7:35 am. Calle San Bernardo. Madrid. Una mujer entra, como todos los días, en ‘La Concha’ para desayunar. Pero todos están inexplicablemente quietos. Nadie dice nada. Al menos con los labios. Las miradas alertan. Nuestra protagonista se sienta. Un hombre, escondido hasta entonces tras una columna, empieza a cantar(le) una canción.
7:35 de la mañana es una de esas cintas que nos hablan del amor utópico. Y, lo mejor, es que lo hace desde otra perspectiva: rompiéndolo. Que un desconocido te dedique, coreografía incluida, una canción acompañada de los coros de los demás presentes en la cafetería, puede hacerte sentir muchas cosas. Entre ellas miedo. Pues bien, 7:35 de la mañana está enfocado desde el pánico, desde la coacción y la desconfianza. Y todo ello, de una manera muy acertada.
Lejos de los sentimientos a flor de piel y la identificación o, incluso, admiración de otros cortometrajes de la sección, el de Nacho Vigalondo nos ofrece todo lo contrario: lo que no queremos que nos pase.
La película, de casi ocho minutos en blanco y negro, está protagonizada por el propio Nacho Vigalondo, que es el coprotagonista y Marta Belenguer, más reconocida en sus trabajos en televisión (Aquí no hay quien viva o Camera café). Además, el trabajo del director cántabro ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos una nominación al Oscar 2004 por Mejor Cortometraje, un año después de su realización.
En definitiva, de lo mejorcito del cine español, tan descalificado y desbancado en la actualidad.