Siempre hubo una verdad a medias, que define a esta labor, la prostitución, como la primera. Pero esa melodía rompe estruendosa cuando la verdad inclina a la mentira. Ya que según las profesiones evolucionan, sus mecenas tienden a envilecer.

La tierra gira cada 365 días alrededor del sol, pero el astro rey de millones de mujeres gira entorno a bandoleros sin cautelas. La mafia, más mafia, amplía su botín con unos desvirtuados 10.000 millones de euros anuales, que llevan más negocio al negocio. Y con ello más leña al fuego.

¿El anzuelo? Una vida en tierra prometida a sus sirenas, que cuando abren el lazo del regalo, la realidad atenta con un contrato inesperado, que sellan una vida repleta de heridas, impregnadas por el nauseabundo olor de estos carniceros eurófilos, que se llevan dignidad y comisiones al insaciable saco de su botín, jugando con su vida, como con la de su mascota. A precio de costo, valga su bisemántica.

Y cual leña, y sin corteza que proteja, solo una fortaleza sobrehumana puede evitar la hoguera del infierno. Pero el ardor del fuego, magno y vivo, acechará sombra a su ciprés. Y consiguiente desexistencia.

El germen es global y parasitario. De Manila a Nueva Delhi, de Brasil hasta Holanda o República Dominicana, son millones los hombres, mujeres y niños que viven en condiciones de sometimiento directo corporal y/o económico. En Mauritania o Sudán, tribus enteras son propiedad de algunas personas. La incesante sexo-demanda castiga con su látigo a estas víctimas que sufren la impía codicia de quienes profesan como amos. Un matrimonio de cadena hermética, que se define por esclavitud.

Indignante, e insoluble como muerte, el jeroglífico humano sigue sin hallar una panacea a la anarquía que conlleva un mal libre albedrío que aún se muestra sin rienda que sujete y finite la codicia monetaria y sus consiguientes vencedores y vencidos, porque quizá todo tenga un precio, pero un precio no da todo.

Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.”

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS (1948 - ).