Atento, cercano y sencillo. Así nos recibió el actor Julio Manrique (Barcelona, 1973) en el Hotel AC Málaga Palacio, lugar en el que se alojaba durante el pasado Festival de Málaga. El certamen malagueño, celebrado del 20 al 27 de abril, acogió con gran éxito el estreno de su nueva película: Hijo de Caín, thriller psicólogico donde comparte créditos con María Molins (a quien también tuvimos el placer de entrevistar), José Coronado, David Solans y Jack Taylor y que aterriza mañana en la cartelera del resto de salas españolas. Curtido en las tablas y la televisión, el intérprete repasó con VAVEL su paso por la cinta del debutante realizador Jesús Monllaó, en la cual da vida a Julio, un psicólogo que mantiene una estrecha amistad con el joven protagonista Nico (David Solans) y un oscuro pasado con su madre, Coral (Maria Molins).
Pregunta: Podría decirse que su personaje es el tercero en discordia. Irrumpe en la historia y desmorona por completo a la “familia perfecta”.
Respuesta: Sí, aunque yo creo que más que desmoronarse es que la familia perfecta no lo era tanto. Yo creo que solo faltaba nada, un pinchazo, para se reventara el globo, porque en realidad el equilibro era muy frágil y no todo iba bien. En realidad, es una película que se ocupa un poco de las zonas oscuras, de lo que no se enseña y escondemos. No obstante, quien lo pone todo patas arribas es el niño [risas] y nos toma el pelo a todos. Aunque sí, durante una parte de la película, ese psicólogo complica un poco las cosas.
P: ¿Qué es lo que más le atrajo de su personaje?
R: Me gustó que fuera psicólogo porque, en definitiva, los psicólogos se ocupan de entender la naturaleza del comportamiento humano que es más o menos la misma materia con la que trabajamos los actores. Y eso me gustaba, pero también que es un personaje que recibe una dura lección a lo largo de la película. Es como el bueno, o así se presenta, pero luego resulta que está muy ciego creyendo ser muy lúcido. Y a mí me gustan en la ficción los perdedores porque dan la justa medida que creo que es lo que nos falta a todos en algún momento de la vida.
"Me gustan los perdedores porque dan la justa medida a la vida"
P: No obstante, Julio también es un personaje complejo que tiene diferentes prismas que entran en juego a lo largo de toda la película.
R: A mí la complejidad me gusta. Julio es complejo pero todos los son. Es una película donde no hay un personaje presumible de un color o una etiqueta y eso me gusta.
P: ¿Cómo le llegó el personaje de Julio? ¿Conocía previamente a su director, Jesús Monllaó?
R: No, no le conocía. Me vino a buscar él porque me había visto en mis trabajos en Cataluña. Quedamos un día cerca del Romea, el teatro donde trabajo últimamente. Y llegó él, con toda su pasión, me habló del proyecto y me convenció. Luego leí el guión y me pareció muy bueno y muy sorprendente, además de con un final que te toma el pelo.
P: En la historia, el ajedrez funciona casi como un personaje independiente. ¿Tuvieron algún tipo de preparación especial para las escenas donde entraba en acción este juego?
R: En lo que pensaba al preparar mi personaje era precisamente en el ajedrez y sí que vino un chaval que jugaba este deporte y nos enseñó a David y a mí a mover las fichas y demás y eso me parecía importante. Tocarlas y saber algún que otro truquillo con los peones y algunos tic de jugador de ajedrez. Era importante porque Julio es un psicólogo pero también un ex campeón de ajedrez, además de que era el punto por dónde se unían los dos personajes (Julio y Nico).
P: Y en su faceta como psicólogo, ¿tuvo algún tipo de asesoramiento profesional?
R: No, conozco a alguno ya y fui paciente [risas]; no es un mundo que me resulte ajeno y de hecho me parece un mundo muy interesante, atractivo y necesario y también muy complicado. Lo importante es encontrar al buen psicólogo, no tanto perder el tiempo valorando si lo necesitas o no, que es algo muy personal. Pero no, esta vez no busqué una documentación especial para el papel.
P: En la película comparte pantalla con un veterano del cine español como José Coronado y con un novato, el joven David Solans. ¿Qué se lleva de cada uno de ellos?
R: Es verdad, había como dos extremos, un actor incipiente, formidable, y un hombre con la experiencia de Coronado. De Coronado, aparte de que es un buen actor, es que es una estrella de nuestro cine que no ejerce como tal nada de nada. Es un tío currante, buen compañero, disciplinado en el trabajo, le pone humor y no se pasea por ahí con aires de estrella y eso dice mucho en su favor. Y de David, es un chaval majísimo, inteligente, super inquieto. Yo tengo un hijo de 11 años y David tiene 16, y estaba con él pensando en el adolescente que dentro de demasiado poco me va a tocar tener a mí [risas] y es un chaval precioso. Además de que tiene una mirada con una intensidad muy potente. Es un amor de chaval.
"José Coronado es una estrella de nuestro cine que no ejerce como tal"
P: Le hemos visto mucho en teatro y televisión. ¿Qué tal se ha sentido en el cine? ¿Nota muchas diferencias a la hora de trabajar en uno u otro medio?
R: Es verdad, en cine he hecho muy poquita cosa. Tengo otro personaje de largo recorrido en una película a la que le tengo mucho cariño pero que vio muy poca gente que se llama Febrero y poco más: papelitos pequeños como en Soldados en Salamina de David Trueba. Con lo cual no tengo mucha experiencia. Con respecto a televisión, hay una cámara también y ciertas leyes que son similares al cine pero sobre todo la diferencia está en los tiempos. En las series de televisión en las que he trabajado los ritmos son más frenéticos. Lo que tiene de bueno es que no paras demasiado y las secuencias que afectan a tu personaje son bastante seguidas. En cambio en cine son momentos larguísimos de parada y luego tienes que hacerlo bien en un breve período de tiempo y en períodos de rodajes muy condensados como éste (Hijo de Caín). Luego, el lenguaje cinematográfico, la luz al que se le presta mucha atención,...son parte técnica que Maria (Molins) y José (Coronado) tienen más controlado que yo.