Hay conciertos que, dependiendo del lugar en el que se canten, son más o menos especiales. Siempre, un concierto en la tierra del cantante, va a ser más especial que en otro sitio. No es culpa del cantante. Es que es el lugar. Es cuestión del ambiente, de la gente, de la historia del cantante y su conexión con el sitio.
Pero, esta ocasión era diferente. El cantante no se había criado en esas tierras. Pero sí que había mamado de su arte y su idiosincrasia tan característica
Ver a Manuel Carrasco en tierras gaditanas es una suerte que no todos tienen, y es una suerte que solo él y sus seguidores comprenden. Hay algo en el aire, en el entorno durante ese concierto, que convierte la escena en mágica y peculiar. Es ese algo que resulta al mezclar poesías humildes tintadas de experiencia con un público ansioso de música y comprensión.
La empatía es el arma con el que conquista tierras este onubense. Con sus letras, tiende la mano a la comprensión, al “no estás solo”, al “vamos a luchar juntos por esto”… Tiende la mano a los humanos regalándoles humanidad. Pero, los gaditanos, tienen armas para enamorarle.
El público gaditano es un público que lo comprende, que lo entiende, que vive lo suyo. Es un público que ha mamado lo mismo que él, que se ha alimentado de su arte propio y de las letras de la calle. Es un público que viene desde abajo y que no quiere perder sus raíces. Es un público que no ha de buscarse en la luna ni en el espacio infinito, que vuela a ras del suelo, que tiene su acento en el ADN y las canciones de cuna en vena. Y es por eso por lo que “Me dijeron de pequeño” era el tema perfecto para presentarse ante ellos.
Veinte minutos más tarde de lo previsto, una lona con un niño mirando a las estrellas se iluminaba sobre el escenario para caer en medio de la actuación y dejar ver a un Manuel Carrasco sentado sobre un banco. El público, que andaba ansioso desde hacía minutos gritando su nombre, se rindió ante la voz y la sonrisa del artista.
La veda del concierto se había abierto. Ya solo quedaba disfrutar.
Del banco, saltó al escenario para correr, saltar, bailar y dejarse fluir con los dos siguientes temas. “Yo quiero vivir” y “Aprieta” convirtieron el escenario en una clase de crossfit. Una vez hecho el ejercicio, sin parar, salieron los temas sin parar: “Que nadie”, que cantaba hace ya casi diez años con Malú; “Vete”, de su último disco y por el que dio unas palabras contra el acoso, el maltrato, el bullying…
Y así llegó la primera invitada de la noche. Alba Gil, ganadora de La Voz en 2017, se subió al escenario junto a su mentor en el programa para cantar “Llámame loco”. Un dúo en el que se dejó a la jerezana que se luciera con la voz que le dio el premio hace dos años.
Tras ella, la mujer siguió siendo la protagonista de la noche. “Mujer de las mil batallas” sonaba sobre el Poblado de Sancti Petri para deleite de las miles de mujeres que allí se encontraban.
Porque Manuel Carrasco enamora a todo tipo de públicos de todas las edades: Desde maridos a padres con niños en brazos, pasando por la juventud de todas las clases sociales. Pero, si algo tiene de especial su público, es que es de lo pocos cantantes que es capaz de atraer con sus letras a tres generaciones de mujeres. Abuelas, hijas y nietas se convirtieron en mujeres en ese momento. En mujeres luchadoras animadas por las letras del onubense.
Jessi y Jose, con un enorme cartel que lo corroboraba, celebraron su primer aniversario con un “Ya no” dedicado, que tiraba la pista abajo de los saltos del público. “UnoXUno” traía las ganas de flamenqueo para las más flamencas. Pero, “Montañas de sal” a guitarra traía al concierto las raíces más profundas escritas hacía 15 años mientras se tocaba el timón que lleva colgado al cuello y con el que navega entre sus historias.
“Me gusta”¸”Y ahora”, “Siendo uno mismo”… Un popurrí de temas que terminó con las luces encendidas de todos los móviles para “No dejes de soñar”.
Tras una hora y media de temas sin parar, sin apenas hablar entre uno y otro, llegó el descanso. Diez minutos de impaciencia, de “lo lo lo”, palmadas, gritos, silbidos, que hicieran pasar el tiempo más rápido. El público seguía sediento. Y sólo había algo que podía calmarles la sed.
El zapateo y las palmas al compás que sólo un gaditano sabe marcar anunciaban lo inminente. Manuel Carrasco no iba a irse de Cádiz sin homenajear aún más a alguno de esos compositores que le dieron las primeras letras. Ya había soltado alguna que otra comparsa entre canción y canción anteriormente. Siempre lo hace en cualquiera de sus visitas, y esta no iba a ser la excepción. El Concert tenía que convertirse en el Falla, y así se hizo.
Al piano, cantó “Mi bandera”, tema de “La cruz del mapa”, para hacer entrar en calor al público para lo que se avecinaba. Y tras él, llegó ese tema que tanto ansiaban los más carnavaleros seguidores de Manuel. “Yo te vi pasar”, un pasodoble a piano compuesto por él mismo y que lleva en su esencia lo más profundo de las poéticas comparsas del gran Martínez Ares. Allí cantaban los más fieles al concurso a pleno pulmón un tema que rebosaba idiosincrasia gaditana.
Era el momento esperado. Era Manuel Carrasco ante los gaditanos jugando con la mejor de sus armas para conquistarlos. Una poesía de sangre gaditana. Simple y directa al corazón de todos, para quedarse grabada en la memoria de todos por los siglos de los siglos.
Entre tema y tema, Manuel Carrasco llamó al escenario a un compañero de batallas y de academia. Miguel Nández, quien compartió semanas de clases en la academia de Operación Triunfo en 2002. Juntos cantaron un emotivo “Siempre fuertes” que terminó con unas palabras del gaditano al cantante mostrándole su más sincera amistad y admiración. Manuel Carrasco no pudo contener las lágrimas y el público se emocionó con él.
Siguieron los temas pasando, hasta que “Déjame ser” llegó. Durante el tema, irrumpió sobre el escenario una chica recién salida del horno de la música. Julia Medina, quinta finalista de la última edición de Operación Triunfo, fue invitada por el cantautor para cantar a dúo el tema que la isleña escogió para cantar en la final. Él la dejaba lucirse con su tema, y ella disfrutaba como una niña pequeña sobre el escenario.
Y una vez terminado este dúo, el resto de temas que quedaban por salir dieron por concluido un concierto multitudinario.
Un concierto de Manuel Carrasco en Cádiz tiene ese algo propio que no se repite en otro lado. Quizás parecido, pero no de la misma forma. Tiene esa esencia, esa marca propia que convierte a Manuel Carrasco en uno más frente a ese público gaditano agradecido que se entrega en cuerpo y alma por la música.