Reunión de pastores, oveja muerta. Y así estamos, ese es el nivel de la política española. Las ideas que se manejan entre los políticos están todas en el refranero; fuera, nada, el silencio. Los pastores son los políticos y las ovejas los de siempre, los que pagamos impuestos. El presidente Rajoy pide un pacto contra la corrupción a todos los partidos, como si significara algo positivo. El mensaje es como que te den de sopapos y luego te restrieguen la cara contra el barro y que te cobren por ello: necesitamos ponernos de acuerdo para no robar más. ¿De verdad esperan que confiemos en ellos cuando nos tratan como a menores de edad? Yo no necesito que me pastoreen.
Hace tiempo que le doy vueltas a la idea de que el pacto es una milonga, porque si se consigue pactar algo es porque no hacía falta perder tanto tiempo. ¿Alguien puede reunirse para pactar que robar es malo, de verdad? Sospecho que los pactos sólo sirven para esconder alguna circunstancia más que realzar otras. Siendo muy benévolo, quizás para dejar patente su incapacidad para revertir la situación generalizada de mangoneo; y malévolo, para seguir mangando como hasta ahora, pero tranquilizando a la ciudadanía haciéndola creer que son honrados como píos beatos. Con lo fácil que es cumplir la ley, o ser castigado por incumplirla, la de circunloquios en los que se entretienen nuestros gobernantes. Al final, sospecho que lo que intentan es darle vueltas a un tema para que se pudra y se olvide o llegado el caso, si la cosa se pone muy fea, ponerse dignos, posando de perfil para la historia, o para las monedas, mientras recitan a los clásicos, por ejemplo a El Gatopardo: cambiarlo todo para que todo siga igual.
Soy muy pesimista, para qué negarlo: olvídense de que la corrupción desaparezca, solo vamos a conseguir que sea más difícil enterarnos de ella. Vamos a perfeccionarla, como el dopaje, veréis. Al tiempo. Es nuestra maldición. Más que a un médico que nos cure necesitamos urgentemente a un exorcista que nos saque los demonios que nos llevan.