El pasado viernes, 29 de noviembre, se cumplían 12 años de la muerte de George Harold Harrison French y, con este motivo necrológico, esto que sigue podría ser un simple y común repaso a su trayectoria. Pero no lo será. Y no lo será por cuanto de George Harrison, como de cualquier beatle—salvo, acaso, de Ringo—, poco queda ya, a estas alturas, por decir o por descubrir. Añadir algo al relato sobre alguno de los Fav Four es tarea complicada por el hecho de que no han dejado jamás de estar notoriamente presentes tanto en el imaginario popular como en la bibliografía crítica. Nunca se han ido y nunca han dejado de ser referencia y objeto de discusión, así que se hace necesario buscar rutas alternativas para acercarse a ellos sin caer en un ejercicio de banalidad.
El propio George Harrison significaba una camino alternativo dentro de The Beatles con respecto al tándem Lennon/McCartney (y ¡ay! decir esto ya no es más que otra perogrullada), así que ocuparse de él ya lleva implícito un ligero valor de lateralidad que bien servirá al propósito de estas líneas: no otro que el de un itinerario por algunas de las canciones de Harrison, algunas de entre aquellas que han quedado un tanto en penumbra. Y es que una cosa es clara, amable lector: aquí no va a sonar While My Guitar Gently Weeps.
Corría el año 1966 y unos Beatles en la cúspide de su popularidad y de sus capacidades creativas publicaban Revolver. Y era ese un disco especial para Harrison, pues fue la primera—y única—vez que un tema suyo (Taxman) abría un álbum del cuarteto de Liverpool. Es de sobras sabido que fue una ardua labor para Harrison colocar sus propios temas entre la incesante, e imperante, producción de la factoría Lennon/McCartney, aun cuando el guitarrista tenía mucho que decir, algo que se puede leer en I Want to Tell You (del citado álbum), en el propio título y en el verso “My head is filled with things to say”. Con este tema empezamos el itinerario.
Los temas de Harrison se distinguen por un cierto deje melancólico, toda vez que por una luz especial, un carácter siempre mínimamente ensoñador, en contraposición con el sonido más rockero de las composiciones de Lennon/McCartney. Esto estaba ya dentro del propio carácter de Harrison, mucho más introvertido y esquivo que el de sus compañeros de banda, poco amante de los focos de la popularidad. Harrison era, además, el más joven de la banda y eso se refleja en su voz, que siempre, por más que pasaran los años, nunca dejó de sonar con un característico color adolescente que aportaba un toque de fragilidad. Uno de las primeras canciones de Harrison donde se puede advertir la consolidación de su personal estilo es If I Needed Someone, perteneciente al disco Rubber Soul (1965), un tema cuyo especial sonido es en buena parte responsabilidad de la guitarra de doce cuerdas de Harrison, una Rickenbacker 360/12.
En 1968 The Beatles publicaron su disco homónimo, o mejor dicho, sin título, aunque es mejor conocido como White Album por su portada. Fue el principio del fin de la banda, un disco en el que el grupo dejó de trabajar como un equipo, lo que dio lugar, sin embargo, a una colección antológica de canciones en las que respectivamente se podía distinguir clarísimamente la personalidad de cada uno de los miembros. Lennon sonaba a Lennon, McCartney a McCartney y Harrison e incluso Ringo hacían lo propio. Pero Harrison estuvo especialmente inspirado. Al margen de While My Guitar Gently Weeps, a él pertenece Savoy Truffle, una golosa canción inspirada por la adicción al chocolate de Eric Clapton (el título refiere una conocida marca de bombones) y que muestra la faceta más desenfadada y cómica Harrison. También dentro del White Album, a Harrison pertenece uno de los temas más bellos, y más desapercibidos, de toda la discografía de The Beatles, Long, Long, Long, una canción etérea, ingrávida, delicada, durmiente imbuida abolutamente del carácter del guitarrista. Long, Long, Long, es una canción de amor que no toca tierra jamás, que se eleva y permanece flotando. Tal vez por eso el compositor y escritor Nicholas Schaffner se refiriera a ella como “la primera de docenas de canciones de amor de Harrison tan ambiguas que podría estar cantándosela tanto a su mujer como a su dios”.
Antes de la disolución de The Beatles, George Harrison ya había publicado un par de discos en solitario: el primero, Wonderwall (1968), era la banda sonora de una película homónima y sus temas eran mayormente instrumentales, al margen de unas voces indias; el segundo, Electric Sounds (1970), fue un disco experimental con sintetizadores que pasó con mayor pena que gloria. Así que, a fin de cuentas, y aunque oficiosamente, debe considerarse All Things Must Past (1970), el primer álbum post-beatles del guitarrista, como la ópera prima de Harrison en solitario. Un disco que, como es conocido, se nutrió en buena parte de temas que Harrison había escrito ya en su etapa de beatle. Sea como fuere, el disco fue la explosión de Harrison después de ver su talento compositivo reprimido durante los años dentro de la banda, y de ello da buena cuenta el que All Things Must Pass se trate de un álbum doble, repleto de temas variados e inspiradísimos. También en el carácter de los temas se nota a un George Harrison felizmente liberado. Algo que se deja ver, o mejor, escuchar en este contagioso Apple Scruffs.
Uno de los rasgos característicos de All Things Must Past es la producción a cargo de Phil Spector, quien se había encargado poco antes de Let It Be. El trabajo de Spector empapa todo el álbum de una voluptuosidad que, en un principio, parecería inadecuada para la personalidad de Harrison, y que, sin embargo, se le acopla perfectamente bien. El famoso wall of sound del productor aparece más inexpugnable que nunca en el tema Awaiting On You All, verdaderamente arrollador.
En el inmenso abanico de temas del álbum, Harrison también tiene ocasión de ponerse insólitamente country con Behind That Locked Door, con ese inconfundible pedal steel (a cargo de Pete Drake).
En 1973 Harrison publica Living In The Material World (título que Martin Scorsese utilizaría en 2011 para encabezar su fascinante documental sobre el músico). El disco aparecía después de la publicación del Concierto por Bangladesh, y no hacía sino constatar el camino abierto hacia esa espiritualidad que Harrison acariciaría cada vez más y más, a pesar de estar viviendo en ese “material world”. Esa espiritualidad se aprecia en un tema como Be Here Now, casi una meditación cantada. Un Harrison de nuevo etéreo y conmovedor.
Y con otro tema de este Living In The Material World llegamos al fin de este itinerario. Otra de esas canciones de esas “ambiguas canciones de amor” que Harrison supo hacer mejor que nadie, en esa mezcla de materialidad y de trascendentalidad. El título lo deja todo claro: That Is All.