Después de una serie de catastróficas desdichas, el 12 de junio de 1963 veía la luz la superproducción más cara de la historia del cine: Cleopatra. 50 años después de su estreno, la cinta protagonizada por la gran Elizabeth Taylor sigue siendo todo un paradigma para los amantes del séptimo arte. Y no es para menos. El proyecto que nació como respuesta a una corriente de cine histórico muy en auge por aquella época (sirvan como ejemplos Ben Hur o Espartaco), pronto se tornó en una auténtica pesadilla tanto para su bella y carismática protagonista como para sus estudios, los venerados 20th Century Fox, compañía que casi muere en el intento por sacarlo adelante.
Todo se remonta a principios de la década de los 60. Los estudios 20th Century Fox pasaban por una mala racha. Ningún título de su colección conseguía atraer la atención del público, maravillado por aquella época por las superproducciones épicas. Con el éxito de Ben-Hur como referente (la cinta se alzó un año antes con nada más y nada menos que once Oscars, incluido mejor película), la compañía se lanzó a producir su propia película de romanos. Para ello necesitaban una historia atractiva y que, además, no costase más de 2 millones de euros, presupuesto con el que contaban. Con estos requisitos, pronto pusieron los ojos en Cleopatra, de Cecil B. Demile (1934), película encabezada por Claudette Colbert y Warren William y que se había llevado el Oscar a la mejor fotografía. Un remake de bajo presupuesto, perfecto para relanzar la visibilidad de los estudios. Lo que no podían imaginar es que sus esperanzas llegarían con una cara factura debajo del brazo.
La historia es un remake de la cinta del mismo nombre de 1934 de Cecil B. Demile
Con la historia sobre la mesa, solo necesitaban al equipo técnico y artístico adecuado para comenzar a dar forma al proyecto. De esta forma, contrataron los servicios del cineasta Rouben Mamoulian, que a su vez eligió a la actriz afroamericana Dorothy Dandridge como Cleopatra, Peter Finch como Julio César y Stepehn Boyd como Marco Antonio. Pero pronto las nubes negras empezaron a acechar a la producción. Cuando llevaban varios meses de rodaje, la Fox decidió prescindir de Mamoulian, consecuencia que provocó la estampida del resto del reparto artístico. Meses de esfuerzo y dinero tirados por la borda.
Ojos violetas para Cleopatra
Con semejante panorama, los estudios tenían dos opciones: o paralizar definitivamente el proyecto (con el consiguiente empeoramiento de su delicada situación financiera) o mirar hacia adelante y buscar nuevos rostros para la historia. Dispuestos a no perder más tiempo, 20th Century Fox fichó al director de origen judío-aleman Joshep L. Mankiewicz, cineasta que ya había dirigido y escrito anteriormente otro drama histórico: Julio César (1953), con Marlon Brando como cabeza de cartel.
Con su contratación, ya solo quedaba por poner rostro a la carismática Cleopatra. Una mujer a la que siempre se ha asociado (algunos historiadores apuntan que de forma errónea) con los adjetivos de belleza y carácter. De entre todas las actrices de la época, solo una aunaba con vigor estas dos cualidades: Elizabeth Taylor, la chica de los ojos violetas que había maravillado a la crítica con títulos como La gata sobre el tejado de zinc (1958) o Una mujer marcada (1960), papel que le valió el primer Oscar de su carrera. Con estos credenciales, los estudios sabían que era complicado convencer a la estrella de Hollywood sin un contrato astronómico de por medio, y así fue: Taylor se convirtió en la primera actriz de la historia en cobrar un millón de euros por una película, además de establecer una cláusula de penalización de 50.000 dólares por cada semana de retraso en el rodaje. Para los dos papeles masculinos se seleccionaron a Richard Burton (Marco Antonio) y Rex Harrison (Julio César).
Un rodaje muy accidentado
Subsanados los problemas iniciales, el rodaje arrancó con normalidad en Londres. Sin embargo, los contratiempos continuaron rondando a la película. Concretamente, el clima de la capital inglesa. La lluvia, el frío y la humedad no solo afectaron a los carísimos decorados exóticos, que fueron reconstruidos hasta en tres ocasiones, sino que provocó que su estrella, Elizabeth Taylor, cayera enferma y sufriera una neumonía que casi le cuesta la vida y por la que tuvo que ser sometida a una traqueotomía de urgencias (cicatriz que en muchas escenas del filme se aprecia en la garganta de la actriz).
Debido al delicado estado de salud de la actriz y a los numerosos retrasos provocados por las inclemencias metereológicas, se decidió trasladar todo el set de rodaje hasta Roma, escenario de la película junto algunas localizaciones de Almería. Todo ello provocó un desfase en el presupuesto inicial que terminó superando los 44 millones de dólares (unos 330 millones en la actualidad); una cifra desorbitada para la época (e incluso para las producciones actuales) que sumió a los estudios en una fuerta crisis interna que les impidió ejecutar cualquier otro rodaje. Del total del gasto, 7 millones fueron a parar al bolsillo de Elizabeth Taylor que vio como su caché inicial de millón de euros se multiplicaba por siete debido a los innumerables retrasos en la agenda de filmación, que pasó de 2 meses programados a 14 meses reales.
La producción costó 44 millones de dólares y 14 meses de rodaje
Una vez finalizado el rodaje y con la sombra de la mala suerte persiguiéndoles, los responsables de Cleopatra tuvieron que solventar otro inconveniente: la duración de la película. Mankiewicz había realizado un montaje de unas seis horas de duración, tres horas más de lo previsto. En un intento de salvaguardar su trabajo, el cineasta propuso que la película se diviera en dos partes. Sus recomendaciones cayeron en saco roto y el metraje finalmente se redujo a la mitad, es decir, unas tres horas.
Con las deudas acosando insistentemente en su puerta, 20th Century Fox estrenó Cleopatra el 12 de junio de 1963. La cinta llegaba a las salas perseguida por la mala suerte y la nociva publicidad que la historia se había canjeado gracias a la relación entre Elizabeth Taylor y su compañero de reparto Richard Burton (quien se convertiría en su nuevo marido). Paradojas del destino, y dejando de lado las polémicas, la cinta fue muy bien recibida por el público que la catapultó hacia el éxito, recaudando unos 24 millones de dólares en su primer año (más que cualquiera de sus competidoras en taquilla).
Para entonces, y pese al virtual éxito de Cleopatra, los estudios estaban hundidos en el fango. La maravillosa cifra de facturación no compensó el desembolso inicial y no fue hasta años después cuando los estudios comenzaron a obtener beneficios de su obra "maldita": la película hizo una caja total de 77 millones de dólares. Desafortunadamente, ni la crítica ni la Academia de Hollywood apoyó su causa: solo cuatro Premios Oscar, todos ellos técnicos (fotografía, dirección artística, vestuario y efectos visuales), que supieron a poco para la superproducción que casi lleva a la quiebra a la mítica 20th Century Fox.