El medio camino que lastra a España
El Senado, en una sesión del pasado mes. /EFE

La crisis de la epidemia jamás vivida en los últimos 100 años ha resquebrajado aún más las grietas de la estructura territorial de España. Un modelo, el autonómico, que dejó atrás la centralización que impuso el régimen franquista, reconociendo singularidades y descentralizando parte del pastel de las competencias.

Como en Educación o Sanidad. Pilares básicos de un país que despojó a sus diferentes regiones la responsabilidad de la confección de las diferentes materias siguiendo siempre un plan general esbozado por el estado. A comienzos de siglo, Aznar, de la mano de la ministra Villalobos, acabó por transferir a las comunidades autónomas las competencias en materia sanitaria. España pasaba a mirar casi en el espejo de los países federales e incluso aumentaba sus descentralización, como el caso de Alemania en materia sanitaria. 

Un cambio de organización que no se vio reflejado en las instituciones. Al contrario que el Bundesrat alemán, el Senado español no representa a nada ni a nadie. Es un mero complemento del Congreso de los Diputados en el que la mayor decisión atribuida en los últimos años ha sido la activación del artículo 155 que paró en seco el desafío secesionista. De esta forma y al contrario de lo que posee Alemania, un mecanismo en forma de Consejo Federal que coordina de forma horizontal las diferentes decisiones de cada región, España nada a medio camino entre un estado centralizado y otro federal. 

Esta indecisión administrativa, imposible de cambiar ante la incapacidad de la actual clase política de pactar ni una sola medida de calado, se manifiesta en casos claros donde la coordinación es obligatoria. Como la actual, en la que la información diaria de cada territorio es esencial para testar y verificar el recorrido del virus, para unificar medidas y gestionar un plan común de acción. Ante la carencia de un organismo o cámara que lo llevara a cabo, el Gobierno se erigió como única voz competente para tomar las decisiones, el llamado mando único. Una decisión que, al tener cada comunidad autónoma trasferidas las competencias de sanidad, dejó en evidencia la ausencia de stock sanitario para poder ser repartido a cada región. Ello, sumado a la imposibilidad de autoproducción, obligó al ministerio de Sanidad primero y luego al de Hacienda a sumergirse en la selva del mercado internacional. España jugó a ser centralista cuando hace mucho tiempo que había dejado de serlo. 

Ni centralista ni todo lo contrario. La carencia en España de un órgano que coordine las decisiones de cada autonomía, deja en quimera la lealtad de cada región hacia el estado. Cada una mira a su plaza, a su ombligo. El virus ha retratado a España y puesto en jaque su medio camino. Es necesario un órgano con verdaderas competencias para construir un camino que defina mejor a una España que hoy en día no se encuentra. 

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