El adiós de un escultor del tiempo
Alain Resnais, un creador sin límites (Foto: Whatculture).

François Truffaut, Louis Malle, Claude Chabrol, Éric Rohmer, Roger Vadim. A esta lista de nombres se unió esta mañana el del mágico Alain Resnais, uno de los máximos exponentes del cine francés de la segunda mitad del siglo pasado. Una serie de nombres llena de calidad filmográfica, talento y visión en perspectiva, nombres que han volado dejando a sus espaldas una fuerza cinematográfica sin parangón. Sólo el soñador Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y la rupturista Agnès Varda continúan representando a un movimiento, la Nouvelle Vague, que encandiló a Europa desde los años 50.

Resnais, un autor propio y distinto, se ha ido en la mañana de este dos de marzo, a la avanzada edad de 91 años, pero en su plena actividad profesional, puesto que su última película, Aimer, boire et chanter, se estrenará el próximo 26 de marzo en Francia, y ya ha sido visionada en el festival de Berlín, en el que triunfó con dos galardones y una nominación. Alrededor de 20 largometrajes componen su filmografía, además de numerosos cortos y documentales, marcados por su estilo rupturista y liberador, símbolo de un movimiento sin precedentes que triunfó de su mano y la de Truffaut, principalmente.

Resnais reflexionó sobre los solitarios campos de concentración con la devastadora Noche y NieblaInvolucrado en movimientos fílmicos de gran calibre, Resnais destacó por su estudio de la evolución temporal a través de retales, recuerdos o pasajes mentales. La construcción de la evolución de los hechos a través de un segundo plano fue la clave del éxito de sus más dulces producciones, empezando por la devastadora Hiroshima, mon amouratravesando los solitarios campos de concentración en el devastador documental Noche y niebla y cerrando el círculo con la inolvidable El año pasado en Marienbad.

Su proyección, sin detenimiento, se ha extendido hasta la época más reciente, logrando un cómico y altísimo nivel expresivo en 1997 con On connaît la chanson y, más recientemente, brillando con Asuntos privados en lugares públicos y Las malas hierbas, películas que llegaron a la taquilla española con años de retraso, dejando en evidencia la lacra cultural de las salas de cine nacionales. Con esta última Resnais sería nominado a la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2009, además de ser premiado en el mismo por su inmensa trayectoria profesional y recibir numerosas nominaciones en los Premios César del mismo año. 

Con su adiós se esfuman con el viento una gran parte de las ilusiones de la Nouvelle Vague, sumidas en la noche y tras la niebla que durante tiempo despejó con su actividad cinematográfica. Con Resnais, parte de la historia del cine francés se evapora, condensándose a sus pies todos los años de reflexión y pureza visual. Dejando, con su nombre, el recuerdo de un cineasta irrepetible.

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