Paco de Lucía, el Stravinsky de la guitarra
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Un 21 de diciembre de 1947 nace en el barrio algecireño de La Bajadilla, en la calle San Francisco, Francisco Sánchez Gómez, ‘Paco de Lucía'. Luego se muda a la calle Barcelona, donde Paco, María, Antonio, Pepe y Ramón, crecen en una modesta casa con un patio en el que un melocotonero y una dama de noche son testigos del sentir flamenco de una familia muy unida. Todos artistas, con compás, desde el pelo hasta los pies, pero entre ellos un genio al que será imposible detener.

El paisaje de su nacimiento está entre dos aguas, las aguas del Mediterráneo y del Océano Atlántico que bañan la costa de Algeciras. Esa niñez sustenta su vida como artista, y como hombre que nace junto al mar, siempre fue un soñador con un afinado sentido de la libertad que volcó en el flamenco y las sinuosas curvas de un instrumento que no suena sino que canta. Hijo del también guitarrista Antonio Sánchez y Luzía Gomes “La Portuguesa", Paquito el de “La Portuguesa”, Paco el de Lucía, también el de Andalucía. Precisamente de Antonio Sánchez, su padre recibe sus primeras lecciones, que a su vez porta en su estilo la influencia de Titi de Marchena (primo del bastión flamenco Pepe Marchena). En aquella casa Antonio padre era el patriarca del arte y de ahí cada uno hizo su interpretación de lo vivido, lo aprendido.

Por tanto nace dentro del flamenco, pues para Paco el flamenco nunca tuvo nada que ver con los mil ensayos escritos por los estudiosos de flamencología, era algo mucho más sencillo, más puro, para alguien como él era como respirar. Cuando agarró la guitarra por primera vez ya sabía el ritmo, que era algo fundamental y conocía el lenguaje, algo igualmente primordial para desarrollar su propia personalidad con una guitarra. Su padre al ver que tenía un talento especial le sacó de la escuela porque no tenía los ocho duros que precisaba y le dijo, quédate en casa y haz algo bien: toca la guitarra. Paco se encerraba horas y horas y los vecinos al escucharle tocar creían que tenía discos de pizarra. No tuvo que aprender la bases del flamenco intelectualmente, para aquel joven tocar la guitarra es algo inherente en él, era algo tan natural como el habla.

Valiente y curioso jamás se estableció fronteras a su creatividad, siempre estuvo dispuesto a probar, a buscar en su inspiración oasis mágicos de fusión entre la música y la expresión flamenca de un instrumento creado en gran medida para ser tocado por genios como Paco que no sabía de música, tocaba por oído, por percepción, y fue criticado en sus orígenes por tocar con una pierna cruzada, pero el hijo de “La Portuguesa” era único, no se parecía a nadie. Tocaba la música del “Niño Ricardo” sus falsetas porque era el maestro del que aprendió, un creador que enseñó a toda su generación a tocar. “El Niño Ricardo” nada más verle, nada más oírle intuyó grandeza en su pupilo, que no tardó en despegar. “Los chiquitos de Algeciras” tienen en Paco el bastión de la genialidad, el Stravinsky de una guitarra flamenca que enamora con sus sonidos. Encanta al ignoto y vuelve loco al entendido, hace sentir el flamenco, Paco creó un lenguaje en sí mismo, pues desde que partió de las falsetas del “Niño Ricardo” todo lo que hizo fue nuevo y de su propia creación.

Fue mucho más allá de las unidades melódicas, llegó a crear sus propias estructuras melódicas, rítmicas y armónicas, y “Entre dos aguas” (1973 que permaneció 20 semanas en la lista de éxitos españoles) es la mayor demostración de ello. A la edad de doce años marcharon a Madrid a buscarse la vida y solo un año después ya estaba de gira por Estados Unidos con José Greco. Desde los doce años no ha parado y aunque la devoción que sentía en sus inicios acabó convirtiéndose en obligación, verle, oírle con una guitarra no tiene parangón. Aunque encontró en Yucatán el estado mágico, ese mar de paz que siempre anduvo buscando, jamás pudo desprenderse de esa angustiosa y masoquista percepción que engancha y siente el artista que busca ávido nuevas creaciones.

Acompañó por primera vez a Camarón en Jerez, se lo encontró una mañana de vuelta de una intensa madrugada, dando cada uno notas de su prodigiosa garganta y el desfiladero de cuerdas de una guitarra. Estuvieron todo el día juntos estableciendo la magia, Paco quedó impresionado con Camarón, vio en él desde el primer instante la revolución y el símbolo del flamenco joven. Camarón le mira con ojos ávidos de guitarra, mientras de las manos de Paco surge el requiebro de una música que pone alfombra roja a la voz que surge de la fragua. Camarón se lo encontró en el camino y la guitarra de Paco se subió a lomos de su caballo, pura magia. Es complejo que dos genios como ellos se crucen en una misma generación, pero en el caso de Paco y Camarón se juntaron la mejor voz flamenca con la mejor guitarra del pasado siglo, el actual y el siguiente… Así de sencillo

Grabaron diez discos entre 1968 y 1977 y el mástil de su guitarra amplió conocimientos a la vez que la voz de Camarón se inmortaliza en el Olimpo del flamenco, donde el isleño es eterno y siempre aguarda el genial acompañamiento de Paco. Paco de Lucía abrió horizontes a la guitarra flamenca, incorporó a su música elementos como la percusión o el bajo eléctrico. Hizo mestizaje con el pop, el jazz (grabó con algunos de los mejores músicos de jazz de la historia, como John McLaughlin o Al di Meola), la salsa o la bossa-nova. Su discografía suma más de treinta discos, el primero Los Chiquitos de Algeciras, grabado junto a su hermano Pepe cuando tenía sólo 16 años. Al verte las flores lloran, publicado en 1969, es el primer disco junto a Camarón de la Isla. Destacar también Fuente y caudal, el quinto álbum en solitario, editado en 1973 y encabezado por Entre dos aguas, el tema que abre esta obra monumental y con el que reventó las listas de éxitos. No podemos olvidar Friday night in San Francisco (1981), donde tres colosos se unen para crear magia en el Warfield Theatre de San Francisco: Paco de Lucía, John McLaughlin y Al Di Meolna.

Con Solo quiero caminar (1988) sigue revolucionando el flamenco al fundar el sexteto aportando un nuevo concepto del sonido jondo. En Zyryab (1990) hace todo un alarde de interpretación, de sublime dominio de un instrumento que hace tiempo se fundió con su cuerpo, sus manos. Es el lenguaje Lucía, algo único al que puso colofón en el año 2004 con el disco Cositas Buenas, cuando tras cinco años de silencio regresa a los orígenes para ganar el Grammy Latino al mejor álbum flamenco, pocos meses después de ser galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Paco vivió como quiso y murió como quiso, pero lo hizo a la edad de 66 años, frente al mar, junto a sus hijos y en guarismos de guitarra, con el doble dígito de las seis cuerdas flamencas, pues la guitarra siempre fue un burladero para su timidez, pero qué burladero. Cuentan que las guitarras lloran tristes de melancolía, el flamenco aúlla de dolor enmudecido por la muerte de Paco de Lucía… Dicen que allá arriba Federico describe en poemas la desgarrada voz de Camarón, mientras siente un llanto de guitarra, es inútil callarla, es imposible callarla, pues en las manos de Paco llora como el agua. !Oh guitarra! Corazón malherido por cinco espadas.

Con la marcha de Paco de Lucía la guitarra se siente desnuda, prácticamente en huesos de madera, pues el genio algecireño es la piel de la musa flamenca de la que Lorca versaba...

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