No se puede entender la historia del cine español sin aludir a su figura. Alfredo Landa, uno de los rostros más versátiles de la vieja escuela, ha fallecido este jueves en su domicilio de Madrid a los 80 años de edad. Nombre propio de la filmografía de nuestro país, llevaba retirado de los focos desde hacía cinco años, cuando recogió el Premio de la Unión de Actores de España por su papel en Luz de Domingo, de José Luis Garci. En 2009, su salud sufrió un fuerte revés tras padecer un ictus cerebral. Como buen maestro de su profesión, su vida y su persona siempre estuvo ligada a la historia del cine español, un sector que hoy llora la muerte de uno de sus mitos.
Nacido el 3 de marzo de 1933 en Pamplona, Alfredo Landa Areta, conocido artísticamente como Alfredo Landa, tuvo su primer contacto con las tablas durante sus estudios de derecho. Precisamente, en el escenario de un teatro continuó su carrera artística una vez se trasladó a Madrid en 1958. En la capital española representó algunas de las obras más destacadas de la época como El cenador (1960), Los caciques (1962) o El alma se serena (1968). Una carrera teatral que compaginó durante algunos años con el cine, donde se mantuvo como actor de doblaje hasta que José María Forqué le brindó su gran oportunidad con Atraco a las tres (1962).
Del landismo dijo "No hay nadie que haya dejado algo tan importante como una forma de ser, de actuar y de ver la vida"
Gracias a este título, su rostro se hizo muy popular, ganándose un lugar privilegiado en producciones de la época como La ciudad no es para mí (1965), El arte de no casarse (1966) o Las que tienen que servir (1967). No obstante, tal y como ocurrió con el boom turístico, el actor vivió su mayor esplendor artístico con la llegada de la nueva década, período en el cual se acuñó el término landismo para referirse a ese subgénero cinematográfico español protagonizado por él, en el cual encarnaba personajes de vis cómica que vivían situaciones delirantes en la España franquista y con el destape como telón de fondo. "No hay nadie que haya dejado algo tan importante como una forma de ser, de actuar y de ver la vida", se mostró orgulloso el actor al hacer memoria del landismo. Así, desde 1969 y 1978, Alfredo Landa se transformó en el cómico más querido del panorama español, llegando a protagonizar más de una treintena de películas tan conocidas como No desearás al vecino del quinto, de Tito Fernández, Cateto a Babor, Vente a Alemania Pepe, o Préstamela Quince Días.
Transición artística
Con la transición democrática, Alfredo Landa también experimentó un punto de inflexión en su carrera que le hizo virar hacia personajes más profundos y contrapuestos al registro cómico, fanfarrón y obsesionado con las mujeres, al que nos tenía acostumbrados. Tal y como reconoció en una entrevista en el magazine de El mundo, en 2008, su madurez artística comenzó en 1976 con El puente, de Juan Antonio Bardem. Una nueva faceta que continuó perfeccionando en otros títulos como La vaquilla, de Luis García Berlanga; Las verdes praderas de José Luis Garci; Tata mía, de José Luis Cuerda; Los Santos Inocentes, de Mario Camus y por el que logró el Premio al Mejor Actor del Festival de Cannes en 1984; o El bosque animado, de José Luis Cuerda, cinta que le regaló su primer Goya como mejor actor protagonista allá por 1987. No fue el único. Landa volvería a ganarse el respeto de sus compañeros de la Academia de Cine Español con La marrana, en 1992, y posteriormente en 2007, año en el que entre aplausos recibió el Premio de Honor.
Gracias a su capacidad camaleónica para hacer suyo cualquier papel, Alfredo Landa pudo alternar sin problemas papeles de gran carisma en cine como Paco, de Los Santos Inocentes, con personajes más llanos y simpáticos en la pequeña pantalla como Sancho Panza de El Quijote de Gutiérrez Aragon o el recordado Pepe de la ficción Lleno, por favor. Pese a contar con tan solo una temporada, esta última serie se ganó el cariño de los espectadores que, a día de hoy, continúan recordando algunas de sus frases más célebres como "Pepeee, que no te levanten la camisa" o "Solo creo en Dios, en Franco y en Don Santiago Bernabéu". En 2007, se despidió de la gran pantalla por la puerta grande con Luz de domingo, su séptima colaboración con el cineasta Jose Luis Garci.
Pese al revuelo que causó la publicación de sus memorias Alfredo el grande, en 2008, Alfredo Landa ha sido, es y será uno de los rostros más queridos de nuestra filmografía. "A mí las películas me dan vida". Vida que continuará sembrando de humor y emoción las retinas de los espectadores eternamente.