Hasta hace poco, el nombre de Pablo Iglesias era conocido como el padre fundador del PSOE y de la UGT, el hombre que llevó el socialismo a la representación política. Sin embargo, en la vida política actual aparece un nuevo Pablo Iglesias. Pero no solo tienen en común el nombre estos líderes de izquierdas, sino que sus proyectos políticos parecen asimilarse.
En 1879 Pablo Iglesias lideró la formación del Partido Socialista Obrero Español, auspiciado por el movimiento obrero. Así, su objetivo era llegar al Parlamento para defender los intereses del proletariado, pues el sistema de la Restauración se basaba en la alternancia de dos grandes partidos burgueses y la red caciquil y corrupta de ambos.
En 2014 la historia se repite. Pablo Iglesias lidera la formación de Podemos, un proyecto político que se cimenta en el movimiento de indignados. Su objetivo es el mismo que el del PSOE en sus orígenes: institucionalizar las demandas de los ciudadanos que reivindican más participación en un sistema bipartidista, que se ha implantado en la política española desde La Transición. ¿Coincidencia?
El "nuevo" Pablo Iglesias es un politólogo afamado gracias a sus intervenciones en las tertulias políticas en televisión. Sus apariciones le granjean los vítores del público y las redes sociales, que ven en él un nuevo líder de izquierdas. Por eso el profesor, al que le respalda una larga tradición familiar socialista y republicana, se ha propuesto dar el salto de la palabra a la acción.
Podemos es el nombre elegido para designar este nuevo proyecto político, cuya pretensión es reflotar a la izquierda, extendiendo lazos a otras formaciones como Izquierda Unida, Anova, las CUP o el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT). En este momento se encuentra en fase de movilización de apoyos para presentarse a las próximas elecciones europeas. El ideario de Podemos es un repertorio que recoge las ideas propugnadas por los grandes movimientos sociales históricos: socialismo, ecologismo, pacifismo, feminismo, derechos de los homosexuales e inmigrantes… y los recientes movimientos de indignación ciudadana y participación democrática. Es, en definitiva, una síntesis de las reivindicaciones de la calle con el objetivo de llevarlas a la política institucional.
Este canal entre el movimiento social y los partidos políticos le sirve a su principal promotor para alzarse como el representante de la mayoría ciudadana, algo que se reitera en su manifiesto. Sin embargo, en una democracia representativa, solo las urnas pueden catalizar las mayorías, y, de momento, solo el PP, cumpla o deje de cumplir su programa electoral, cuenta con unos diez millones de votantes asiduos. Aunque todo movimiento social invoque a la mayoría, en el juego institucional solo las urnas pueden mostrar qué candidaturas representan a la mayoría y cuáles no.
A corto plazo no se podrá saber el éxito o fracaso de Podemos, pese a que Pablo Iglesias ya se ha convertido en un líder carismático que atrae a las masas con un discurso populista y que ya ha movilizado a más de setenta mil firmas que avalan su proyecto. Ahora habrá que esperar a ver cómo juegan por la banda izquierda el PSOE e IU, y cómo se presenta la derecha con el PP, UPyD y el recién creado Vox, para saber con quién está la mayoría.
Volviendo a la analogía de los dos Pablo Iglesias, tal vez conviene recordar que el primero tardó treinta años en conseguir un escaño en representación del PSOE.