Después de media vida encima de los escenarios haciendo reír a grandes y pequeños, hombres y mujeres, el malagueño Dani Rovira da el salto a la gran pantalla de la mano de Mediaset (quien ya le había llevado a la pequeña en B&B). Junto a él se encuentra Clara Lago, una actriz que está lejos de ser una novata, pues entre televisión y cine suma más de una veintena de papeles, por mencionar algunos podemos citar Fin (Jorge Torregrossa, 2012), Primos (Daniel Sánchez Arévalo, 2011) o la serie Compañeros.
Sin duda, dos actores completamente distintos, al igual que sus personajes. Rovira interpreta a Rafa (o Antxon), un sevillano que, tras una noche de amor, pierde la cabeza por una Amaia (Clara Lago), una vasca que desaparece al día siguiente dejando, cual Cenicienta, su bolso en el camino. Rafa, convencido de que ella es el amor de su vida, decide atravesar España para devolverle sus cosas y pedirle que se case con él. Pero las cosas no son fáciles para un andaluz en el País Vasco.
El reparto lo completan Carmen Machi como la madre del novio, y Karra Elejalde como el padre de Amaia. Todos ellos dirigidos por Emilio Martínez Lázaro.
Romanticismo y comedia
La película tiene dos vertientes completamente diferenciadas: por un lado está la historia de amor entre Rafa y Amaia, mientras que por el otro encontramos la parte cómica, llevada magistralmente por Dani Rovira.
Existe una clara diferencia entre ambas partes, no solo por tratarse de géneros distintos. La primera, la romántica, es lo que ya hemos visto en cientos y cientos de películas, baste como ejemplo el hombre enamorado (aquí Rafa) que recorre medio mundo y hace el más difícil todavía para conquistar a la chica (Amaia) que en principio no quería nada con él.
Mención aparte merece la vertiente cómica de Ocho apellidos vascos. Curtido en mil batallas, Dani Rovira mezcla a la perfección el papel de sevillano amante de su tierra que se ve aterrado ante la idea de subir al norte, donde todo es extraño para él, con el de bromista y animado que tanta fama le ha dado.
Vascos y andaluces
Todo parece indicar que algunos chistes van a herir a algunas personas. El conflicto vasco no está precisamente en su mejor momento y la imagen que tiene Rafa de ellos no es la más adecuada para solucionar el problema. Desde el punto de vista del protagonista, los vascos son gente bruta y terca, de hecho, según él, su hobbie favorito es el de tirar piedras.
Algunos dirán, y con razón, que la visión que se da de los vascos aquí es completamente estereotipada. Pero ese argumento se viene abajo cuando vemos a los andaluces. Rovira sabe reírse de sí mismo y de su tierra al encarnar al sevillano típico, amante de la Semana Santa, de las sevillanas y de El Rocío, sin que falte por supuesto el acento andaluz. Así que una de cal y otra de arena, mientras que los vascos se nos presentan como unas personas (temas independentistas aparte) que te acarician y te dejan marca, los andaluces aparecen tal y como se ven fuera de sus fronteras, como amantes de la fiesta y de la pereza. Ninguna de las dos imágenes se corresponde con la realidad.
La autoparodia del pueblo vasco y sus tradiciones y aficiones hará que muchos recuerden de Vaya semanita, el mítico programa de ETB, quien también colabora en la producción de la película, y no es extraño pues los dos guionistas, Borja Cobeaga y Diego San José, comenzaron su andadura en el mundo de la audiovisual en dicho programa. De ahí los continuos chistes al Athletic (Clemente es uno de los ocho apellidos que escoge Rafa o Antxon en este caso), a la pilota o a la fuerza sobrehumana de los vascos, características todas ellas presentes en el espacio presentado por Andoni Agirregomezkorta.
Poco más que decir, salvo que Ocho apellidos vascos cumple como comedia y hará pasar un buen rato a los espectadores, pero como película romántica no aporta nada nuevo ni sorprendente, ni siquiera el final que, como es lógico, aquí no vamos a desvelar, pero no es muy difícil imaginarlo.