y colores. Eso sí, siempre disfrutando. Y hoy, para nuestra primera parada cinematográfica, el avión nos llevará hasta Japón, para compartir nuevas experiencias con Bob y Charlotte, los protagonistas de Lost in Translation.
La máquina del tiempo se para en en el 2003, año que se estrenó el segundo largometraje de Sofia Coppola, la hija del mítico Francis Ford Coppola (El Padrino, Apocalypse Now) y prima del actor Nicolas Cage. Juntamente con Bill Murray y una joven Scarlett Johansson, la directora americana nos cuenta las experiencias que tienen en la capital nipona Bob Harris, un actor americano en decadencia que ha viajado hasta Tokio para rodar un anuncio, y Charlotte, una chica que ha ido hasta Japón por el trabajo de su marido y pasa sus días aburrida y sola. Una historia de dos almas parecidas y tristes que, aunque están en una de las ciudades más grandes del mundo, los dos se encuentran y recuperan un poco de vida en un entorno tant ordenado, sistemático y aburrido. Pero, que el argumento no os engañe, no se trata de la tópica historia romántica, ni de un drama inverosímil; justo lo contrario, es de las historias más naturales jamás rodadas, con sus momentos tristes pero, también, con grandes sonrisas y, sobre todo, llena de humanidad.
Naturalidad y humanidad. (Foto (sin efecto): revistasala1).
Perdidos en la inmensidad
Los dos protagonistas no se sienten cómodos en Tokio. Además de ser una ciudad muy grande, se encuentran en un mundo con una cultura y unos hábitos muy diferentes a los que están acostumbrados Bob y Charlotte. Este problema aumenta teniendo en cuenta que están solos y no saben hablar japonés, dificultando la comunicación con la comunidad japonesa (un gran ejemplo es el gag cómico entre el director del anuncio y el personaje que interpreta Bill Murray). Esta situación provoca un gran malestar, especialmente al actor en decadencia, quien prefiere pasar las horas encerrado en su habitación o bebiendo en el bar del hotel, los dos lugares más occidentales de su entorno. Por otra parte, la joven sí que aprovecha para salir y conocer un poco la gran ciudad nipona. Posiblemente debido a su aburrimiento, pero conocer el lugar donde pisa y sus tradiciones parece interesarle bastante más que a Bob.
Pero esta sensación de estar perdidos en la grandiosidad de Tokio es un reflejo de cómo se sienten los dos personajes principales de la película con ellos mismos. El problema de no sentirse encajado en un sitio que desconocen es el mismo que tienen con su vida y su mente. Un actor en decadencia que parece no tener la atención y el amor que desearía en casa con su mujer y su hijo. Una joven, con mucha vida por delante, que vive acompañando a su marido por donde sea que le llame su trabajo. Él, se siente como en una calle que se está acabando y llega en un callejón en el que no ve una salida. Ella, aún no sabe qué calle debería tomar y está quieta sin decidir por dónde ir. Dos almas que están perdidas en sus mundos personales, una crisis existencial que, tal y como se muestra en la película, no solucionarán libros o guías de autoayuda. Cuando hablan por primera vez, la broma no se queda en poder escapar de Japón, más bien de encontrar una salida en la encrucijada personal en la que se encuentra cada uno de ellos; olvidarlo todo y huír.
Y por unas horas lo consiguen: salen de fiesta por la noche, van a comer, hablan hasta caer dormidos... Entre los dos protagonistas consiguen crear un pequeño refugio en el que aislarse de sus propios problemas, de las dudas existenciales, de los ruidos de la gran ciudad. El vínculo que crean les devuelve las sonrisas, la vitalidad. Les da igual hacer el ridículo y que alguien les vea, solamente quieren disfrutar y no pensar en nada más. De repente, su pesada estancia en Japón se transforma en un viaje completamente diferente una vez se encuentran estas dos almas perdidas. Una bonita forma de, temporalmente, olvidarte de todos los problemas y reírte del mundo con tu nuevo compañero de viaje.
Aislarse de los problemas. (Foto (sin efecto): mooninthegutter).
Imágenes que hablan
Además de un magnífico guion, la planificación de las imágenes de la película tienen una carga muy importante en el sentido global de la película. Los diferentes planos del principio de la película ya introducen el estado en el que se encuentran los dos protagonistas. El primero de todos, en el que se ve desde detrás a Charlotte en la cama, transmite tristeza, monotonía, tal y como se siente ella. Su posición, totalmente horizontal, reforzado por los títulos, da una sensación de quietud, y el color gris de las letras, el jersey, y las cortinas transmiten aburrimiento. Este estado aumenta con todas las líneas rectas y verticales que hay en pasado la figura de la chica, llenando de monotonía el aire. Solamente este plano contiene un conjunto de sensaciones que ya muestran al espectador como se siente la protagonista por dentro.
Con la presentación de Bob pasa algo muy similar. La primera vez que aparece el actor en decadencia es cuando llega a la ciudad. Estos planos destacan por sus contrastes: las luces chillonas de la ciudad de Tokio por una parte, y la figura en la sombra del taxi de un artista que está pasando por muy malos momentos. Una ciudad que se ve muy grande y infinita, debido al desenfoque de las luces, que se va comiendo a Bob. El dinamismo de la ciudad de la tecnología choca con la seriedad y la tranquilidad del americano. Dos figuras que, ya en un principio, se ve como son incompatibles.
Pero estos dos casos solo son los primeros, los introductorios de los personajes, una pequeña muestra de la importancia de la carga visual en esta película. En varias ocasiones se recurre a diferentes elementos: el espejo que separa a Charlotte de la ciudad como metáfora de lo separada que se siente de la ciudad (siempre recordando el uso metafórico de la ciudad y su confusión con su crisis existencial); planos generales de ellos caminando por las calles llenas de gente para mostrar su soledad y lo perdidos que están; el caos de los sitios por donde pasan como espejo de su saturación emocional... Toda una variedad de recursos visuales que se verán ayudados por un buen uso del sonido o, más bien, por saber utilizar con astucia y sin miedo el silencio (además de una banda sonora excepcional y muy bien escogida en cada momento).
Primer plano de la película. (Foto (sin efecto): abortionsforall).
Binomio interpretativo brillante
Como antes se ha comentado en este escrito, uno de los logros de la película se encuentra en la naturalidad de la película. Y esto se debe, principalmente, al brillante trabajo de Bill y Scarlett. Se establece un vínculo entre los dos que es puro diamante. El choque entre sus dos personajes es de lo mejor que se ha visto en el cine en los últimos años. Sus momentos en el karaoke, en el hospital, en la cama... Son especialmente en estas ocasiones que olvidas por completo que estás viendo una película de ficción. La humanidad que expira su relación impregna cada una de las escenas que forman Lost in Translation. Posiblemente Coppola se enamoró de lo que estaban haciendo los dos actores y les dio carta libre en más de una ocasión.
Y, para acabar, toca centrarse en Murray. Antes de participar en esta película de culto, ya había interpretado una gran cantidad de papeles en muchas otras cintas (Los Tenenbaums, Ed Wood, Atrapado en el tiempo, Los cazafantasmas...), pero, sin duda, la palma se la lleva con su trabajo de Bob Harris. En algunas escenas de la película su interpretación parece tan real que es como si no estuviera actuando lo más mínimo; como si la película tratara sobre su vida real. Es imposible no acabar enamorado de él una vez terminada la película. Scarlett también hace un trabajo maravilloso en Lost in Translation, pero la veracidad de la actuación de su compañero es brillante.
La mejor interpretación de Murray hasta el momento. (Foto (sin efecto): silvervelvetsky).