Por una lengüeta de tierra que la une a la península cabalga y navega el viento que es a la vez velero de Alberti y caballo de Neruda. A galope y golpe de vela se ciñe a la roca levantando un cerco de espuma, las piernas se hacen tierra y mar para un pueblo que se convierte en Isla y viste de poniente y levante a una morenita de paredes blancas que acogió hace dos siglos a una colonia de pescadores que se establecieron en este maravilloso rincón de la Costa de la Luz.
Y en aquella isla de la Higuerita, hoy con nombre de reina regente, mientras pasa la vida con la marea, señorea la noche con su esencia marinera y suenan los días entre marismas y pinares aguardando al Carnaval. Y enredado entre sus calles costeras, Manuel Carrasco Galloso, un isleño muy querido cuya figura resulta inconcebible sin el lienzo del mar, dio sus primeros pasos un 15 de enero de 1981. Embriagado por el aire perfumado de una Isla que llega y te hace soñar, envenenado por los sones marineros de un pasodoble, fue creciendo en el seno de una familia de cinco hermanos y una profunda tradición marinera.
Aunque los derroteros de la vida jamás le llevaron a la tradicional vocación de su familia, el mar, la mar, siempre constituyó una de sus mayores fuentes de inspiración. De pequeño las lengüetas de arena de la playa El Punterito, en su inolvidable Punta Caimán, fueron alfombra voladora para unos pies descalzos que volaron frente un cementerio de barcos que dibujó el parque temático de una infancia surcada de sueños y canción. En el piso ardiente y firme de la tierra, frente a la costera, subido a las cuadernas de una barquilla volcada sobre la arena, la guitarra de Carrasco comienza a sonar con aquellas primeras notas de una tradición heredada de padres a hijos: el Carnaval. Tengo un trocito de mar y un barquito de madera con las velas de palmeras que sonríe al navegar…
Luego, instalado en la eterna paradoja de Bécquer, en aquellos años de adolescencia en los que las mayores metáforas son la indecisión, la rebeldía y la diversión, emprendió diversos caminos que finalmente abandonó porque llegó a la conclusión de que no pintaba nada. Y en ese no camino decidió que precisamente para ganarse la vida dignamente tenía que hacer eso: pintar. Y pintando, componiendo y cantando, blanqueó su existencia durante cuatro años hasta que un famosísimo ‘talent show’ le brindó esos minutos de oro de televisión que le sirvieron para comenzar a pintar en el mundo para el que había nacido: la canción.
Desde entonces Manuel Carrasco pinta y dibuja sus emociones en papel y rebusca en los silencios de su voz callada la verdad que luego transmite con sus canciones, esa esencia y sencillez que estalla en el corazón y aún sigue conservando. Y tras limpios silencios con la vista clavada entre tonos azules que dividen cielo y mar, ’Lolo’ el pintor, el carnavalero, marinero frustrado y trovador popular, ‘Habla’, jamás se queda sin voz y transmite a la gente su manera de ver la música y su manera de sentir y expresarse a través de ella.
Con aquella voz bañada por la claridad del Atlántico que transmite sencillez y verdad, una montaña de sal se agolpa en el remolino de sus recuerdos, entre los que su familia e Isla Cristina protagonizan sus mejores momentos. Y como de momentos queda constituida la vida y su puzle de la felicidad, Manuel Carrasco es un banco de peces libre que sortea redes pero queda atrapado entre las notas de una canción compuesta de infinitos instantes. Manuel es Quiéreme, es Tercera Parada Y Ahora, es la Inercia que le llevó a cantar a los cuatro vientos Que nadie calle tu verdad, y es la valentía de Habla. Es como dije la calidad y claridad de una voz que se anuda a la guitarra para recomponer las redes de la verdad, la humildad y la sencillez, también la fortaleza y solidaridad de una Mujer de mil batallas. En los Rincones oscuros del Circo de la vida, Carrasco es Sígueme para sus fans, Otoño y Octubre, tiempo en el que Recuerdas y Sabrás que Prefiero seguir presente…
En esencia Manuel Carrasco jamás dejó de ser pintor, pues el isleño sigue pintando sus emociones con sus composiciones, cuadernos de notas y mensajes encerrados en botellas lanzadas al mar que tras surcar mares y atravesar océanos, recogemos a la orilla de nuestros sentimientos.