Ya se ha estrenado en Netflix la tercera temporada de la serie "Selling Sunset" conocida en España como "Sunset: la milla de oro" y no es ninguna sorpresa que lo que empezó siendo un programa al estilo de los hermanos Scott se ha transformado en todo un reality show.
Es cierto que en la segunda temporada hubo un incremento del drama. La boda de Mary Fitzgerald y Romain Bonnet y la no invitación a su compañera de trabajo Davina Potratz, el enfado de Chrishell Stause con Christine Quinn... todo se centraba en el conflicto. Pero también se veían casas, ventas, reuniones... porque esto es un programa sobre la venta de casas de lujo y últimamente todo discurre en torno a la vida de las agentes inmobiliarias de "The Oppenheim Group".
En la tercera temporada nada de este trabajo importa. Sí, hay algunas ventas y el trabajo sirve como hilo conductor para la sucesión de capítulos pero en el tráiler ya podíamos ver como la serie se promocionaba con lo que sería todo un bombazo: el divorcio de Chrishell y la boda de Christine.
Cada temporada es más movidita que la anterior y... la audiencia lo agradece. "Selling Sunset" ha sabido ganarse un público sediento de drama, exceso, lujo, fama y excentricismo, elementos que solo están presente en realities de este tipo.
Es un error ver el programa en busca de conocimientos sobre arquitectura, muebles, venta de casas... aunque puede que por el camino aprendas algunas cosas.
La audiencia de "Sunset" ha convertido este espacio en todo un guilty pleasure, algo que quizás no está muy presente en la plataforma Netflix, ya que encontramos otro tipo de contenido.
Gente que se abre en canal, que trabaja cosechando grandes éxitos pero también grandes fracasos, lo difícil que es mantener un trabajo tan lujoso teniendo hijos y una familia que cuidar, el poder del dinero y las falsas amistades son algunos de los ingredientes de la esencia de "Selling Sunset".
Dentro de este reality encontramos dos puntos que pueden justificar su éxito: el dinamismo de las tramas que se suceden sin descanso en capítulos de no más de 40 minutos y un casting muy potente que incluye personajes de todo tipo: más calmados, irascibles, sensibles, sin complejos, ricas pretenciosas... que harían funcionar hasta el más malo de los proyectos.
Todavía no sabemos si habrá una cuarta temporada en la que se muestre qué pasa con la casa cotizada en 75 millones de euros, o si saldrá Justin Hartley (actor y ex marido de Chrishell) a dar su versión del divorcio y a explicar por qué le dejó a través de un mensaje tan solo un rato antes de que la noticia se hiciese pública.
No, no lo sabemos todavía. Pero esperamos que sí, porque "Selling Sunset" se sale del contenido típico de Netflix y trae un producto fresco y original que atrapa y divierte a la audiencia, sin pretensiones.