La línea que Marvel Studios ha establecido desde que se lanzase a superproducir sus propios personajes en el año 2007 (con el debut del Iron Man ideado por Jon Favreau y ejecutado por Robert Downer Jr.) ha ido en ascenso hasta el día de hoy. El punto álgido lo forman hasta el momento Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012) y Iron Man 3 (Shane Black, 2013). Ese díptico, auspiciado por Joss Whedon y Shane Black, es el que mejor ha entendido el sense of wonder de La Casa de las Ideas. Stan Lee rezaba a mediados de los sesenta al respecto del estilo que él mismo implantó desde que entró en la editorial: Excelsior! Y es esa palabra intraducible la que se percibe en esas dos películas.
La segunda parte de las aventuras del dios vikingo Thor es la línea que sigue su camino. La influencia de sus dos predecesoras es evidente. Desde Marvel/Disney no quieren traspiés como el que supuso darle las riendas a Kenneth Branagh en la primera entrega (mucho más reivindicable de lo que muchos quieren ver) para con la crítica y el gran público, así que esta segunda parte es mucho más en todo. Más espectacular, más frenética, más grande y más Marvel. Menos personal, eso sí. Mucho menos atrevida pero también mucho más divertida. El caso es que no es Thor un personaje fácil.
No lo es porque ya en los propios cómics se desmarcaba mucho del superhéroe común. Se dejaba llevar más por la fantasía heroica y la ciencia-ficción que por el divertimento juvenil. Y lo que aquí ha hecho Alan Taylor, habitual director de muchas series televisivas de culto, es quedarse a medio camino en esa percepción. Ha de agradecérsele a Marvel y a esta película en concreto sus ganas de hacer bien las cosas. Sí, hay una sucesión lógica de secuencias de acción, pero dentro del blockbuster actual es la multinacional de las viñetas la que mejor prepara su terreno. Hay coherencia y personajes. Algunos más lúcidos que otros, pero existen secuencias con sosiego y buena letra, con diálogos inspirados y un nudo trabajado. Es en su libreto donde mejor funciona esta película. Desde donde más potenciadas se ven sus virtudes.
A saber: las relaciones de Thor, ya sean familiares, amistosas o sentimentales. Especialmente, como era de esperar, su rivalidad con Loki. Es en esos momentos en los que la cinta vuela alto, más allá de los golpes del Mjölnir y el impresionante diseño de producción que cruza ciencia-ficción propia de la saga Star Wars (se nota la adquisición de ILM por parte de Disney) con fantasía heroica propia de la sobrevalorada serie Juego de Tronos. Se queda incluso un poco corta en esa faceta, desaprovechando a la cuadrilla del dios vikingo en beneficio de la insulsa y desubicada Jane interpretada por Natalie Portman. Nadie es perfecto.
Echando la vista atrás, es necesario agradecer a Branagh su paso por la franquicia: Anthony Hopkins, Rene Russo y Tom Hiddleston fueron atraídos al proyecto por su presencia. Y son ese trío de actores los que elevan el nivel de esta saga por encima de sus compañeras en el Universo Marvel. A nivel actoral, claro está. Chris Hemsworth, infravalorado como Thor, da lo mejor de sí mismo al lado de estos gigantes interpretativos y la mayor beneficiada al final de todo es la propia película. No da la impresión de que Taylor haya tenido que esforzarse mucho en dirigirlos. Se lo pasan bomba y enriquecen el proyecto.
Al final nos queda un entretenimiento de dos horas largas más que digno. Diversión sin par, con un clímax espectacular que recuerda al de la primera Monstruos S.A. (Monsters Inc., Pete Docter, Lee Unkrich y David Silverman, 2001) y con una relación entre personajes por encima de la media. El debe está bien claro: es una película carente de personalidad. Que recoge mucho de aquí y de allá sin tener realmente alma propia. Le debe mucho a sus predecesoras y ni siquiera llega tan lejos como aquellas. Es coherente y mantiene la línea, pero da más la sensación de que Marvel Studios se acomoda, de que no se atreve a dar un paso más. Quizá sea la oportunidad de Los Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, James Gunn, 2014) ya que tiene a un director al cargo mucho más arriesgado. Ya la secuencia intra-créditos de este segundo Thor da buena cuenta de ello. De momento la pelota está en el tejado del Capitán América.