Con un claro propósito de reivindicación y en un momento más que oportuno, Gerard Bush y Christopher Renz buscan con Antebellum seguir la estela con dos películas con las que guarda una cierta similitud: Déjame Salir y Nosotros, ambas de Jordan Peele. Mientras que las cintas de Jordan Peele tenían un mensaje muy claro y contundente, Antebellum no es capaz de encontrar su camino, y se sabe por qué.

Antebellum es el largometraje de terror más esperado de lo que queda de año (tampoco hay muchas más opciones), y está dirigido por los debutantes Gerard Bush y Christopher Renz. La película se centra en Verónica (Janelle Monáe), una escritora de éxito que queda atrapada en una terrorífica realidad cuyo misterio deberá resolver antes de que sea demasiado tarde.

La película pretende ser un relato de suspense (no tanto de terror) sobre la inercia moral de un país que se niega a renunciar a las costumbres del pasado. Desde los primeros minutos, Antebellum deja claro que busca ser una película provocativa y extremadamente violenta acerca de los derechos civiles y la cultura afroamericana, pero se queda a medias. A través de inusuales saltos temporales y acompañada de una inquietante banda sonora compuesta por Leo Birebeng, la cinta tropieza en sus diversos giros de guión, que no consiguen el efecto esperado. En vez de sorprender, entorpecen una trama que se va volviendo más caótica por segundos.

Durante los dos primeros actos de su metraje, Antebellum da las pistas suficientes para predecir qué va a ocurrir en su final. La cinta promete sorpresas, pero lo cierto es que muestra sus cartas demasiado pronto. El primer acto es intenso y algo inesperado, pero el segundo cambia totalmente de tono y carece de cierta emoción para dar paso a un tercero que intenta completar el puzzle, pero que deja muchas incógnitas por responder. Su juego de mezclar varias películas en una y hacer creer al espectador lo que no es le acaba pasando factura, con hechos y detalles totalmente inverosímiles se mire por donde se mire.

Los 30 minutos finales de Antebellum son muy caóticos y diferentes a su buen inicio. Con aspiraciones grandilocuentes y queriendo abarcar demasiado, el largometraje termina yendo en contra de su propio mensaje, y deja patente las múltiples lagunas en su guión. Al final, uno sale de la sala sin sacar ninguna conclusión y con la sensación de que Janelle Monáe le pone demasiada intensidad a un personaje, que, como ocurre con la película, termina quedándose a medio gas.

Valoración: 2,5/5.

Lo mejor: su inquietante banda sonora, compuesta por Leo Birenberg.

Lo peor: que la película no sepa desarrollar todo lo que construye en sus primeros minutos.