24 de febrero de 2015.
Seguramente para esta fecha existiría una puerta exacta en el Ministerio del Tiempo. Es una fecha clave en la Historia de España. Necesita ser custodiada y cuidada para que no cambie el transcurso del tiempo. Es normal. Nunca antes un montón de historias en una serie habían hecho Historia.
Repeticiones aparte, “El Ministerio del Tiempo” nacía hace cinco años una noche de febrero de 2015. Era un proyecto extraño, con una promoción enigmática, cautivadora, diferente: un logo en color marrón y forma de rombo con el título de la serie y el sonido de los engranajes de un reloj moviéndose, marcando el pasar del tiempo. Simple, sencillo e impactante. Pero sobre todo era un “¿qué narices es esto?”.
Todo el que empezó viendo la serie, en el primer capítulo, tuvo que quedarse a cuadros. No realistas como los de Velázquez, más bien cubistas o expresionistas como los de Picasso. Los primeros cincuenta minutos era todo un “¿pero qué?”, “¿cómo que viajes en el tiempo?”, “¿para preservar la Historia de España?”. Los hermanos Olivares, sus creadores, supieron plasmar bien ese sentimiento en pantalla, al que llamaron Julián Martínez (Rodolfo Sancho). Todo cuánto el espectador pensaba, decía o preguntaba, ya lo hacía por él Julián en su visita guiada con Salvador Martí (Jaime Blanch) por los pasillos del ministerio. Ya ahí se venía advirtiendo de que esto no era una serie convencional y que venía a revolucionar la Historia de las series españolas.
La misma sensación del primer capítulo es quizás la misma que ya Javier Olivares junto a Marc Vigil han querido traer de vuelta cinco años después al último capítulo de la cuarta temporada. Todo el comienzo ha sido un “¿pero qué?”, “¿qué narices esto?” pero más digerido. A diferencia de la primera con la cuarta temporada es que los guiones y las tramas fueron dando la información con mayor detalle y explicación para que los más rezagados no se quedaran atrás pensando. Porque, “El Ministerio del Tiempo” tiene ese guión que acoge a cualquier tipo de espectador.
En medio de una renovación en el aire y con el título recién ganado de ser la serie más vista en HBO España, la serie más viral española ha querido atar todos los cabos abiertos en esta última temporada para no dejar atrás cualquier dato que pueda perderse en caso de ser el último capítulo de su historia. Han cerrado el Ministerio del Tiempo de la única forma que podía hacerse: haciendo que Salvador Martí, el verdadero ministerio, presentara su dimisión. Sin Salvador, sin la apoteósica interpretación de un Jaime Blanch que esta temporada ha relucido más que nunca, “El Ministerio del Tiempo” no tiene la misma puerta abierta. Aun así han dejado cabo del que tirar colocando al fiel compañero Ernesto (Juan Gea) en el sillón del subsecretario o dándole a Irene (Cayetana Guillén-Cuervo) un puesto en su departamento de “Memoria histórica femenina” (tan necesaria).
La serie cerraba así todo, con Salvador en su marcha mientras la carta que había dejado despedía a cada personaje. No era la primera vez que este recurso se usaba: la marcha de Julián Martínez a Filipinas en la segunda temporada ya había sido igual. Pero, en esta ocasión, el sentimiento sabía aún más a una despedida que nunca desde la mitad del capítulo.
Adaptarse para sobrevivir
En esta cuarta temporada, la serie ha sabido adaptarse a todos los cambios. Ya lo venía haciendo desde el primer momento: siempre adaptándose al espectador para ofrecerle el mejor material posible con un presupuesto humilde y un equipo de calidad suprema. Pero, después de casi tres años sin pisar la pantalla, para una serie, es muy difícil volver a donde estaba antes. Pero, lo que siempre parece imposible, “El Ministerio del Tiempo” lo hace posible. Y esta no ha sido la excepción.
Ha tenido que adaptar las patrullas a los horarios de sus actores. Lo cual les ha llevado a mover a personajes de puestos o a traer nuevos personajes, como Carolina (Manuela Vellés), de la que, en tan poco tiempo, ha dado tiempo al espectador a encariñarse de ella. Adaptar las historias pasadas, como la de Amelia Folch (Aura Garrido) y Julián Martínez, que llevaba arrastrándose desde la primera temporada y entre tantas idas y venidas nunca había habido la perfecta sincronización. Finalmente se dejó en una aparición capitular de Aura que se resolvió con un beso que ocurrió en dos tiempos imaginarios paralelos pero no en el actual. O también han tenido que adaptar el ministerio al edificio nuevo, o antigua Radio Nacional, y acostumbrarse a que los pasillos llenos de funcionarios iban a ser distintos.
La serie ha sufrido muchos contratiempos, pero ha hecho lo que todo ser humano hace: adaptarse al medio para sobrevivir. Y vaya si han (sobre)vivido.
“El Ministerio del Tiempo” parece haber dicho adiós con este último capítulo. Y con esta última temporada no se ha dejado nada en el tintero.
No han faltado las historias de amor, ni los gags cómicos, ni las críticas sutiles y tan necesarias, ni las escenas virales como la de Lorca viendo cantar a Camarón de la Isla “La Leyenda del Tiempo” o Velázquez entrando en el Museo del Padre al ritmo de “Velaske, yo soi guapa?”.
Tampoco han faltado los personajes históricos como Fernando VII; Almodóvar convencido para contratar a Antonio Banderas o Picasso para que no venda El Guernica. Y no tan históricos, como Emilio Herrera, que sí que merece un hueco en los libros y en las aulas y del que nadie sabía cuál fue su gran hazaña hasta que llegó la serie para contarlo.
Tampoco han faltado los viajes al pasado, y al presente, y al pasado otra vez, y al futuro con el Anacronópete, que esperemos por favor que esta serie no sea "Los Simpsons" a la española. Ya acertaron de lleno con el capítulo final de la tercera temporada hablando sobre una pandemia en España. Esperemos que no acierten con el futuro hipotético presentado en este último capítulo en el que se hablaba de que Bertín Osborne, que acabó siendo trending topic, había llegado a ser presidente del Gobierno.
Lo que sí, le ha faltado, es tiempo. Porque la emisión de “El Ministerio del Tiempo” debería ser eterna.
Parece tener un fin ya casi anunciado con este último capítulo que estrenaba el pasado 23 de junio. La serie dejó los cabos atados en un capítulo que supo recopilar todas las referencias cinematográficas posibles con un final cargado de emociones. Y que, además, antes de marcharse, dejó un último mensaje: La herida de Julián por la muerte de su esposa quedó sanada. Siendo Julián la representación de España, ¿quiere decir que “El Ministerio del Tiempo” ha sanado de algo al país? Al menos ha contribuido en la educación de sus espectadores dentro y fuera de las aulas.
"El Ministerio del Tiempo" ha hecho Historia contando un montón historias a la vez. Ya sólo les queda permanecer en el recuerdo eternamente. Con honor y reputación.