‘It’s a sin’, la nueva miniserie de Russell T. Davies, creador de ‘Years and Years’ y ‘Queer as Folk’, se ha convertido en todo un éxito desde su estreno el pasado 23 de enero en la plataforma HBO. Ambientada en el Londres de los años 80, relata el desarrollo del VIH y los primeros casos de SIDA en el Reino Unido.  

A lo largo de 5 episodios de unos 45 minutos, esta coproducción de la británica Channel 4 y HBO Max muestra la vida de un grupo de amigos homosexuales durante toda una década, desde 1981 a 1991. Ritchie (Olly Alexander), Roscoe (Omari Douglas) y Colin (Callum Scott) dejan su casa y llegan a la gran ciudad con esperanza, ambición y ganas de disfrutar de su sexualidad. Allí sus caminos convergen y conocen también a Jill (Lydia West) y a Ash (Nathaniel Curtis), con los que vivirán todo tipo de aventuras.

Una oda a la amistad

‘It’s a sin’ es, sin ninguna duda, una oda a la amistad. Los 5 protagonistas crean un fuerte vínculo desde el momento en el que se conocen, forman su propia familia e incluso terminan alquilando un piso juntos al que bautizan como ‘Palacio Rosa’. Este espacio se convierte en un personaje más, siendo testigo de las vivencias de los protagonistas, de sus innumerables y divertidas fiestas, de sus logros, de sus amoríos, de sus alegrías, pero también de sus desgracias.

Es fácil que el espectador se encariñe con todos ellos e incluso que llegue a identificarse con alguno en ciertos momentos, ya que son personas corrientes. Ritchie es quizá el más juerguista e inconsciente del grupo, pues a pesar de conocer la existencia de esta nueva enfermedad, que la sociedad califica como ‘cáncer gay’, sigue con su frenético estilo de vida de fiestas y sexo descontrolado. Roscoe, de origen nigeriano, que abandona su hogar porque sus padres no lo aceptan, es el más extravagante, en contraposición de Colin, tímido y muy tierno. Por otro lado, están Ash, un estudiante de arte dramático tranquilo y seguro de sí mismo que se enamora de Ritchie, y Jill, la única chica del clan, que toma consciencia desde el principio de este nuevo virus y representa la función de vigilante de sus amigos.

Ritchie y Jill con varios de sus amigos  en el 'Palacio Rosa' / Vía Instagram (Ben Blackall)

 

Visión algo superficial de los personajes

Aunque Jill es uno de los personajes que más aparece en pantalla, poco se sabe de ella, solamente que se preocupa por sus amistades y se convierte en una ferviente defensora de los derechos LGTB luchando por eliminar el estigma del SIDA. Su papel está inspirado en una de las amigas de Russell T. Davies, Jill Nalder, que curiosamente interpreta a la madre de Jill en la serie. Teniendo en cuenta este detalle, cabría esperar que se profundizara un poco más en ella. No obstante, en términos generales, realmente no conocemos casi nada de ninguno de los personajes, pues no se indaga en sus personalidades más allá de lo superficial. Podría justificarse porque lo que realmente se quiere mostrar con la serie es la atmósfera que se vivió en esos años, y los protagonistas son el medio para poder contarlo.

Un reparto inmejorable

Sin embargo, el cast de la serie es verdaderamente un gran acierto. Cada uno de los actores y actrices que aparecen hacen una labor magnífica, pero destacan por encima de todo las actuaciones de Olly Alexander y Lydia West, que interpretan al alocado Ritchie y a la entrañable Jill respectivamente, consiguiendo encandilar al público. Además de actor, Olly Alexander es conocido por ser el cantante principal de la banda británica Years & Years. Por su parte, a Lydia West ya la vimos en la última serie de Russel T. Davies, ‘Years and Years’.

Otras caras conocidas del reparto son un sublime Neil Patrick Harris (‘Cómo Conocí a Vuestra Madre’, ‘Una Serie de Catastróficas Desdichas’) que interpreta a Henry Coltrane, mentor de Colin en la sastrería y uno de los primeros personajes que muere de SIDA en la serie; Keeley Hawes (‘The Durrells’, ‘Bodyguard’) y Shawn Dooley (‘Misfits’, ‘No Hables con Extraños’) como los padres de Ritchie; Stephen Fry (‘Kingdom’, ‘Bones’) como Arthur Garrison, un diputado conservador que se niega a reconocer su homosexualidad; y Tracy Ann Oberman (‘Friday Night Dinner’, ‘After Life’) como Carol Carter, una agente de actores que contrata a Ritchie.

Henry Coltrane y Colin en la sastrería / Vía Instagram (Ben Blackall)

 

Estigma y discriminación

Sin apenas información ni medidas para combatirlos, el virus del VIH y el SIDA se abrieron paso en los años 80 entre la población británica sin miramientos. Se rumoreaba que en EEUU había aparecido un nuevo tipo de cáncer que extrañamente solo afectaba a los homosexuales. En el primer capítulo de la serie, dos chicas hacen referencia a ello en una escena en la universidad, pero como es algo que a los protagonistas les queda lejos, pues sucede en otro país, no se preocupan demasiado. No obstante, esta misteriosa enfermedad no tarda en llegar a Londres, llevándose por delante a todo aquel que se le cruce. Una de sus primeras víctimas es Henry Coltrane, que muere solo y aislado en el hospital. Se evidencia así la ignorancia absoluta que se tenía sobre el tema. Las personas contagiadas eran apartadas por el miedo a infectarse y se las trataba de manera despreciable. Se llegó a crear un sentimiento de culpa en los enfermos, que intentaban ocultar el diagnóstico para evitar el rechazo social. Era indudablemente un tema tabú.

En la serie se refleja la mentalidad retrógrada y homófoba de aquellos años. Muchas familias desconocían o no aceptaban la homosexualidad de sus hijos, pero esta quedaba al descubierto al enfermar de SIDA. El regreso a casa para afrontar el final respondía más al deseo de las familias de ocultar la realidad por vergüenza que de un acto de amor incondicional. El caso de Ritchie o Gregory (al que se refieren como Gloria) son buenos ejemplos de ello.

La actitud pasiva y reacción tardía de los medios de comunicación sobre lo que estaba sucediendo provocó incredulidad e incluso negacionismo sobre el tema. Nadie creía que fuera importante porque no se informaba de ello. Sin embargo, el aumento exponencial de casos hizo que se empezara a tomar conciencia y propició el surgimiento de grupos activistas y protestas callejeras. El tratamiento que se da en ‘It’s a sin’ de las reivindicaciones es algo escaso, quizá habría sido interesante que se hubiera mostrado un poco más de la respuesta social que se generó.

Los protagonistas en una de las protestas / Vía HBO

 

Humor y llanto a partes iguales

En términos generales, ‘It’s a sin’ es una serie de fácil visionado. A pesar de lo delicado del tema, se introducen toques de humor para aligerar toda la carga dramática consiguiendo que el espectador ría y llore a partes iguales. Al tono festivo del inicio le sigue el dramático final de dos de los protagonistas. Además, el reducido número de capítulos contribuye a que el ritmo de la historia sea un tanto frenético y que se pase de puntillas sin ahondar en muchas situaciones. De todos modos, este ritmo alocado es precisamente el que confiere encanto a la serie.

Emotividad, realismo, dramatismo, todo se conjuga y confluye en una serie que es sin duda un homenaje a las vidas perdidas.