Ismael Serrano abre las puertas de su estudio a Vavel, situado en unos de los barrios más castizos de la capital, La Latina, para hablar de su próximo disco “La Canción de nuestra vida” que saldrá el próximo 22 de septiembre.
Ante el lanzamiento de cada disco, el artista siente una cierta incertidumbre, a la par que una tremenda ilusión y este no va a ser menos. Un álbum que define como especial, en un momento especial en su vida.
Entrevista
Pregunta: En septiembre sacas un nuevo disco que se titula como el single ya lanzado, en el que hay canciones nuevas, pero en donde también nos vamos a encontrar con alguna nueva versión.
Respuesta: Es más un disco de canciones nuevas, en concreto diez, pero había un tema del primer disco que me gustaba mucho, que no he cantado demasiado, y que con el paso del tiempo, te das cuenta de que no correspondía al momento vital en el que estaba en ese momento. Habla del desamor desde un lugar que un veinteañero no podía vivir, y tengo la sensación de lo que antes era una intuición, ahora es una certeza. Es con un arreglo diferente, sencillo y cantado ahora de manera diferente.
Hay otras dos versiones, una de la bachata “Burbujas de amor” a la que se le ha quitado todo ese componente para llevarlo a lo más cantautoril; y una canción de Fito Páez que he interpretado alguna vez en directo, pero de la que quería hacer un arreglo diferente.
P: En “La canción de nuestra vida” quieres echar la vista atrás, sin olvidar que lo que está por llegar en un futuro puede ser mejor.
R: Es una celebración de la vida. Responde a varias cosas, en el sentido de, fíjate todo lo que nos ha tocado vivir y aun cuando pensabas que no podías, has tenido oportunidades, te han roto el corazón y con todo has seguido, así que hazte una idea de lo que nos queda.
La vida está en perpetuo movimiento, no se estanca, por más que tengas esa sensación. Es un canto al carpe diem, vivir el presente porque te va a dar la oportunidad de tener experiencias maravillosas. También es un empeño por reconciliarme con el paso del tiempo. Cuando yo tenía veintitantos años era algo que me pesaba mucho, me obsesionaba esa sensación de fugacidad. Escribí en esa época “Vértigo”, que es esa impresión de que la juventud, los días o la felicidad se te escapan. El futuro es una amenaza permanente, se va acercando la toma de responsabilidades y eso te hace decir que hay que vivir con intensidad. Luego con el paso del tiempo, te das cuenta de que está bien que el tiempo pase, no es bueno vivir en la nostalgia permanente.
“La canción de nuestra vida” es el reconocimiento de que tener memoria no tiene que conllevar ponerse nostálgico, sino todo lo contrario, tiene que ser una celebración de la vida, de vivir el presente y seguir aprovechando el instante como lo has hecho. Nuestra vida encierra una poesía que no siempre somos capaces de ver. Todo lo que te ha pasado está lleno de momentos épicos, y el futuro te va a seguir ofreciendo la oportunidad de vivir esa felicidad, esa épica, esa aventura diaria, que está en lo aparentemente rutinario.
P: ¿De qué temas nos va a hablar el LP más allá de esa celebración de la vida?
R: Todo está relacionado con esto, aunque es cierto que también canto al amor y al desamor. Uno de los temas del disco se llama “Me amo” que dice “somos bellos porque somos reales”, es decir, reivindica lo real en contra del espejismo de las redes sociales, donde proyectamos una imagen que no se corresponde con nosotros. Ya no solo es mirarse a uno mismo con el paso del tiempo, sino también al lugar donde te toca vivir, a tu cuerpo, tu momento y a estar bien con tus imperfecciones y contradicciones.
En “Los amantes invisibles” hablo de que el paso del tiempo nos invisibiliza, cómo vivimos en una sociedad en la que no nos miramos los unos a los otros, o no miramos, pero no nos vemos. Luego está “Tiempo” que reflexiono sobre como el tiempo se nos escapa de las manos. El modelo social y económico no nos deja tiempo ni para el ocio, hace que vivamos con culpa el tiempo que no dedicamos a nuestro trabajo, como si el ocio fuera un privilegio, un tiempo robado a nuestro trabajo, cuando es más bien al revés. Es un ejercicio de reivindicación de la autoestima, de quererse, detenerse y darse tiempo, todo esto sobrevuela de alguna manera el disco.
P: ¿Hay alguna canción que trate algo de lo que no habías interpretado antes?
R: “La fábula de los conejos”, sobre las eternas peleas de la izquierda. Es una especie de ejercicio de autocrítica de por qué acabamos hablando de problemas que no interesan al común de los mortales, que tienen otros muchísimos más graves. Es una llamada de atención a una clase política, que vive muy ensimismada muchas veces y creo que es el momento, en un contexto de incertidumbre política. Es necesario que nos replanteemos que está pasando, hay que reflexionar sobre el mundo que se está construyendo y de por qué no somos capaces de ponernos de acuerdo, el por qué hacemos de un conflicto una crisis perpetua, que cada cierto tiempo aflora.
P: Casi a la par que sale el disco, te vas de gira para promocionarlo, algo que no es del todo habitual, ¿por qué lo haces?
R: El estado natural del cantautor es echarse guitarra al hombro y a la carretera. Teniendo en cuenta que ya no sonamos en la radio, la gira es una herramienta promocional indispensable. Incluso voy a hacer un par de conciertos antes del lanzamiento, me parece bonito conocer el disco en directo. La apuesta es diferente, compartiendo la experiencia de cantar por primera vez las canciones, con un público que no se las sabe, pero que las escucha, las saborea y en el que yo las voy a dar un contexto para explicarlas con una puesta en escena muy teatral, que me gusta currarme.
P: Tu estilo musical al alejarse de estilos más escuchados, pero a la vez más efímeros en el tiempo, provoca que tengas un público fiel, con un vínculo duradero y una conexión fuerte.
R: Es una complicidad que se cultiva a lo largo de los años. Intento ser fiel a mí mismo para corresponderme con el público. No solamente es que los cuide y les comunique, ellos están pendientes y hacen el esfuerzo de ver qué estás haciendo, es algo muy bonito. En un momento en el que vivimos hoy con una epidemia de déficit de atención, donde nos cuesta focalizar y nos cuesta vincularnos a según qué cosas, conseguir ese vínculo me convierte en un privilegiado.
P: ¿Prefieres por este motivo tocar en un teatro a hacerlo en un macro festival?
R: Los conciertos masivos son muy bonitos porque es la celebración del encuentro y es maravilloso, pero es verdad que yo soy un tipo muy obsesionado con el relato. Creo que los conciertos son un relato y se articulan mejor en un teatro. La atención de la audiencia es diferente, los silencios son otros; eso te permite estructurar un discurso y una narración donde su hábitat natural es el teatro.
P: Tienes una discografía muy extensa lo largo de muchísimos años y décadas, ¿cada vez es más difícil publicar un disco nuevo?
R: No resulta más difícil publicarlo, si no comunicarlo. Es verdad que tengo una comunidad muy fiel, pero trascender más allá de ella en las redes sociales es muy difícil. El algoritmo es muy determinante, no te abre la oportunidad de conocer nuevas cosas, siempre te va a recomendar lo que tiene que ver con tus propias preferencias. Se generan comunidades con gustos muy afines y eso va en demérito de la diversidad y la pluralidad, característica de una sociedad abierta, que progresa, piensa y es crítica.
Si miras las visualizaciones de cualquier vídeo de YouTube, te das cuenta de que el 80% son de apenas unos segundos. Captar la atención, cuando tú estás contando un relato con disertaciones tan cortas, es muy difícil para nosotros porque así hemos educado a nuestro cerebro. Ahora ya no vamos al encapsulamiento en el estribillo, sino al encapsulamiento de la frase, porque prácticamente es lo que exige las redes sociales. TikTok no es ya un estribillo, sino un meme musical y en ese sentido juego en desventaja, no ya solo a la hora de sacar discos que es un acto de voluntad, sino sobre todo a la hora de comunicarlo.
P: Estamos en una sociedad de consumo rápida, donde todo pasa casi en cuestión de segundos. Para un cantautor, que requiere que su música se disfrute relajadamente, que se paladee sorbo a sorbo cada estrofa, es muy difícil que esto ocurra cuando vamos a todos los lados corriendo.
R: Sí, hasta esa dificultad se expresa incluso en el modelo de espectáculo hegemónico en la música hoy en día, que son los festivales. Escenarios que tienes que compartir con otra gente, con conciertos que tienen que ser muy breves donde desarrollar un discurso es difícil.
P: La crítica social es uno de los pilares en los que basas tus canciones, ¿es necesaria esa crítica para el progreso de la sociedad?
R: Es necesario el hecho de que nos sintamos interpelados por la realidad social. No es solo que las canciones nos ayuden a despertar conciencia, se trata de que seamos capaces de que nos interesen propuestas culturales, que vayan más allá del amor y del desamor dando vueltas en círculo. Me parece muy enriquecedor de que seamos capaces de emocionarnos con una canción que te habla de la injusticia en el mundo.
El espíritu crítico es muy saludable para que la sociedad progrese y sea capaz de superar ciertas lacras. Hay propuestas culturales que incentivan y desarrollan ese sentido crítico y hay otras que las anestesian y adormecen. Me preocupa que se deje de lado ese sentido crítico y esa propuesta musical que incentiva esa mirada. No toda la música debe tener crítica social, entiendo que hay una, igual que en el cine o la literatura que nos lleva al escapismo y me parece bien, al igual que hay otras que tienen que ser un puro divertimento y disfrute de los sentidos.
Ni siquiera a veces pasa por un posicionamiento político explícito, cuando escuchas Mediterráneo de Serrat, que habla de un horizonte común, un mar compartido, que apela al nosotros. Hablar de los terrenos colectivos es entender que somos animales sociales, un conjunto de individuos que están embarcados en un proyecto común. Pensar en la canción como bien común me parece saludable y algo que no se debe perder.
P: En España, como a nivel global, se están dando situaciones de censura a la música y al arte, ¿vamos hacia atrás?
R: Creo que la sociedad va a ser capaz de ponerle freno a esa deriva. Ahora forma parte del debate y no está normalizado por más que se empeñen en regularizar estas cosas. Hay una cultura democrática, un poso que no se va a diluir por más que te haga gracia el gamberrismo político de ciertos partidos, aunque supongo que los húngaros y los polacos también pensaban eso y allí están censurando. Lo más preocupante es que no se trata de un fenómeno local y corre el peligro de estandarizarse, pero yo quiero creer en el ser humano, sobre todo en la gente más joven, que, aunque esté muy desideologizada y sienta desafecto por las cuestiones políticas, han crecido con unos valores democráticos y no van a claudicar en la pérdida de derechos.