El premiado cortometraje, el cual estuvo nominado para el Óscar a mejor cortometraje de ficción en 2019, relata una llamada aparentemente rutinaria entre una madre y su hijo, en la que al principio todo parece normal hasta que se vuelve angustiosa y agónica al ver que el hijo de la protagonista se encuentra sólo en una playa del sur de Francia sin ningún adulto alrededor. Pese a los intentos de la madre por calmar la situación, todo cambia cuando el pequeño ve que un desconocido intenta ir tras él y la llamada se corta. Este principio tan agobiante y al mismo tiempo emocionante, se incorpora en el largometraje con naturalidad, dando comienzo así a los primeros veinte minutos de la película.
Diez años después se vuelve a ver a Elena (Marta Nieto), quien vive en el sur de Francia, intentando rehacer su vida con Joseba, su pareja (Àlex Brendemühl). Sin embargo, todo su mundo vuelve a agitarse de nuevo cuando conoce a Jean, un chico que le recuerda a su hijo y con el que establece una peculiar relación. Una relación que se forma a través de una extraña amistad o especie de obsesión entre ambos, que nace desde lugares diferentes, pero que se unen en el apoyo y en la dependencia. Se debe destacar que durante la proyección, hay algo que hace que el espectador se encuentre confuso; se trata de la falta de expresión de los sentimientos de ambos personajes, que hace que quien esté viendo la película, tenga que poner en acción la imaginación y la intuición para hacerse una idea de qué es lo que está ocurriendo entre ambos. Todo ello implica que el espectador tenga que estar atento y que se adentre de lleno en la trama.
Durante el largometraje, la tensión de los primeros veinte minutos se desvanece para dejar paso al dolor y a la desesperación de la madre, que al seguir sin encontrar a su pequeño, hace que la locura y el delirio entre en su vida para no salir, pese a la insistente ayuda que recibe por parte de su pareja. Es importante destacar la increíble interpretación de la actriz Marta Nieto, que con la ayuda de los planos de cámara (la mayoría en plano secuencia), sabe transmitir a la perfección con pocas palabras y a través de miradas, el sufrimiento y el desgarro que lleva por dentro, a pesar de los años transcurridos desde el suceso. Sin duda alguna, la intérprete hace que la película gane calidad.
Puede que haya quien piense que hay demasiada ausencia de efectos sonoros, pero precisamente eso hace que el film destaque, pues incluso sin una banda sonora excesiva que provoque emociones buscadas, la película logra que el espectador empatice con la protagonista, y sienta el mismo dolor que procesa la protagonista. Sorogoyen con pocas cosas transmite una historia intensa y un tanto angustiosa, demostrando una vez más, el gran cineasta que es.