Cuentan las historias populares que el periodismo nació para sacar a la luz los errores, tanto involuntarios como los que no lo son tanto, que comete el poder. "Nadie se atrevería", decimos actualmente. Y es que el modelo de periodismo actual está desgastado, carcomido, desdeñado. Arcaizado... Sin embargo, hubo un tiempo en que los pelos no nacían en la lengua y la verdad no se pagaba con dinero, en un momento y un lugar, la sociedad pudo estar informada, pudo saber quién rascaba el fondo de sus bolsillos en busca de algo más que arañar. Pudo ser puramente libre en su decisión.
En los años cincuenta, situándonos en unos Estados Unidos sumidos en plena Guerra Fría y en distensiones ideológicas tanto externas como internas, existió un rincón, un pequeño resguardo para la sinceridad. Edward R. Murrow y su equipo de reporteros y locutores, trabajando para la CBS, se decidieron a olvidarse de sus marcas de identidad, de sus prejuicios, con el único objetivo de defender la verdad, la honestidad y la transparencia, apelativos que no podían ser atribuídos, en su humilde opinión, al senador republicano Joseph McCarthy, defensor de los valores rancios y estériles de una sociedad sin aura.
Esta historia, cruda, de superación, de superposición de un deber con el oficio ante la comodidad personal, es llevada por George Clooney a la gran pantalla desde un diseño vintage, en blanco y negro, con una perfecta y maquillada ambientación; y ejecutada con una maestría impropia de un director prácticamente novel como lo era el americano por aquel entonces. El acompañamiento en la interpretación de unos deliciosos David Strathairn, en el papel principal; Robert Downey JR; Ray Wise o Frank Langella, convierte a esta cinta en una reliquia a conservar en nuestras estanterías con decoro, para, en momentos de indecisión moral, recordar el camino a seguir.
"No podemos defender la libertad ajena olvidándonos de la propia"
R. Murrow, periodista y ser humano, defendió lo que habitualmente se olvida en un universo de intereses propios y desidia generalizada. Defendió que la palabra contiene un valor y un poder destructor de barreras inigualables. Sólo mediante la articulación de sonidos, este hombre logró desenmascarar la falsa humildad y dedicación asegurada por el senador McCarthy, siempre desde el respeto, la igualdad y, de nuevo, la palabra. Ese medio que consigue atravesar las mentes más escaldadas y entorpecidas para convertirlas en entes libres, a través de los cuales los pensamientos fluyen, como el agua atravesando un río, sin rocas ni obstáculos de ningún tipo que cieguen su cauce.
En Buenas noches, y buena suerte (Good Night, and Good Luck, 2005), Clooney pretende poner en relieve los más visibles anacronismos de una sociedad en decadencia, que bebe del agua marchita y tratada de los centros de poder, sin atreverse a cerrar los labios e impedir que pase a través de ellos. En la voz de R. Murrow se situó la convicción de millones de periodistas que, día tras día, pelean por hacer de esta sociedad un lugar mejor, más habitable, donde la decencia y la verdad dominen a la corrupción y el engaño.
El mensaje, eficaz, directo y sin rodeos, penetra directamente en nuestra mente como un aguijón que nos despierta de un largo sueño. Como una bofetada repentina, abriéndonos los ojos como platos y obligándonos a contemplar toda esa sumisión, toda esa reprobación de los medios de comunicación líderes, dulcificados con mensajes de evasión y recreación. Es un timbrazo en nuestro oído que obliga a levantarse, a coger la vida por los dientes y enderezarla, a llenarla de verdad y a olvidar esos días de oscuridad bajo el timón de dirigentes y mensajeros incompetentes.
Un filme que no se puede dejar de ver, para no olvidar, principalmente, que realmente no existe arma más valiosa que el diálogo para demostrar quién, verdaderamente, merece la asignación de algún tipo de crédito. Porque en este camino, los obstáculos están de más y escasean las aguas claras. Murrow lo descubrió, Clooney lo plasmó en la historia del séptimo arte, y nosotros debemos proceder a aplicarlo. Mientras tanto... buenas noches, y buena suerte.