Poesía en pantalla
Cartel de la película. (Foto: Notrecinema).

La película arranca desde los años 70, por lo que cuenta con una visión retrospectiva hacia los hechos sucedidos. Acompañamos a Younés (Fu´ad Aït Aattou) desde su infancia, donde una nítida fotografía nos hace despegar de la butaca y aterrizar en la profunda Argelia rural. El desastre económico de la familia se refleja en la impotencia de un campesino sin tierra y en la desolación de una madre que ve descomponerse a su familia. Si bien los padres son pura expresividad, el magnetismo que irradia el Younés niño alcanza un grado máximo. La melancolía de sus bellos ojos obliga a empatizar con su timidez.

Ni buenos ni malos

Entregado a su tío, farmacéutico en la zona occidental de Orán, el protagonista oscilará durante toda su vida entre dos mundos, francés y árabe, duplicidad que se hará patente incluso en su nombre, una pugna constante entre Younés y Jonás. El mayor acierto del film reside precisamente en la conjugación de dos procedencias dispares encontradas en Younés. En ningún momento se cae en visiones extremistas y tanto los franceses como los musulmanes están configurados como individuos, con conflictos humanos.

Se plantea un dilema étnico en muchos de los personajes

A primera vista puede parecer un romance tópico del cine francés, en el que se ha elegido una época histórica y un lugar aleatorios para que pose la feliz pareja de turno. Nada más lejos de la realidad, el conflicto bélico se introduce hasta las vísceras en la trama y añade interés al plantear un dilema étnico en muchos de los personajes, los cuales nadan entre dos aguas.

Silencio de biblioteca

Younés confraterniza con varios chicos de Omán, los cuales con el paso del tiempo se convertirán en su pandilla inseparable. ¿Inseparable? Hasta que una mujer, Emilie (Nora Arnezeder) pone en tela de juicio la profundidad de esa relación, en la que cada miembro tendrá que hacer sus propios malabares entre amor y amistad. Los silencios, sobre todo del dúo protagonista, son más esclarecedores que las palabras.

La química sensual baila alrededor de los suaves rasgos de Younés y Emilie, ambos bellos y competidores de la porcelana en su aparente fragilidad. Sin embargo, la opresión y la rutina que según se da a entender impera en Omán, acerca a la pareja al resto de compañeros y otros personajes, los cuales se inmiscuirán en cada ocasión.

En el personaje femenino se advierten detalles contradictorios que despistan, aunque tampoco son tan clamorosos como para ser tachados de incomprensibles. Una mente compleja la de Emilie, sin duda.

Prosa en verso

Cuando parece que los 160 minutos del largometraje van a aplastar la intensidad de la historia, cuando la trama amenaza con deslizarse al tedio, cuando el gráfico de interés amaga con derrumbarse… llega un ave fénix en verso y retoma el vuelo.

Los últimos minutos constituyen un elogio al lirismo cultivado durante toda la obra y consigue llegar al interior del espectador esquivando la tentadora facilidad de la emoción de plástico. Los acordes hacen del sentido auditivo un nuevo cauce para unos versos que no existen, pero que están. Poesía en imágenes.

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