Este lunes, el barrio de Cuatro Caminos, localizado en el distrito madrileño de Tetuán, ha visto como los cines Renoir, acogedores de cintas en versión original, han cerrado sus puertas. Tras los créditos de su última emisión, las culpas emergieron: “la crisis, la piratería y la subida del IVA, causas del cierre”. A lo largo de todo el territorio español, esta situación hace meses que se repite cíclicamente, adulando el movimiento de las mareas, alcanzando los restos de genialidad cultural y arrastrándolos con ellas hacia el fondo de un océano en el que navegan millares de negativos preparados para ser proyectados en la gran pantalla.
Galicia, directamente dañada
Foto: ABC
Este mismo mes de mayo salía a la luz la noticia de que Cinebox Vialia Pontevedra, el único cine activo de la capital pontevedresa, cerraba sus puertas. Una ciudad que actualmente supera los 80.000 habitantes perdía la luz del séptimo arte. Miles de personas no podrían disfrutar sin salir de su localidad de una simple película. La causa, la falta de financiación estatal. La empresa Ábaco Cinebox, encargada de explotar las salas pontevedresas, decía adiós tras enfrentarse a un juicio por desahucio ante Adif, debido a la deuda millonaria de la empresa ante la entidad dependiente del Estado. A partir de ahí, desconcierto. Una empleada declaró que “tenía tan interiorizado que esto iba a llegar que estos días no me resultan tan duros como a otros compañeros. Hay momentos para todo. Gritamos, lloramos, reímos, pataleamos… y recogemos”. Así es como los sueños se desvanecen.
Otros cines históricos que han echado el cierre este mismo año han sido los Valle Inclán, situados en el Ensanche de Santiago de Compostela. Arrancaron en 1973, emitiendo el clásico de Federico Fellini, ‘Amarcord’, una clara demostración de las esperanzas y la ilusión con que se lanzaba el proyecto. Tres décadas más tarde, el 30 de junio de este mismo año, sus puertas cerraron, dejando tras ellas innumerables emisiones, irrepetibles recuerdos y momentos inolvidables. La escasa recaudación, la subida del IVA cultural (de nuevo) y la apertura de nuevas y más lujosas salas en la localidad gallega fueron las causas de su prematuro adiós.
Las cifras, desoladoras
Durante 2012 y hasta marzo del presente curso, en total 141 salas, pertenecientes a 17 locales diferentes, han sido cerradas a lo largo de todo el territorio español. Desde la subida de los impuestos culturales, la caída en picado de la consumición cinematográfica ha sido representativa de la incapacidad actual de la población para costearse acudir frecuentemente a las salas. Los datos no mienten. Desde que ello aconteció, la taquilla ha descendido en aproximadamente un 9%. Imperdonable. Las pérdidas laborales son más que significativas. Casi un 13% del empleo directo generado por las salas de cine españolas se desvaneció con el incremento del IVA en el lapso de tiempo estudiado. Una progresión que atiza con fuerza el mástil de la producción cultural nacional.
En un estudio realizado por la firma Price WaterHouse en agosto del año 2012, se predijo el cierre de un 21% de las salas operativas en 2011. Las reacciones no tardaron en llegar, principalmente, desde el interior del propio sector. El reconocido director español, Pedro Almodóvar, lamentó la situación con unas declaraciones sinceras a El País, al sentenciar, que “no van a recaudar los millones que necesitan para paliar el déficit brutal que arrastramos. Si esas medidas no aseguran lo que prometen está claro que son innecesarias y crueles”. Crueles para los amantes de un sentimiento, para los locos por el cine.
El furor de una imagen
Actitudes nocivas. Piratería. Gestión incompetente. Palabras… Combinaciones de letras que hechas realidad acaban con la vía de expresión de almas creativas, generadores de arte. Que acaban con un regalo, un ofrecimiento único, una serie de fotogramas que unidos se vuelven poderosos.
Foto: Euroxpress
Letras que matan historias. Letras que asesinan momentos. El cine es un sendero maravilloso que, en sus ya más de 115 años de historia, ha acogido infinidad de historias. Historias dentro de una pantalla, desde el temblor en los labios de Humphrey Bogart esperando por Ingrid Bergman en las vías del tren para huir de la asediada Francia hasta la sonrisa de un vagabundo Charles Chaplin al enamorarse de la dulce invidente Paulette Goddard. Desde las gotas de lluvia rociando el sombrero de Gene Wilder al ritmo de ‘Singin’ in the rain’ hasta la improvisación espacio-temporal de Stanley Kubrick.
Pero también historias fuera de ella. Primeros besos recogidos en fila generadores de amores imperecederos. Sonrisas, lágrimas, abrazos, susurros al oído. El tacto entre dos manos tímidas sin miedo. Miles de almas recogidas sobre una butaca, expectantes por lo que el espejo de colores pueda brindarles, un espejo que Scola vaticinó como reflejo de los ojos que lo observaban.
En cierta ocasión, el maestro Jean-Luc Godard dijo: “la fotografía es verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo”. Su ausencia, la vacuidad del espejo de colores diluídos, sólo refleja la verdad. En el exterior, lejos de las salas, en las calles, la enormidad se reduce y el sonido enmudece. Sin cine, el mundo también está vacío.