Ciudadanos se hace mayor. Acaba de concluir su etapa de aprendizaje y le llega la hora de elegir su futuro. Como los estudiantes al concluir el bachillerato, el partido que lidera Albert Rivera se encuentra en la primera gran disyuntiva desde que se organizó como un partido de ámbito nacional. Convertirse en un partido clásico conservador o seguir siendo el partido reformista liberal con el ánimo del que nació: Un partido visagra que pactaba tanto a la izquierda como a la derecha.
Febrero 2019. Pedro Sánchez sale ante los medios de comunicación para convocar elecciones. Ciudadanos, PP y Vox compiten por ser la oposición a un gobierno que según ellos es "inconstitucional" porque se fraguó con el apoyo de los independentistas y filoetarras. Los tres partidos caldean el ambiente político para introducir la bandera y su significado más patriótico en el centro del debate. Polarizar el mensaje desplazando a la izquierda española y sobretodo al PSOE, fuera del orden constitucional. Ciudadanos contribuyó de forma clara a la estrategia de la derecha respondiendo, según los miembros fuertes de la ejecutiva del partido, a una serie de encuestas internas que atisbaban que la mayoría de sus votantes potenciales provenían del PP. Ahí nació el "No es No al Sanchismo".
El resultado de las elecciones refutaron la estrategia empleada por Ciudadanos. El mordisco al PP cada vez era más profundo. Casado era cuestionado de forma interna y Rivera aplacó a todos los críticos internos que apostaban por la moderación. El problema llegó hace un mes.
Las elecciones autonómicas y locales dejaron un mapa político que abrió el debate en el edificio naranja. El partido que creció por demostrar que con sus votos se ponía fin a gobiernos en declive que llevaban años y años gobernando, el partido de centro que nació para dar batalla al nacionalismo, ha conectado la respiración asistida para dar a la Comunidad de Madrid, Castilla y León o Región de Murcia, cuatro años más de Partido Popular.
Una decisión lógica si se atiende al giro dado por Albert Rivera tras el declive de Rajoy con su derrota en la moción de censura. Ciudadanos vio la oportunidad para sustituir al PP y convertirse en la nueva formación hegemónica conservadora. Quieren dejar de ser un partido visagra, quieren mandar al PP a la historia adoptando una estrategia opuesta a la que hizo Podemos en 2016 no pactando con Sánchez. Los críticos de Rivera han vuelto a salir a los medios de comunicación cuestionando la estrategia del núcleo duro de los naranjas.
No entienden el mensaje partidista, no entienden la banalización de los mensajes de Vox, para que en cuatro años, Rivera llegue a la Moncloa. No lo hacen porque quizás, sus metas no son pisar moqueta, si no construir una España y una Europa más libre, más igualitaria, más democrática. Una mundo mejor. Ahí está el debate. Mirar al corto plazo o no. Apostar por hundir al PP a cambio de tragar con una fuerza cuestionada en toda Europa por sus mensajes homófobos para llegar a la Moncloa, o configurar gobiernos reformistas -sin encabezarlos- alejados de radicalismos que den respuesta a los retos que la sociedad lleva reclamando desde hace una década.