"Ginga", duende brasileiro
Foto: Vavel

En el barrio de Moema enclavado al sur de la ciudad de Sao Paulo –Brasil-, podemos encontrar un paraje mágico en el que el arte se funde con el fútbol y el duende. Y es que en aquel lugar, en Parque das Bicicletas de Alameda Iraé, 35 una serie de esculturas de resina expresan con su tremenda plasticidad el legendario juego de formas de un estilo con el que espero y deseo se reencuentre el fútbol brasileño.

Un estilo en el que residen duende y alma del fútbol brasileño, aquel que interpretaron como nadie Zizinho, Julinho, Ademir, Garrincha, Tostao, Sócrates, Rivelino, Zico, Romario, Ronaldo, Ronaldinho, Pelé. Uno de los iconos de la identidad cultural y deportiva de Brasil, aquello que se conoce como “Ginga”, una forma única de sentir y desarrollar el juego que solo los brasileños conocen y de la que en los últimos años parecen haberse querido alejar, dejando tan solo pequeños resquicios a talentos como Neymar. Una expresión con base rítmica, armónica y raíz en la capoeira, aquella que define la encarnación futbolística del semidiós, ídolo y figura legendaria capaz de interpretar ese estilo único que les diferenció del resto del mundo y les llevó al éxito por el camino del espectáculo, la estética y la expresión corporal.

Y es que a través del “Ginga”, el futbolista brasileño logró transformar en arte y pilar fundamental de su identidad nacional lo que otrora fuera un juego. Partiendo de la posición básica de la capoeira y el balanceo armónico con el balón convirtieron el fútbol en pura magia. Desde mi punto de vista, la escenificación deportiva de una ilusión, la delgada línea que separa el mundo físico del espiritual, lo tangible de lo intangible, el hombre del Dios. El ‘semideus’, mitad hombre mitad dios, humano elevado a categoría de deidad y transfigurado por la torcida en icono cultural.

Un estilo de driblar, de correr, de chutar, sentir y jugar del que los aficionados al fútbol sentimos profunda saudade, una mística que pese a la evolución lógica del juego jamás se debería perder. Un camino al que se ha de retornar y que Brasil jamás debió abandonar, ese que esperamos ver en el próximo Mundial. El camino de la creatividad, imprevisibilidad y expresividad, que tan fielmente representaron los grandes ídolos de la historia del fútbol del citado país.

El lenguaje corporal y la raíz mestiza retratada a través del tiempo y las formas en las “peladas” o “rachões”,  por las rúas, campos y playas de la cálida y espiritual Brasil. El fútbol arte, su mágico poder conceptual, tan genialmente representado por el profesor  y artista plástico Joao Moreira, diplomado por la Facultad de Bellas Artes de Paris.

Un pequeño rincón de Sao Paulo, un trocito de corazón de Brasil, Parque das Bicicletas, el camino de retorno hacia sus orígenes y lugar en el que de la arena surge el arte y la genialidad. “Ginga Canonizada: Deuses e Semi-deuses do futebol brasileiro”, una obra que no os podéis perder y la senda de la iluminación a través de la cual el fútbol dejó de ser un juego para el pueblo brasileño.

Foto de Galería de imágenes en Flickr

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