Los cotilleos y su insultante atractivo a veces nos hacen olvidar el excelente actor que es Brad Pitt y lo comprometido que está con el cine, pero este año se ha encargado de hacérnoslo recordar con Érase una vez en...Hollywood y la que hoy nos ocupa. Él es la cara visible y uno de los máximos responsables de Ad Astra, dirigida por James Gray, donde ofrece una gran interpretación en una de las principales cintas a tener en cuenta de cara al final del año e incluso la próxima temporada de premios.

Sin embargo, la omnipresencia de Pitt supone también un problema en cuanto a la percepción de un proyecto no apto para todos los paladares o promocionado de manera errónea. La trama es difusa, el ritmo es pausado y el viaje u odisea del protagonista, Roy McBride, se centra más en los adentros de su ser que en el alcance de los confines del espacio. Y es que Brad Pitt lleva a las salas un público que de otra manera no iría y que posiblemente se sentirá defraudado al no ver la trepidante aventura espacial que se ha venido publicitando.

Póster oficial de 'Ad Astra' | filmaffinity.com

Por todo lo demás, Ad Astra es una película exigente y muy estimulante, que transita por temas tan profundos como la búsqueda del ser, el sentido de la existencia y las relaciones familiares y amorosas, que bebe de fuentes tan diversas y brillantes como El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, Apocalypse Now (por ende), y cintas más recientes como Interstellar y La llegada. De hecho, el proyecto ha contado con miembros clave de los equipos de estas dos últimas, como son el director de fotografía Hoyte van Hoytema y el compositor musical Max Richter.

De alguna forma Ad Astra se siente heredera y continúa por la línea de la ciencia ficción norteamericana de corte realista de los últimos años, donde los traumas o los dramas internos están muy presentes en la vida de sus protagonistas. Gravity o First Man son buenas muestras de esta corriente que apuesta de manera arriesgada por servirse del entorno y su inmensa capacidad expresiva para indagar en lo más profundo del ser humano.

En cambio, a pesar de la fuerza audiovisual del conjunto, a Ad Astra le falta gancho en forma de fortaleza argumental y verdadero misterio. Al final, el viaje no depara grandes sorpresas y el sentimiento de aventura se desvanece como un azucarillo, pero estaríamos cayendo en un error de bulto si no supiéramos apreciar, durante el transcurso de la historia, el disfrute en su faceta más sensitiva, asentado sobre una actuación sólida, una dirección formidable y un empaque audiovisual sensacional.