Asomado a la ventana del mar la orilla de la noche abre líneas sutiles de magia y pensamientos. Y en aquella orilla los ojos de un ciego contemplan absortos un inmenso vacío estrellado y repleto de planetas palpitantes. Mi boca no tiene palabras, el silencio libera mi corazón sobre el cielo nocturno, mientras el Universo desatado cae a plomo con toda su belleza y la banda sonora de las olas del mar. Yo, ser infinitesimal descubro en mi pequeñez mi lugar en el mundo y busco sin cesar referentes y héroes a los que agarrarme de un sueño y una ilusión.

No soy diferente a nadie, no soy diferente a ellos, simplemente busco la magia en otros en lugar de encontrarla en mi interior, por ello como antaño identifico modelos y referentes en  Dioses y Héroes de la Mitología de nuestro tiempo. Como todo niño he practicado el culto a los héroes del fútbol, una religión casi universal, pero el viento de la noche, de esta noche que atraviesa mi alma, me hace dar un paso al costado y comprobar que esa idealización dirigida es absolutamente capitalista y superficial, pues demuestra que tenemos gravemente errada la escala de valores de nuestra sociedad.

Los futbolistas son los héroes de nuestro tiempo porque, además, son los deportistas mejor pagados. La abundancia y el dispendio forman parte de las cualidades de los héroes contemporáneos. Para desgracia nuestra nadie quiere héroes pobres y todos identificamos en el talento y la chequera de estos dioses de la globalización, la posibilidad de ser como ellos y vivir una vida mejor.

Por ello, reconociéndome víctima del culto al héroe futbolístico, siento haber tardado demasiado en identificar a los verdaderos héroes de nuestra sociedad. Como todo niño al que le gustaba jugar al fútbol quise ser Maradona, pero mis pies de alcayata no me dieron para soñar. Ensimismado en la zurda de un barrilete cósmico, dejé pasar por mi lado a cientos de héroes sin rostro que hoy son ignorados por una sociedad, de la que solo soy un 59, un número más en la incubadora del capitalismo. Un niño rescatado del retrete que rompe a llorar, aquel que un buen día, al toparse con la historia de uno de estos héroes sin rostro, sintió idéntica sensación a la experimentada en una noche estrellada junto al mar. Y pequeñito, pequeñito, enfundado en la piel de un ser infinitesimal, pude comprender que Messi, Cristiano Ronaldo, Neymar, Falcao, Rooney e Iniesta, son intérpretes sensacionales de un hermoso sentido del juego, pero seres infinitamente más pequeños que aquellos rostros anónimos que en la dulce droga de la memoria componen el mapa del olvido en el que pelean los héroes de la cara oculta del establishment.

En aquella cara oculta el héroe sin rostro saca partido al duro potrero de la vida, como Diego Maradona, "El Chule" hace filigranas con la nada y arranca de las vísceras negras de la droga almas desahuciadas en su barrio de la Palma-Palmilla. Como Leo Messi se filtra entre obstáculos para abrir camino a la magia y hacer un gol anónimo en una quimera llamada  ‘La casa de la buena vida’, donde recibe con los brazos abiertos a seres humanos despreciados por la sociedad y en cuyos rostros se dibuja la mueca amarga de la marginalidad. Y todo porque este gitano que es carne de gueto, posee un corazón de puro héroe. Pues “El Chule” que vivió tan deprisa que contragolpea a los problemas con la contundencia y velocidad de Cristiano Ronaldo, conoce de primera mano la abrupta crudeza de la calle, desde la que fue llamado por las ramas quebradas de la noche. Por esa razón abre cada día los ojos al mundo empeñado en ser héroe de la cara oculta del establishment. Bajo el lema 'Dignidad ante la precariedad' y con un claro objetivo: evitar que las familias pasen hambre y sean desahuciadas, levanta con la sabia ironía del barrio y sobre una antigua sede de una sucursal bancaria, “Er Banco Güeno”, donde se da comida a numerosas familias necesitadas sin ningún tipo de ayuda institucional.

Y asomado a esta cruda ventana de la realidad me despojo, no sin pesar, de los héroes de mi irrealidad, aquellos que me hicieron soñar con ese vínculo existente entre la abundancia y la destreza deportiva, aquel con el que crecí ensimismado y fui medianamente feliz, pero que desgraciadamente fue alejándome a cada segundo y cada jugada de la realidad. Aquella en la que el reloj de arena del tiempo disfrazado de madurez, me hizo descubrir y conocer a los verdaderos héroes de nuestro tiempo, esos que me hacen reír de esperanza y llorar con esas lágrimas que caen solas porque en su autopista de sal viaja la más pura de las verdades.

Pues amigos, hoy mi ídolo no será Zidane, ni Diego, ni Ronaldinho, tampoco mi héroe será Cristiano, Messi o Neymar, sino que es “El Chule”, curtidor de esperanza en cuyo rostro se dibujan surcos de toda una vida en la cara oculta, en la que no me cabe la menor duda que encontraré y encontraréis a muchos héroes más…

Foto 1: Arciniega (La opinión de Málaga).