El público de el Bahía ¡En Vivo! | Foto: Silvia Rueda Lozano

En tiempos de pandemia, las colas para entrar en conciertos se convierten en kilométricas a pesar de que el aforo sea reducido. A la entrada, te revisan bolsos y mochilas, y se añade como novedad que te toman la temperatura. Y una vez en el interior, la megafonía lo recuerda cada cierto intervalo de tiempo antes de que el espectáculo comience: “Recuerden el uso de mascarillas, salvo para comer y beber. No muevan las sillas de su situación. Mantengan la distancia de seguridad. Y, una vez finalizado el concierto, esperen las indicaciones”. Se acabaron los codazos por la primera fila y las bebidas derramadas por culpa de empujones inesperados. Ahora las sillas te sitúan en pareja y las mesas te separan del desconocido o conocido de al lado. Suena a un ambiente frío y desapegado, sin embargo, una vez suena la música, todo es la normalidad de siempre.

El punteo arpegiado del comienzo de “Sabéis Quiénes Sois” le otorgó la calidez que el recinto al aire libre pedía. No porque la noche estuviera fría, sino porque tanto protocolo y tanta medida para salvaguardar la salud de todos había quitado ese comienzo caliente que antes era lo normal en un concierto. Y en esa calidez, que el público preparaba con la emoción del “por fin”, la voz de El Kanka se presentó humilde ante ellos: “Amigos, compañeros, compadres y comadres, colegas, camaradas, mis panas, y carnales. Familia conocida, un vínculo de sangre, mi clan, mi gente rara, mi estirpe de los bares… No sé qué es lo que haría, sin vuestras majestades”, cantó el malagueño a un público que estaba entregado a uno de sus últimos temas.

El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano
El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano

Un concierto de El Kanka en tiempos de pandemia sólo cuenta con él sobre el escenario y sus tres guitarras, que afina entre canción y canción soltando algunos de sus pensamientos o chascarrillos con los que se mete en el bolsillo a su público desde el primer minuto. Tiene esa misma improvisación que ya se ve en sus perspicaces y poéticas letras. Tiene ese charlar sobre lo más mundano y cotidiano pero de una forma que hace que, al escucharlo y reflexionar, se vea con otros ojos más ilusionados. Y sobre todo, tiene ese arte y desparpajo para decir o cantar las cosas que le llegan – como esa improvisación que desató la risa del público al meter en medio de una de sus actuaciones el famoso “No soy un superman” de Bustamante – y que queden como lo más natural del mundo.

El Kanka es un niño travieso y humilde sobre el escenario que transmite calidez y ganas de pasarlo bien. Es como ese amigo con el que sabes que puedes hablar de todo con cerveza en mano, con el que vas a reírte a cada minuto. Es ese amigo que en las malas está siempre ahí y en las buenas, con él, van a ser siempre las mejores.

El repertorio fue muy bien escogido para la ocasión. Propuso un brindis preventivo con “El Día de Suerte de Pierre Nodoyuna”, porque no sabemos lo que puede pasar en estos momentos de incertidumbre. Recordó con “Guapos y Guapas” que en estos tiempos, el “mens sana in corpore sana” se está cumpliendo sólo a la mitad. Y dedicó “Zamba para Mi Padre” a su progenitor y a todos aquellos que, en estos tiempos de confinamiento, echaron de menos a esa persona que siempre está pero estaba esta vez en la lejanía.

El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano
El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano

Tampoco faltaron los temas de “guitarrita” como ese ánimo para todos con “Sí Que Puedes”, ni tampoco el grito de júbilo y sorpresa por parte del público cuando entonó las primeras notas de “Qué Bello Es Vivir” o “Canela En Rama”. Y, mucho menos faltaron, siendo Cádiz la tierra del carnaval y las chirigotas y comparsas (que tanto amor el cantautor les profesa), un par de referencias a ellas por petición popular o comentando, en medio del tema “Payaso”, que “quien dice payaso, dice chirigotero”.

El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano

El público estaba encantado con él desde el primer minuto, desde el primer chiste ingenioso. Y estaban en su salsa. En silencio, llevando el ritmo con los pies y disfrutando del momento, abrazándose y besándose con “Para Quedarte” de fondo, cantando cuando el cuerpo les pedía cantar o bailando, ya en el final. “Esta va por ti”, gritaba una de las asistentes levantando su cerveza en agradecimiento por las palabras del cantante sobre lo gratificante que era para él que, en estos tiempos, la gente siguiera apostando y apoyando la música en directo.

El concierto terminó a la hora y media larga de haber comenzado. “Lo Mal Que Estoy (y Lo Poco Que Me Quejo)” había dejado exhausto al público, que intentaba seguirle el ritmo en la letra. “Me encanta cuando os dejo cantar esta parte, os calláis, pero hay valientes que prueban a seguir la letra”, reía El Kanka refiriéndose a esa famosa parte de “a mi burro, a mi burro le duele el amor”. Pero, aunque quedara exhausto tras varios bailoteos, las últimas fuerzas se las llevó Juan Gómez Canca en un aplauso tan grande como todos los que se había llevado durante el concierto. Porque El Kanka está enamorado de Cádiz, pero es que el público gaditano está a los pies de su arte.

El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano

 

El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano

Y con ello y un “Mucha salud para todos”, el cantautor calificó su concierto de “hemorragia de gusto” y pidió volver pronto. “Depende” de Jarabe de Palo sonó a su marcha, cuando el público no dejaba de silbar y aplaudirle su actuación. Y así fue como El Kanka devolvió al ambiente esa calidez que, antes de la pandemia, ya existía al final de los conciertos.

El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano
El Kanka | Foto: Silvia Rueda Lozano