El canto silenciado de la libertad
La joven Nashma, instantes antes de explotar el mortero. // Foto: Ashar3.com

Siria. Alepo. Barrio de Bustan al Qas. La gente se prepara para celebrar una manifestación pacífica a favor de la unidad siria y del fin de la guerra civil que asola el país desde enero de 2011. La protesta se lleva a cabo sin ningún problema, a pesar de que la ciudad es desde hace meses la diana de los conflictos entre las dos partes enfrentadas, que cursan una batalla sin tregua ni fin desde verano. Decenas de personas inocentes son asesinadas día tras día. Cruentos y crueles bombardeos, atentados inesperados, balas invisibles de francotiradores en puntos de paso de niños y ancianos. La muerte no abandona por un instante el anterior centro económico sirio. Y ese día no iba a ser la excepción.

Tras la manifestación, en la que hubo un momento de respiro entre la tensión bélica de la ciudad, los protestantes elevaron su voz al cielo. Los gritos de unidad y paz se repetían y pasaban de una a otra garganta sin pausa. Los sentimientos se sentían a flor de piel. Incluso unos niños, ojos inocentes de un mundo cada vez más putrefacto, ofrecieron su voz en forma de cántico pacífico mientras el público bailaba en coro, todos cogidos de las manos. Pero Alepo no es un lugar de celebración. Tras la manifestación, la niña de voz celestial y nombre Nashma, fue grabada de nuevo cantando. La esperanza se podía ver en sus ojos de no más de diez años de edad. Un anhelo de tiempos mejores, de hermandad y felicidad. Una esperanza que fue apagada en el mismo momento en que un mortero impactó a escasos metros de distancia, acabando con la vida de varias personas allí presentes. En fracciones de segundo, el miedo inundó su pequeño cuerpo. Pero la pequeña pudo escapar sana y salva. Un día más con vida en un país que baña sus días en sangre. Una segunda oportunidad que pocos agraciados pueden contar.

Esta libertad silenciada con violencia es parte de la vida de un pueblo que lleva años luchando sin descanso por disfrutar de algo que ya está inmerso en nuestras vidas desde décadas y que nos parece incluso banal: la democracia y los derechos humanos. Tan poca importancia le damos que la clase política se corrompe, mintiendo al pueblo, robándole y, en definitiva, quitándole el poder que nadie ni nada le tendría que arrebatar. La demoracia es el poder de decisisón del pueblo, algo que incluso se está perdiendo en la civilización occidental que presume de ser la más avanzada de todas las que moran en el planeta. Nos cuesta creer que se mate a otra persona por pensar diferente, que se torturen a inocentes por ser de otro bando político, que se bombardé a civiles inocentes por creer en otro dios. Pero es la realidad existente en Siria, no muy lejana de la vieja Europa.

Por un lado, los rebeldes sirios que añoraban el fin de la dictadura de Al-Assad y el nacimiento de la democracia, gracias al surgimiento de la "primavera árabe" en Egipto, ven como su sueño se convierte en pesadilla. Al-Assad ordenó bombardear las ciudades, provocando la matanza de su propia población. Una especie moderna de Saturno devorando a sus hijos. Las semanas pasaban y el caos aumentaba. La fuerza de los valientes no cesaba. La lucha continuaba. Pero tras dos años de conflicto, los ánimos comienzan a decaer. Los antiguos rebeldes que se erigían como protectores de la democracia son en realidad falsos mesías que imponen la sharia o  ley islámica. Las mujeres, que tuvieron una gran importancia en otros levantamientos populares como el de Egipto o Túnez, pierden todos sus derechos, la religión manda sobre el pueblo, le ordena lo que tiene y no tiene que hacer y, lo peor de todo, castiga sin piedad a los que le llevan la contraria a los mandatos de Alá. Si no fuera poco, los inocentes que no sufren estos abusos, son torturados y asesinados por la shabbiha, mercenarios bajo las órdenes del Gobierno que atacan sin pudor a los que protestan y participan en actos de manifestación.

La desesperación devora la mente de los sirios. Miles de muertos, cientos de ellos asesinados a sangre fría con disparos en la nuca y abandonados en un lodazal por las fuerzas del régimen. Francotiradores asesinando niños, mujeres y ancianos en cada esquina. Morteros destruyendo los pocos segundos de paz existentes.  La respuesta de hasta cuádo aguantarán los sirios este calvario nadie la sabe. El presente hace suponer que los días del conflicto serán cada vez más negros y la crueldad mandará sobre el sentido común. Pero la verdadera pregunta es ¿Hasta cuándo los gobiernos atacarán y destruirán las libertades y derechos inviolables de los seres humanos?

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