Las casas de apuestas echaban humo. Y no era para menos. La noche llegaba pasada por agua y con la sensación de que todo podía pasar. Los augurios se cumplieron. La Academia de Cine Español extendía el pasado domingo su alfombra roja para acoger la vigésimo octava edición de sus Premios Goya. Por primera vez desde hacía muchos años, no había un título favorito sobrevolando el ambiente. Dramas como La herida o Stockholm habían sucumbido a los encantos de los Premios Feroz y a los José María Forqué; pero ahí estaban La gran familia española o Las brujas de Zugarramurdi, con sus 11 y 10 nominaciones, respectivamente. Finalmente, la comedia venció al drama. Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba, y Las brujas de Zugarramurid, de Álex de la Iglesia, fueron las más laureadas de la velada con 6 y 8 premios Goya, respectivamente.
David Trueba fue, sin duda, el espectador más feliz de las más de 2.000 butacas que atestaron el Príncipe Felipe de Madrid. "Estoy acostumbrado a perder", bromeaba el guionista y cineasta que tuvo que salir al escenario hasta en tres ocasiones para recoger un cabezón que le sabía a gloria. Después de intentarlo en múltiples ocasiones, Vivir es fácil con los ojos cerrados le regaló por fin el ansiado Goya a Mejor Director, para desconsuelo de Gracia Querejeta, que veía pasar su quinta nominación sin premio. Trueba además arañó el de Mejor Guion Original, pero, sin duda, la guinda de la noche para su largometraje la pondría el Goya a Mejor Película.
Javier Cámara y Terele Pávez levantan su primer Goya tras muchos intentos
Su reparto también vivió su particular noche dorada. Mientras que Natalia de Molina recogía el Goya a Mejor Actriz Revelación, Javier Cámara rompía su maldición de eterno nominado y se alzaba con el primer Goya de su carrera a Mejor Intepretación Masculina Protagonista. A la sexta va la vencida, y el rojano no iba a dejar que Eduard Fernández y Antonio de la Torre le quitaran la dicha de levantar un premio que dedico a "todos los maestros de mi vida". Quien no tuvo tanta suerte fue el malagueño Antonio de la Torre. Como el pasado año, su doblete se tradujo en cero premios, recayendo su segunda candidatura, Mejor Actor de Reparto, a manos de Roberto Álamo por La gran familia española.
Menos sorpresas causó la lectura de los dueños del Goya a Mejor Actor Revelación y Mejor Interpretación Femenina Protagonista que recayeron en los previsibles Javier Pereira (Stockholm) y Marián Álvarez (La herida). Terele Pávez también era la gran favorita de la categoría de Mejor Interpretación Femenina de Reparto, pero la veterana intérprete no pudo creérselo hasta que abrazó con fuerza el primer cabezón de su carrera. Precisamente, ella, una de Las Brujas de Zugarramurdi protagonizó uno de los momentos más emotivos y mágicos de la noche al recibir una sentida y larga ovación de manos de sus compañeros de profesión. No era para menos. Seis décadas dedicadas en cuerpo y alma a amar y regalar amor a través de la cámara por fin se tradujeron en un premio que no pudo evitar agradecerselo a su director fetiche, Álex de la Iglesia, el cual no se encontraba en el Príncipe Felipe de Madrid por motivos de agenda (rueda en Argentina un documental).
Con las manos vacías
En la otra cara de la moneda, 15 años y un día, de Gracia Querejeta, se marchó de vació pese a contar con 7 candidaturas. Recordar que la cinta, ganadora de la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga, también fue seleccionada por la Academia para representar a España en los Oscar. Desafortunadamente, el apoyo de los académicos no le acompañó en esta ocasión. Tampoco a Daniel Sánchez Arévalo y su Gran familia española. Ya lo advertía el cineasta de Primos durante su paso por la alfombra roja, la etiqueta de máxima favorita no siempre es un aval fiable para triunfar. De las 11 candidaturas solo pudo convertir en premio 2: la mencionada anteriormente de Roberto Álamo y Mejor Canción Original.
Jaime de Armiñán, Goya de Honor de este año, alargó con su discurso el tiempo previsto de duración de la gala. Finalmente, casi tres horas de humor descafeinado conducido por Manel Fuentes y marcados por la ausencia del Ministro de Cultura, José Ignacio Wert. Al menos fisicamente, porque su figura no dejó de ser mencionada en cada uno de los discursos reivindicativos que algunos de sus protagonistas como Javier Bardem o Fernando Franco (Mejor Dirección Novel) regalaron al personal. Como bien dijo el Presidente de la Academia de Cine Español, Enrique González-Macho, "no vengo a quejarme aunque motivos no me falten". El triunfo de Vivir es fácil con los ojos cerrados y Las brujas de Zugarramurdi demuestran que el cine español "al mal tiempo" pone "buena cara".
PALMARÉS COMPLETO DE LA 28 EDICIÓN DE LOS PREMIOS GOYA