Desde finales del siglo XIX hasta la primera gran depresión económica de 1929 la emigración europea al continente americano se contabilizó por millones de personas. Se calcula que unos 60 millones de europeos llegaron a bordo de barcos que desembarcaron en las costas de Nueva Jersey. Y en uno de ellos viajaban los cuatro abuelos de un hombre icónico que sembró de elegancia la cultura musical de su generación con los insospechados e insondables registros vocales de su eterna VOZ. La familia de su madre, Natalie Della Garavante, Dolly, era de origen genovés y la de su padre, Anthony Martin Sinatra, provenía de Sicilia.
Un 12 de diciembre de 1915 y fruto de aquella travesía vital en busca del sueño americano nacía en Hoboken, la zona más italiana de New Jersey, Francis Albert Sinatra, un ángel con mucho swing y un demonio con acento de New Jersey. Frankie se agarraba con fuerza al asidero de la vida para hacer honor a dos canciones, la primera “My Way”, canción que detestaba cantar, pero que definió la personalidad creadora de un genio que vivió e interpretó apasionadamente su existencia a su manera, y la segunda “The Best is yet to come”, por la sencilla razón de que desde el primer instante en el que la rueda armónica de su voz comenzó a moldear letras, identificó por completo su manera de ser, aquella manera de sentir y crear, la maravillosa manera de cantar e interpretar de la voz de Nueva Jersey. Pura revelación de que lo mejor está por llegar, epitafio e hilo musical que conecta su túmulo funerario con otras realidades en las que flotan sus maravillosas canciones.
En la evolución histórica del arte sonoro, y adoptando una visión de la música desde la teoría del «multiverso», que acepta múltiples cosmos alternativos contenidos en «burbujas de genialidad», la figura de Sinatra en todas sus vertientes, representa tanto para el creador, intérprete, docente, como para el teórico, historiador, crítico o comentarista que se ocupe de cualquier temática musical; un universo paralelo. Y en esta “teoría de cuerdas” (en este caso vocales) de los genios de la canción, Frank irrumpió con un perfil artístico y biográfico único, cuyo viaje iniciático partió desde las entrañas más oscuras de Hoboken, la zona más italiana de New Jersey, suburbio en el que un chaval de origen italoamericano entabló amistad con Joe Fischetti, cuñado de Al Capone y distinguido miembro de la Cosa Nostra, que le presentó a Lucky Luciano.
Jamás pudo demostrarse su relación con la mafia, pero es absolutamente innegable que Frank creció en un entorno cuando menos dudoso, pues aquellos muelles de Hoboken, punto de tránsito central para los cargamentos de alcohol, suministraron a Marty Sinatra, padre de Frank y uno de los italianos locales que se metió en el asunto. El caso es que resulta imposible constituir un perfil biográfico de Frank sin valorar la posibilidad de la tan debatida protección de la Cosa Nostra en su promoción artística, circunstancia que no justifica para nada su llegada al Olimpo de la música.
Pese a que tan solo medía 1,70 m., destacó en el equipo de baloncesto escolar, practicó el boxeo, afición que heredó de su padre, obtuvo varios premios de natación y destacó como velocista. Llegó incluso a trabajar durante un tiempo como periodista deportivo. Fue después de dejar el instituto, en 1931, cuando compaginó este empleo con el de vendedor de periódicos, camionero, mensajero, camarero... En uno de aquellos oficios, (ejerciendo de camarero) comenzó a interesarse por la música y el estilo personal de Bing Crosby, su gran referente y primer cantante en desarrollar una técnica microfónica. Frankie empezó a hacer sus 'pinitos' en el mundo de la música, que encontró en Sinatra una maravillosa veta creativa. Fue todo un perfeccionista, artesano de un instrumento vocal que conectó con millones de personas. Comenzó su carrera musical como miembro de los “Hoboken Four”, con la radio y sus concursos como objetivo. Fue precisamente a través de la radio como le descubrió el trompetista Harry James, que no dudó en incorporarle a la banda Atlantic City que acababa de formar. La mañana del 31 de agosto la orquesta de Harry James grabó "All or nothing at all" cuyo estribillo vocal recayó por primera vez por completo en la voz de un Sinatra que cambió para siempre el concepto de “crooner”. El canto susurrado, las notas acariciadas por la voz, encontraron en el estilo inconfundible de Frankie, una ventana musical hacia la pasión de un susurrador que remataba las canciones con la tesitura de un barítono.
Su vida profesional fue un continuo reinventarse a sí mismo, los shows en directo le convirtieron en un fenómeno de masas, especialmente entre las jovencitas, siendo considerado como el primer artista en generar el fenómeno fan. Tommy Dorsey, quien identificó al instante un filón en él, le ofreció en 1940 integrarse en su banda para sustituir al vocalista Jack Leonard. Fruto de aquella colaboración fue engendrado su primer número uno: 'I'll never smile again'. Pese a trabajar para la banda más prestigiosa, Sinatra no era feliz y decidió volar solo, emprendiendo una nueva etapa como solista, y rescindiendo su contrato con Dorsey, no sin grandes dificultades para sellar la citada separación. No en vano la ruptura de aquel contrato con Dorsey, músico del que aprendió sus técnicas de respiración en la manera que tenía de tocar su trombón, fue objeto de diversas especulaciones, todas relacionadas con el mundo del hampa.
Se especuló con que el gánster de New Jersey, Willie Moretti, había intervenido a instancias de Sinatra poniéndole a Dorsey una pistola en la cabeza para que renunciara al contrato. Hasta su asesinato en 1951, Moretti se jactó constantemente de haber hecho ese favor a Sinatra, que siempre negó la veracidad de esa historia alegando la resolución del contrato por medios ‘legales’. En cambio Joey D'Orazio, amigo de la familia Sinatra, afirmó que su mánager Hank Sanicola, conocía a un par de tipos malcarados que, sí que aconsejaron a Dorsey que librara a Sinatra de un leonino contrato muy ventajoso para Dorsey. Esta versión fue corroborada por Dorsey en una entrevista concedida en 1951 a American Mercury.
En esta nueva etapa encontró su consagración absoluta, tras una vinculación contractual a Columbia Records, inició su gran época con el sello Capitol, con el que llegó a grabar 17 discos. Su personalidad inconformista le llevaba a pelear cada día por ser único, diferente, el mejor. Frank encontró a otro de sus grandes referentes en el violinista Hascha Keifetz, maestro al que quiso imitar por su perfección tímbrica. Tal fue su influencia, que logró cambiar su manera de cantar, dando otro paso más hacia la excelencia. Este “crooner” con el rango de voz próximo al de un bajo barítono, sustentó su repertorio profesional en la interpretación absolutamente personal de la obra de los más importantes compositores populares estadounidenses (Cole Porter, Sammy Cahn, George Gershwin … )
Sinatra creó su propio estilo o idioma, una forma particular de cantar, que influyó no solo en la música de su país sino también en la del resto del planeta
Con una precisión única en el fraseo y su dominio del control de la respiración, se convirtió en mito viviente de la canción. Grabó 1.300 canciones, su acento de New Jersey le dio personalidad al estilo del primer cantante que hizo un uso consciente de los medios de amplificación del sonido con el objeto de situar su voz no ya solo por encima de las orquestas, sino de establecer tal grado de intimidad con el oído del oyente, que ni las barreras idiomáticas fueron capaces de frenar. Es más se puede afirmar contundentemente que Sinatra creó su propio estilo o idioma, una forma particular de cantar, que influyó no solo en la música de su país sino también en la del resto del planeta.
Resulta sumamente complejo establecer un único elemento diferenciador crucial para que Sinatra entrara en otro plano histórico de la música, pues fueron muchos los geniales matices que empleó para que su voz quedara en nuestra memoria como la brisa, pero dejando a un lado cualquier tipo de consideración vocal e, incluso, musical, no podemos dejar de elogiar su capacidad interpretativa para transmitir las emociones y sentimientos implícitos en las letras de sus canciones.
Sinatra llegó al corazón porque contaba y cantaba historias con la maravillosa capacidad de expresión e interpretación de un artista que trabajó como actor en más de 50 películas, llegando a obtener por su papel en 'De aquí a la eternidad', el Oscar al mejor actor de reparto. A éste se sumaría el Oscar especial que logró por su participación en el cortometraje 'The house I'm living in', una película que denunciaba el racismo. De la misma forma obtuvo la candidatura a la estatuilla por 'El hombre del brazo de oro'. Precisamente su desembarco en el mundo del celuloide volvió a vincular a ‘La Voz’ a la mafia. Frank no pasaba por su mejor momento y su irrupción en el cine reactivó su carrera, algo en lo que Mario Puzo encontró inspiración para la creación del personaje, Johnny Fontano de su novela El Padrino, que no sentó nada bien a Sinatra.
Como ya apunté nunca pudo demostrarse oficialmente su relación con la mafia, pero la citada vinculación parece difícil de negar. Es más, por su casino de Las Vegas, donde se reunía con sus amigos del “Rat Pack” (también llamado Clan Sinatra), un grupo de artistas entre los que se encontraban Dean Martin, Sammy Davis Jr., Humphrey Bogart o Lauren Bacall, que hicieron famosas las juergas que se pegaban, pasaron muchos de aquellos contactos de dudosa reputación. La vida personal de Sinatra llegó a ser incluso más intensa que su trayectoria profesional, a su ya conocida amistad de infancia con Joe Fischetti, su cercanía a Frank Costello y la famosa cita con Lucky Luciano en la planta de la azotea del Hotel Nacional de La Habana en 1947, su agitada e intensa vida sentimental le llevó a casarse cuatro veces. Tuvo tres hijos y numerosas relaciones matrimoniales y extramatrimoniales, contando entre sus conquistas a Marilyn Monroe. La relación destructiva que mantuvo con Ava Gardner 'el animal más bello', fue tremendamente tormentosa y hasta su unión matrimonial con Barbara Marx que le acompañó hasta el último de sus días, no encontró cierta estabilidad emocional.
De un modo u otro las luces siguen prevaleciendo sobre las sombras, un ángel con mucho swing se impone al demonio con acento de New Jersey. El viejo cronista escribe su biografía, sobre la mesa un par de botellas de whisky de Tennessee, su favorito, el Jack Daniel's reserva. Las letras viajan sobre el papel que es autopista para el nirvana del recuerdo, su gran arreglista Nelson Riddle siembra de corcheas la biografía de un genio y canalla de la canción que sucumbe sobre caderas cimbreantes. Suena I've got you under my skin, canción hecha a la medida para su fraseo genial e increíble cadencia. Al amanecer la voz de Sinatra se viste de melancolía y suena majestuosa junto al piano de Bill Miller en In the wee small hours of the morning. New York, New York, emerge como auténtico himno de la ciudad que tanto amaba, mientras Fly me to the Moon suena en el módulo lunar del Apolo 11. En Only the lonely inventa la balada, canciones como I've got a crush on you, Come Fly With Me, A Man Alone, Witchcraft, The lady is a tramp, I get a kick out of you, Somwhere Beyond The Sea, It was very Good Year, Night and Day, Come rain or come shine, Love’s been good to me, Something Stupid, Strangers in the night y All the way, forman parte de la eternidad y un Universo paralelo llamado Sinatra.
Mientras la memoria recorre la historia, sus trajes impolutos, sombreros ladeados y zapatos italianos brillantes deslumbran y marcan una tendencia imposible de igualar. Frank, que tiene un soñador en la garganta, detesta cantar My Way, pues para él, el fin jamás estuvo próximo, sino que The Best is yet to come, lo mejor está por llegar…