El cementerio de las anclas
Foto: lifed.com

Todo lo existente tiene su lado contrario, el alter ego, una pieza indispensable para el funcionamiento de la maquinaria del mundo. No hay día sin noche, no hay vida sin muerte, no hay frío sin calor ni verano sin invierno. Cuando una de estas partes desaparece, el ser deja de ser para formar parte del sinsentido y del olvido, abandonando este mundo de eternas diferencias entrelazadas. 

Uno de estos viajes cara el caos existencial se encuentra en la playa de Barril, cerca de Tavira, en el Algarve portugués. En esta enorme pincelada de arena sobre el mar se encuentra el llamado cementerio de las anclas. Un lugar inolvidable para la mente y los sentidos, que no dejará indiferente a nadie. 

Al pensar en un ancla nos viene a la mente la imagen de un barco navegando por el bravo mar. Pero en esta playa hay decenas de anclas sin barco, como si de un cementerio marino se tratara. Los buques fantasmas se dirigieron al confín del reino de Neptuno, abandonando a las anclas, que vivieron sus últimos instantes de vida junto a la tierra, de donde es su origen. Pero esta puerta al más allá tiene un origen más profano.

Los habitantes de Tavira y Pedras d'El Rei fueron colocando en orden las oxidadas áncoras de los antiguos atuneros abandonadas a su suerte tras la crisis de la pesca. Hoy en día, esta zona dejó de vivir del mar para hacerlo del turismo, como la mayor parte del Algarve. Pero este cementerio no es lo único que hace de esta lengua de arena, de bandera azul, un lugar inusual para el viajero. El visitante podrá acceder a la playa o bien andando o bien a través de un viaje por un tren antiguo. El billete cuesta cerca de euro y medio pero la experiencia de las vistas del paisaje son únicas.

Aparte, toda aquella persona que llegue a Tavira no puede irse sin pasar por el puente romano llamada la "Venecia de Tavira", por admirar la plaza de la República y sus antiguas iglesias, por pasear por la calle de la Libertad o, simplemente, por contemplar el Castillo de Tavira (y sus hermosos jardines), en el que se dice que vive una antigua princesa moura encantada que aparece en la noche de San Juan para llorar su funesto destino.
Si el viajero quiere ir más lejos, cerca de Tavira queda el parque Natural de la ría de Formosa, barrera entre la tierra y el mar que protege las ciudades de Olhao y Faro, capital del Algarve. Dos destinos más que cualquier viajero no pode dejar de visitar y perderse por sus mágicas calles.

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